VALÈNCIA. El viernes pasado apareció Hits and Pieces, una recopilación de Marc Almond que por primera vez recopila singles de todas sus etapas, incluida la de Soft Cell. Una buena excusa para hablar de él, de sus visitas a Valencia y de la riqueza de su amplio repertorio musical.
Marc Almond actuó en solitario por primera vez en Valencia el 1 de mayo de 1986. Su creciente interés por las músicas mediterráneas marcaba su repertorio y ofreció un concierto pletórico. Tocó Cara a cara, una canción compuesta –y puede que incluso grabada- con Manolo García en Barcelona, en la época en la que El Último de la Fila todavía no era un nombre popular. También interpretó Mother fist, una oda de sabor portuario dedicada a la masturbación, inspirada por un relato de Truman Capote. No sonó en cambio ni un solo éxito de su época con Soft Cell, solo canciones relacionadas con su nueva etapa. Desde un principio, Almond se caracterizó por no hacer concesiones y ser fiel a sus impulsos artísticos aunque estos lo condujeran por el camino contrario al éxito.
En su gira anterior, la que llevó a cabo en 1984 no pasó por Valencia. Quienes lo admirábamos nos tuvimos que conformar con verle en La Edad de Oro, que tampoco fue moco de pavo. Así pues, aquel concierto en el Arena Auditórium fue una estupenda revancha para los fans valencianos, que no somos pocos. Tainted Love fue una de las canciones fuertes en las discotecas valencianas entre 1981 y 1982, y a partir de ahí, la popularidad de Soft Cell y Almond se mantuvo en alto por aquí. De hecho, uno de los discos de culto en las noches del bacalao fue un dueto con Sally Timms llamado This House Is a House Of Trouble. Unos cuantos fuimos hasta la puerta del camerino al terminar el concierto, ese ritual obligatorio cuando eres joven y admiras mucho a alguien. El artista salió y estuvo muy amable con quienes esperamos para conocerlo. Lo recuerdo sorprendido y aterrado por el accidente nuclear de Chernobyl, que había tenido lugar tan solo unos días atrás.
Marc Almond pertenece a ese linaje de artistas que me ha acompañado durante décadas, al igual que Lou Reed, John Cale, Bowie, Siouxsie, Robyn Hitchcock o Julian Cope. Es un recorrido que hasta casi se puede inventariar a través de las reseñas y artículos que he escrito para medios tan diversos como Ruta 66 (hubo una época en la que reseñé allí cada uno de sus discos y también firmé algún artículo sobre él), El País de las Tentaciones o Primera Línea. Los motivos de ese interés, de esa fidelidad inquebrantable son muchos. El principal, las canciones. Su instinto melódico es apabullante. Aunque las listas de éxitos se empeñen en ignorarle, su capacidad para hacer composiciones arrebatadoras es indiscutible. En 1986 pasó una temporada viviendo en Barcelona, recorriendo sus bajos fondos y alimentándose del vicio y la luz de la ciudad. Siempre me he preguntado qué habría pasado de haber elegido también Valencia para inspirarse. Marc Almond en el Carmen o en el Cabanyal, explorando los peores antros nocturnos, impresionado con los pasos de Semana Santa. Absorbiendo, en definitiva, ese hedonismo mediterráneo que tan solo se puede vivir en valencia.
A Marc Almond solamente lo he visto en directo en dos y la dos han sido aquí. Veintiún años después de aquel 1 de mayo en Benimaclet, regresó a Valencia para actuar en el Greenspace. Esta vez dio un concierto con el público sentado alrededor de mesas, recreando así su propia versión del cabaret. El cabaret es uno de los muchos componentes que ha dado forma a su cancionero. La chanson, el pop orquestal de los años sesenta, el glam, el tecnopop. Almond fue de los primeros músicos pop anglosajones que buscó inspiración en otras músicas históricamente ignoradas por el hegemónico pop anglosajón. “Empecé a usar influencias ajenas al rock y al pop como el flamenco y la chanson. Necesitaba crear una forma de expresión más intimista que conecta con los conciertos acústicos que hago desde hace unos años”, me explicó cuando le pregunté por estas cuestiones haces ya diez años. Para alguien que ha hecho tantas cosas, definirse no es una tarea fácil. “Yo creo que soy erótico”, contaba a carcajadas por teléfono unas semanas antes de aquel concierto. “Erótico, emotivo... Me cuesta tanto encontrar una palabra que me defina bien. Soy muy cambiante Por, paso por muchos estados de ánimo. Sí, pon que soy erótico... Bueno, y apasionado”.
La última entrevista con é fue dos años atrás. Acababa de publicar su último álbum con canciones nuevas, una obra que le devolvía la dramática pasión que lo hizo enorme años atrás. Pero The Velvet Trail no era un simple disco bien hecho. Era algo más. Mostraba a un artista acercándose a los 60 años y mirando hacia atrás, consciente de que el tiempo se agota igual que en los relojes en los que la arena cae lenta pero imparable. “Cuando envejeces –dijo en aquella ocasión- y sobrepasas determinada edad, piensas mucho más en la mortalidad. Tiendo a escribir canciones sobre el presente y el futuro sumergiéndome en el pasado porque tiene más vida tras de ti que ante ti y te ayuda a comprender mejor las lecciones que están por llegar. Tengo los pies en el presente pero mis influencias proceden casi todas del pasado.”
Una de las cosas que más me gustan de Marc Almond en cualquiera de sus etapas –y mira que tiene unas cuantas ya a sus espaldas- es cómo ha plasmado ese abanico de sensaciones a veces contradictorias que es la vida. La melancolía por el amor perdido, la pasión, el placer, la soledad, el desvanecimiento de la juventud. Estando en Soft Cell, ya compuso una de las canciones tristes más hermosas del pop: Say Hello Wave Goodbye. Pertenece a Non Stop Erotic Cabaret, álbum donde también se encuentra la conmovedora Youth (“la juventud se ha ido / te escuché decir”) y la celebérrima versión de Tainted Love, todo un lamento por el amor comatoso, en el que los sintetizadores de Dave Ball creaban un efecto claustrofóbico Hizo suya una balada de Peter Hammill, Just Good Friends, la historia de un romance sin futuro (“te di toda mi devoción / no me guardé nada en la manga / si desapareciera de tu vida / ¿notarías que me he ido?”). Y para concluir este brevísimo resumen de temas suyos a los que tanto debo, mencionar la excelsa Under Your Wing, que tan bien explica (el título podría traducirse como Bajo tu protección) la alegría y el temor, la poderosa ilusión y la inexorable realidad en la que nos movemos al encontrar a alguien que le confiere un nuevo significado a nuestra existencia.
En realidad, Almond le canta a la vida, a muchas de sus incertidumbres y a todos sus gozos. Sabe ver el brillo de esos momentos que quizá sean efímeros, el vértigo del riesgo cuando nos descubrimos abriendo nuestro corazón, la inconsolable desazón que produce el fracaso, la amargura de la decepción, la satisfacción de saber que somos capaces de arrancarle a la vida bocados de placer, a pesar de todo y a pesar del precio, esos momentos en los que el cielo y el abismo carecen de una línea que los separe. Momentos que quizá sean sólo secuencias alternas que nos permiten tomar aire antes de la siguiente derrota..