Las esculturas del siglo XVIII que han sido testigos de revoluciones, riadas y de la historia en general, dejan de ser modelos para estudiantes y se convierten en los protagonistas de la exposición
VALÈNCIA. Lo habitual cuando se viaja al extranjero es visitar su patrimonio, su gastronomía y museos. Lo mismo ocurre en València, donde los turistas son la mayoría del público del Museo de Bellas Artes de València. Aunque los datos de visitantes anuales son cada vez mayor, ¿Cómo conseguir atraer el Museo a los estudiantes? El Museo de Bellas Artes y la Universidad Politécnica de València trabajan en conjunto para revertir la situación y proponen una exposición de 18 piezas. Estas forman parte de las colecciones estatuarias de yeso que de la Facultad de Bellas Artes utiliza en sus aulas y en sus trabajos de investigación. La intención es atraer a un público más local y crear un hábito en el alumnado.
La exposición Gypsum, formant artistes se podrá visitar en El Museo de Bellas artes de València hasta octubre en la Sala Ribalta. La exposición está formada por 18 de las 42 piezas que conforman la colección estatuaria de yesos de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos donadas a la facultad valenciana.
La exposición ha sido presentada en la rueda de prensa por la gerente del Museo de Bellas Artes de Valencia, Adoración Rufino; el vicerrector de Alumnado, Cultura y Deportes de la Universitat Politècnica de València, José Luis Cueto; y los comisarios de la exposición, Susana Martí y Ricardo Forriols.
Las estatuas de yeso que componen la exposición son unas esculturas consideradas patrimonio escultórico de gran valor histórico compuesto por copias fidedignas realizadas en los talleres de la Real Academia de San Fernando, en Madrid, junto a algunas adquiridas en el extranjero, hace más de dos siglos. En la actualidad, este encargo continúa en activo en las aulas permitiendo a los alumnos estudiar diferentes asignaturas troncales basadas en la anatomía o en la metodología clásica del arte, además de ser utilizadas para el desarrollo de diferentes líneas de investigación por parte de la universidad. Por ejemplo, se estudian los materiales de composición para identificar bien la datación de las figuras, o la elección de diferentes materiales para el tratamiento y la conservación más adecuados.
Gracias a la composición, se puede saber si las esculturas son de uno u otro momento histórico. En el caso de que el yeso esté hueco por dentro, significa que se mantiene en un rango más cercano al siglo XVIII, mientras que si están rellenas y forman una estructura maciza, se identificarán con una fecha más cercana al siglo XIX.
El vicerrector José Luis Cueto ha destacado la importancia de estas obras a la hora de su conservación :"muchas de ellas son restauradas a menudo, pues guardan mustras de su uso diario como modelos, como puede ser restos de carboncillo de los alumnos. No obstante, también han sido testigos históricos de numerosas batallas".
Susana Mart, la comisaria, ha destacado el papel de estas marcas en las esculturas: "como se puede ver, hay algunas que tienen un tono azul, porque en épocas de revolución fueron testigo de pintadas y expresiones de disturbios en la universidad. Hay otras en las que se puede observar claramente hasta dónde llegó la marca de agua de la riada de València, en la que las obras quedaron inundadas en el Museo del Carmen. Ahora son testigos que pasan a ser observadas cada año por 500 alumnos".
Las colecciones estatuarias de yeso -del latín gypsum- fueron una herramienta clave en los sistemas de enseñanza artística en Europa entre los siglos XVI y XVIII. El inusitado gusto por lo clásico de aquella época impulsó la reproducción de esculturas fundamentales del período grecorromano, gótico, renacentista o barroco tanto en mármol, por la técnica de puntos, como en yeso, mediante la técnica del vaciado a través de moldes rígidos. Se trata de réplicas destinadas al coleccionismo y, especialmente, a la formación de jóvenes artistas.
"En la corte española fue Felipe V quien promovió a partir de 1726 la creación de las reales academias de bellas artes, que adaptaron el modelo francés y se extendieron también por América, donde precisaban de este tipo de material docente" recuerda el vicerrector.
Durante la segunda mitad del siglo XIX cambiaron las tendencias artísticas y se alejaron del canon clasicista para abrazar el antiacademicismo, por lo que este tipo de colección fue en muchos casos desterrada al olvido; sus piezas se destruyeron o fueron almacenadas en lugares poco adecuados para un material tan delicado como el yeso. La superficie porosa de estas esculturas es el mejor testigo de todo su recorrido, ya que conserva cada marca.
"Cuando yo estudiaba todos los alumnos huían de las asignaturas clásicas. Desde el plan Bolonia forman parte de las asignaturas troncales ya que consideramos que la precisión clásica es vital para cualquier arte, aunque después se dedique al arte moderno. En la actualidad la concepción ha cambiado: todos los alumnos se matriculan en estas asignaturas, saben que tienen cantidad de aplicaciones en el mundo moderno como en la animación virtual o el diseño de videojuegos", recalca Jose Luís Cueto.
Esta exposición es uno de los actos finales con los que la UPV ha celebrado su 50 aniversario y con ella se quiere poner en valor el patrimonio compartido entre el Museo de Bellas Artes, la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos y la Facultad de Bellas Artes de la UPV que vincula a las instituciones en su labor docente y en el estudio y la conservación del patrimonio artístico.
Además, la muestra acercará a los estudiantes a la colección y las salas de la importante pinacoteca valenciana, con acciones que trasladarán la actividad en las aulas a las instalaciones del museo a principios del próximo curso.
Coincidiendo con el final de la muestra, se están preparando para principios de octubre unas jornadas que se realizarán en el museo y en las que distintos investigadores tratarán de ampliar los datos sobre esta colección de estatuaria clásica, su historia y particularidades, así como sobre las tareas de conservación y restauración que exigen. Para ello está previsto invitar a conservadores de la Real Academia de San Fernando de Madrid y contar con aportaciones nacionales e internacionales.
Dentro de la colección, comprendida por más de 73 piezas, se encuentra Yo soy el pan de la vida, el Sorolla más grande que ha salido a la venta (415cm x 532cm sin marco) sin tener en cuenta las obras del catálogo de la Hispanic Society