“No hay viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige”
Arthur Schopenhauer
VALENCIA. Mis veranos nunca han sido de veranear en sentido tradicional sino el tiempo óptimo para disfrutar de las escapadas culturales, esa manera aburguesada de explorar mundo.
Este año, como tantos millones de turistas, he elegido nuestro país como destino principal de mis viajes y en particular me han vuelto a sorprender dos ciudades: Málaga y San Sebastián, de menor tamaño que la nuestra, con una extensa oferta de ocio cultural y un nítido posicionamiento en el top ten de destinos de excelencia.
A cada regreso a casa me pongo los anteojos de cualquiera de esos miles de turistas que recorren nuestras calles, a pie o en bicicleta, mapa en mano y sorprendidos de que casi nadie les informe o les hable en inglés. Como viajero frecuente trato de ponerme en su piel, de comprender cómo nos ven, de cómo viven su estancia y qué recorrido nos queda para homologarnos en excelencia turística a esas otras ciudades que compiten por captar el máximo posible del enorme pastel turístico y su apetitoso rendimiento económico, un maná para nuestras maltrechas y exhaustas arcas.
En definitiva hablamos de turismo, economía, ocio cultural, urbanismo y sobre todo de la planificación y el buen hacer que generarían nuevos empleos estables y de calidad.
Proyectar un futuro mejor para nuestra ciudad invita a revisar etapas pasadas que aportaron cambios positivos en nuestra todavía breve historia democrática.
Pertenezco a una generación que se encontró ante un cambio social de devenir incierto y con una larga lista de sueños y anhelos por cumplir. Los jóvenes de los ochenta, con todas nuestras movidas y claroscuros, abordamos la complicada tarea de construirnos una nueva identidad, sin manual de instrucciones y sin los parabienes de la contracultura que nos precedía.
Recuerdo mis primeras salidas nocturnas a los templos de la noche valenciana, lugares como Gent, Barro, Capsa, Turat, Evening, Christopher y más tarde Tabarca, Dúplex, Casa Vella, Brillante, La Marxa o Arena, locales de ocio míticos y ya desaparecidos que sirvieron como caldo de cultivo para una extraordinaria galería de personajes: escritores, periodistas, músicos, pintores, profesores, estudiantes y diseñadores de todo pelaje, que protagonizaron una época dorada, cuando nuestra ciudad bullía de creatividad e iniciativas culturales, que no se ha vuelto a repetir.
Aquellos lejanos años fueron para muchos de nosotros, jóvenes, tiempos de “buscarse la vida” en un contexto social e institucional favorable, empujados por un deseo colectivo y mayoritario de modernización. La cultura devino en factor de cohesión e identificación con los valores democráticos y europeos.
En los primeros noventa se consolidaron en Valencia una serie de iniciativas públicas, urbanísticas y culturales que transformaron la ciudad: Palau de la Música, IVAM, Jardín del Turia, Centro Dramático, Filmoteca o Canal 9, por citar algunas de las más representativas. Sin embargo el resplandor de los fastos del año 1992 en Sevilla, Barcelona y Madrid eclipsaron las bondades de estos proyectos de largo recorrido y produjeron en los valencianos un fuerte sentimiento de agravio que dio lugar a un drástico vuelco electoral y a un cambio de rumbo de las políticas culturales.
Los siguientes años trajeron la consabida glorificación del proyecto “Ciudad de las Artes y las Ciencias” y en los albores del nuevo siglo la burbuja inmobiliaria, en combinación con proyectos megalómanos y poco realistas, acabó generando otra burbuja, esta de grandes eventos, que dejó un reguero de inversiones fallidas y contenedores culturales sin apenas actividad, además de una deuda descomunal.
Este final de agosto nos ha traído buenas noticias, el INE informa de un notable aumento de visitantes en España, esta vez liderado por la Comunidad Valenciana. Las cifras del sector por tanto crecerán este año si la tendencia se mantiene, pero seguiremos sin aprovechar este pequeño boom para posicionarnos junto con las ciudades con un gasto medio notablemente más elevado. Este gasto medio per cápita es en Valencia, excluido el alojamiento, en torno a un 18% inferior al promedio muy homogéneo del grupo compuesto por Barcelona, Málaga, Madrid y San Sebastián.
¿Donde está pues nuestra alternativa para crecer en valor agregado? Claramente en el ocio cultural
Nuestros visitantes se acercarán pronto a la cifra de tres millones y si hacemos una proyección con la media de gasto de las ciudades antes citadas obtenemos una diferencia de 10 euros por persona y día. Hablamos por lo tanto de la nada desdeñable cifra de trescientos millones de euros, es decir de la opción de generar mayor riqueza y mejores empleos aprovechando eficientemente lo que ya tenemos.
Sabemos que el modelo turístico tiende hacia el city-break, principalmente entre el público europeo que es nuestro principal cliente, y que el gasto en alojamiento y restauración se mantiene en unas cifras estables. ¿Donde está pues nuestra alternativa para crecer en valor agregado? Claramente en el ocio cultural, en disponer de una agenda de festivales, conciertos y exposiciones equiparable a la de otras ciudades de nuestro tamaño y con el incentivo de nuestra excelente climatología. Esto no excluiría los demás productos: viajes de negocios, ferias, congresos, eventos deportivos o el más popular de sol y playa, sino que los complementaría atrayendo a un perfil de turista cosmopolita con propensión a un mayor gasto en cultura.
Nuestra ciudad, con su clima, su gente amable y abierta, su entorno natural, su riqueza monumental y sus numerosos contenedores culturales, apenas activos, debe contar con una oferta cultural de primera línea. Los festivales urbanos suponen un cierto renacer del espíritu de los ochenta, con la emergencia de actores culturales solventes, pero están orientados al público local, mientras los festivales de música pop-rock, con el sol y la playa como atractivo, pueden crear otra nueva burbuja.
Hemos sido víctimas del despilfarro y la picaresca durante demasiado tiempo y hemos perdido excelentes oportunidades de visibilizar la ciudad y ganar en reputación. Nos jugamos mucho entre acertar o errar el modelo turístico de Valencia. Si acertamos, podremos crecer y posicionarnos internacionalmente y para ello debemos remar todos en la misma dirección con un objetivo claro y plausible: la economía y el empleo.
Mare Apertum significaba en el mundo clásico navegación de altura por condiciones propicias del mar entre marzo y septiembre y me sirve como metáfora de una estrategia futura para nuestra ciudad. Necesitamos de quiénes se encuentran en el puente de mando claridad de ideas para elegir un rumbo acertado para el sector turístico y de ocio. Necesitamos que mantengan el timón con firmeza para traducir en buenos resultados económicos las políticas públicas.
"...la idoneidad de convertir los desaprovechados Tinglados 4 y 5 de la Dársena en un centro satélite del Ivam"
La ausencia de un debate vivo, necesario y permanente sobre la dirección que deben tomar nuestras políticas, en un entorno de crisis fiscal y escasos presupuestos, debe dar paso a un diálogo permanente y abierto de las administraciones y los responsables políticos con empresarios, sindicatos, universidades, medios de comunicación y sociedad civil, para así mejor aprovechar y maximizar nuestros infrautilizados recursos, no todo es gastar sin límites y con escasos resultados.
A modo de ejemplo pienso en la idoneidad de convertir los desaprovechados Tinglados 4 y 5 de la Dársena en un centro satélite del IVAM donde exponer los fondos que duermen en sus almacenes, generando un polo de atracción para quienes visitan la Marina, empezando por los cruceristas, y complementando el eje formativo y vivero de empresas de Edem-Lanzadera-Angels con un centro museístico de referencia.
Otra medida eficaz y sencilla de llevar a cabo sería señalizar bien los límites del carril bici del Jardín del Turia, colocar paneles informativos multilingües y aparcabicis junto a los puntos de mayor atracción turística y habilitar la conexión entre el final de la Alameda y Juan Verdaguer, en paralelo a las naves de Cross, para conectar adecuadamente este corredor ampliamente utilizado por los turistas que circulan en bicicleta y facilitarles un acceso adecuado al frente litoral.
Este privilegiado espacio de periodismo digital, debate y difusión de ideas que es Valencia Plaza no ha cerrado por vacaciones y ha permitido a sus lectores habituales disfrutar de información fresca y de jugosos e innovadores encuentros y entrevistas.
Hoy es más necesario que nunca que sigan produciéndose esos diálogos entre actores clave de la política, la cultura o los negocios, pero no menos importante es disponer de una tribuna para quienes, desde la experiencia y la independencia de criterio, puedan contribuir con ideas y proyectos solventes a un futuro mejor.
El verano llega a su último tercio y pronto llenaremos de nuevo las terrazas de la ciudad, la misma que durante el mes de agosto es terreno yermo si exceptuamos su centro histórico, las playas y la Ciudad de Artes y las Ciencias.
Los atardeceres de septiembre son el perfecto contrapunto al vacío agosteño y tienen mucho de bronceado, de cacofonía de cuentos de estío, y de ilusiones y energías renovadas. Las risas y el tono eufórico de los corros dan cuenta del provecho exprimido a los días de asueto y nos animan a recuperar el ritmo habitual.
Es tiempo de retomar la tarea, de impulsar nuevos proyectos y de los buenos deseos.
Manuel Suárez Albert es emprendedor social.