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crítica de cine

'Madly in Life': cuando el protegido pasa a ser protector

Culturplaza analiza los largometrajes de la Sección Oficial de Cinema Jove 2021

11/06/2021 - 

VALÈNCIA. Uno de los momentos clave en una vida es cuando uno deja de ser el protegido para ser el protector, un cambio de rol entre padres e hijos que, por más que estemos todos prevenidos, llega casi sin avisar. Este intercambio de papeles supone un punto de no retorno que revoluciona unas dinámicas familiares que hasta entonces parecían inmutables, una compleja transición que hace tambalear los pilares emocionales de cualquier familia. Este proceso es el que dibuja de manera deliciosa Raphaël Balboni y Ann Sirot en la película Madly in Life (Une vie démente), un relato profundamente doloroso que, sin embargo, sus directores iluminan sin la necesidad de meterse en camisa de once varas, sin rebuscar en recovecos imposibles, sino sirviéndose de una cotidianidad que, como la vida misma, nunca se encasilla en un solo género. 

La cinta belga presenta a Alex (Jean Le Peltier) y Noémie (Lucie Debay), una pareja de treintañeros que están preparados para dar el siguiente paso en su relación: tener un hijo. Sin embargo, sus planes se ven frustrados cuando la madre de Alex, la galerista Suzanne (Jo Deseure), comienza a actuar de una manera un tanto extraña. Gasta dinero de manera imprudente, improvisa un permiso de conducir falso o entra en una casa ajena en plena noche, un comportamiento que hace saltar todas las alarmas en su entorno. Esto se debe a que sufre de "demencia semántica", un trastorno neurodegenerativo progresivo que influye en su comportamiento, una enfermedad que obliga a su hijo a convertirse de la noche a la mañana en su protector, un papel para el que no estaba preparado. 

Este choque inesperado también revela lo desprovistos de armas (tanto emocionales como económicas y sociales) que estamos a la hora de enfrentarnos a una situación como esta, dando pie a una respuesta que nace de las entrañas y no tanto de la comprensión. En este sentido hay un momento clave en el relato en el que, con la enfermedad avanzada, Suzanne se divierte lavando el coche mientras su nuera le toma una fotografía con el móvil, un gesto que Alex le reprende. ¿Por qué querrían retratar a su madre en un momento de decadencia?, piensa. “¿No tenemos derecho a divertirnos, a vivir?”, le replica Noémi. 

Y es que la reflexión que plantea la cinta no pasa solo por el choque inicial que supone para la familia, sino que ahonda en esa cotidianidad que deja a un lado el drama (o, al menos, lo integra como una parte más del todo) y deja ver también el humor, la reconciliación y la normalidad tras (o durante) el dolor. La película plantea así el gran debate: ¿debe parar la vida a la espera de la muerte? Raphaël Balboni y Ann Sirot se enfrentan así en el que es su primer largometraje a la gran pregunta, y lo hacen de manera delicada aunque sin dejar de profundizar en ella, un auténtico ejercicio de equilibrismo que le valió recientemente el premio del público en el Bergamo Film Meeting.

La cinta, que opta a la Luna de València en la próxima edición de Cinema Jove (y se podrá ver el 21 y 26 de junio en La Filmoteca), propone además una narración ágil y creativa, en la que solventa las visitas al médico o a la sede bancaria en un mismo escenario, un recurso que no solo es estético sino que, a través de él, el espectador se convierte en el médico o gestor y acaba mirando de frente a un familia que podría ser cualquiera. Incluso ellos mismos. Y, entre tanto, la vida. 

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