En las postrimerías de la Edad Media, un adolescente musulmán entrará al servicio del médico más celebre de su tiempo para descubrir en un peligroso viaje el verdadero rostro del poder
VALENCIA. Retrocedamos por un momento hasta una época ya pasada en la que el mapa estaba repleto de lugares con los que el hombre o la mujer humilde no podía más que soñar; una época en la que las ideas, los descubrimientos y las noticias viajaban todavía despacio, recorriendo largos caminos en compañía de mercaderes, peregrinos o ejércitos. Esta época es una bisagra entre lo que ha sido y lo que pronto será, un tiempo de incertidumbre en el que se producen multitud de relevos en el gran tablero mundial.
Para que nos situemos un poco más, pensemos por un instante que estamos asistiendo al fin de la Edad Media desde un hogar musulmán en la ciudad de Córdoba, que vamos a entrar al servicio de un célebre médico de la familia real nazarí para con suerte, en no mucho tiempo, poder vivir cómodamente desempeñando el oficio de enfermero. Nos despedimos de nuestra madre que tiembla disimuladamente al dejar a su pequeño hijo a merced de una casa de desconocidos. Ahora somos Hasib Ibn Al-Sharif, y estamos a punto de embarcarnos en el viaje más largo y peligroso que podamos imaginar. Solo que no podemos siquiera intuir lo complejo y arriesgado que será.
Todos los planes que hubiésemos hecho con anterioridad se truncarán con la aparición de dos caballeros de la Orden de Calatrava que requerirán los servicios de nuestro maestro, el gran Sidi ibn Nasar, a quien se le solicita que atienda a una dama francesa convaleciente en el castillo de la Orden aquejada de una extraña dolencia para la que nadie encuentra remedio alguno. Esta será la primera parada de un viaje que conectará la batalla de Olmedo con una terrible peste en el Sind -actual Pakistán-, que pasará por La Meca y por una Constantinopla cercada por los turcos. Una aventura en la que monjes, frailes, guerreros, sabios, médicos y aristócratas jugarán sus cartas tratando de triunfar en una partida cuyas consecuencias afectarán a miles de anónimos ajenos al juego.
Esta es la historia que el escritor valenciano Enrique Vaqué nos presenta en Los señores del fin del mundo (Almuzara, 2016), crónica en clave de ficción de una travesía iniciática en la que un muchacho -apenas un adolescente- madurará a marchas forzadas empujado por la virulencia de una realidad cruda, descarnada, que no deja espacio a ingenuidades ni a concepciones edulcoradas del mundo. Tras los ojos del joven Hasib nos transportaremos a lo largo y ancho de una época que Vaqué ha sabido pintar con gran destreza, manteniéndose fiel a los hechos históricos a la par que permitiéndose complementarlo todo con necesarias dosis de imaginación. ¿Por qué la elección de unos episodios históricos y no otros? “Cuando algo me impresiona obligo a la trama a pasar por ahí, por ese sitio, persona o hecho. Así es difícil que se parezca a algo existente”, asegura Vaqué.
Este libro, protagonizado por dos musulmanes, llega en un contexto en que la islamofobia es un peligro tangible que ya se manifiesta en una Europa herida por la crisis y en guardia contra la marea de inmigrantes y desplazados que llegan cada día a nuestras fronteras huyendo de la pobreza o la guerra, y puede servir para ayudarnos a entender una realidad estigmatizada en la actualidad: la novela llega al lector a través de los ojos de un musulmán, lo cual nos obliga a percibirlo todo desde una perspectiva distinta a la que la mayoría estamos habituados, y como asegura el autor, “ponerse en el lugar de otro es una forma de comprensión”. Vaqué se ha encargado de configurar un relato en el que plasma todo lo aprendido durante años de investigación en el Instituto del Mundo Árabe de París. Su opinión respecto a la corriente islamófoba que gana fuerza en nuestros países es contundente: “creo que somos capaces de distinguir los grupúsculos, la quinta columna fanática del resto de personas que profesan esta religión. Del Islam no se deduce una visión exterminadora para con el mundo cristiano, y me baso en la historia, no en la opinión. No se puede deducir de su literalidad algo tan antihumanitario como lo que a día de hoy ponen en practican los integristas”.
Respecto a la elección de los protagonistas de su historia, Vaqué explica: “Tener un médico árabe era algo muy común en la Edad Media. Los médicos árabes eran mucho más reconocidos que los cristianos, hasta Arnau de Vilanova, que se convierte en un punto de inflexión en la medicina occidental, por su obra teórica y por su fama. Era el médico del Papa, de los grandes de su tiempo”. Vilanova -Arnaldus Villanovanus-, por cierto, fue el primero en poner de manifiesto las propiedades antisépticas del alcohol, pese a que los árabes ya habían experimentado con él, como encontramos en la obra de Vaqué: “El médico me ordenó que abriera el cofre galénico y sacara un frasco con alcohol. […] Los árabes lo llamamos alcohol. Las heridas no se gangrenan cuando se usa adecuadamente. También hay que limpiar con él el instrumental, para evitar que sea el que cause la infección. […] Si introducís un animal muerto en un frasco con alcohol, por ejemplo, una rana, nunca se descompone. Pero sigue igual de muerta”.
¿Quiénes son los señores del fin del mundo que nos gobiernan actualmente? El autor afirma: “El epítome es George Soros. Un hombre tremendamente rico que no quiere se resigna a tener exclusivamente influencia política, sino que quiere proyectar su personalidad y sus ideas sobre el mundo occidental al completo. Soros está dispuesto a invertir dinero y medios, Soros está dispuesto a poner su influencia a favor de un proyecto que representa lo que él piensa que debe ser la humanidad”. No tenemos que esforzarnos demasiado para encontrar otros ejemplos. Los nombres y los cargos cambian, pero las dinámicas, a la postre, se mantienen. Eso es precisamente lo que hace de esta novela con capacidad para llegar a bestseller una lectura tan recomendable: la trama puede tener lugar en el siglo XV, pero la lectura entre líneas que podemos llevar a cabo sigue teniendo vigencia.