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TENDENCIAS ESCÉNICAS

Marie Chouinard dota de movimiento a 'El jardín de las delicias', de El Bosco

La coreógrafa canadiense estrena su homenaje al pintor holandés en Sagunt a Escena

8/08/2018 - 

VALÈNCIA. En la génesis de cada una de las creaciones de Marie Chouinard (1955, Quebec, Canadá) siempre se genera lo que la coreógrafa y bailarina denomina un misterio, una onda desconocida que la interpela de manera obsesiva. Cuando en 2016 recibió el encargo de realizar un homenaje a El Bosco con motivo del 500 aniversario de su muerte, se prendó del amor y de la compasión que exhibía el pintor holandés en su tríptico El jardín de las delicias. Y eso fue lo que espoleó el montaje en tres actos programado el próximo 9 de agosto en el Teatro Romano de Sagunto. Su versión bailada del óleo medieval acciona el movimiento de su sinfín de personajes apoyada en proyecciones de video y en una banda sonora que insufla electrónica a los cantos gregorianos. Al teléfono, Chouinard es como un duende juguetón que rompe en risotadas y articula onomatopeyas para sacudirse las etiquetas largamente adjudicadas a la obra maestra del siglo XVI. Asegura que la pintura no es surrealista, ni lujuriosa, ni religiosa, ni moralizante, “sino un trabajo perspicaz y sensible que busca encontrar la bondad de la vida en la locura del mundo”.

Foto: Nicolas Ruel

- Tengo entendido que te has acercado en diversas ocasiones al Museo del Prado para contemplar el cuadro de El Bosco. ¿Recuerdas qué impacto tuvo en ti la primera ocasión?
- La vez más importante no fue cuando lo vi en persona por primera vez en Madrid, sino cuando lo descubrí de niña en un libro de la biblioteca de mis padres. Me resultó fascinante. Era como la vida al completo. Se contaban tantas historias misteriosas, gozosas… Había tanta gente por todas partes... Era un universo floreciente, una jungla viva.

- En el tríptico hay cuerpos masculinos y femeninos, pero también animales, objetos y pequeños monstruos. ¿Qué te ha llevado a decantarte por los seres humanos? 
- A El Bosco le interesaban sobre todo y ante todo los hombres y las mujeres. Era un humanista, alguien que prestaba atención a las personas. Así que yo he seguido sus pasos.

- ¿Qué estímulo le puede suponer a un coreógrafo recrear el pecado de la lujuria, tan ligado al lenguaje corporal? 
- Ah, no, el pecado de la lujuria no existe en el cuadro de El Bosco. El pecado existe en el espíritu de la Iglesia católica, pero a él no le preocupa. Lo que vemos en la tabla central es la pureza, el gozo sencillo de placeres simples como comer, bañarse o acariciar la mejilla de alguien. No hay deseo, sino una felicidad infantil, cándida, muy fresca. Al igual que Eva no es la responsable del pecado original y de la expulsión del Paraíso. No es verdad. No y no. Son los hombres quienes lo afirman, lo inventaron para intentar tenernos a las mujeres bajo su poder.

- ¿Cómo has evitado en tu coreografía las referencias bíblicas?
- Hay muy pocas referencias religiosas en el cuadro. Está la figura de Cristo presentando a Eva y Adán, pero es raro, porque Jesús no existía entonces, así lo encuentro muy divertido y simpático. El Bosco tenía sentido del humor. Cuando un hombre y una mujer se conocen en un jardín no tiene que haber necesariamente una referencia religiosa en ese encuentro: el eco de la Biblia es muy vago. Además de que el primer hombre y la primera mujer no remiten sólo a la fe católica, también son propios de otros cultos.

- El personaje de Cristo es encarnado por una bailarina. ¿De qué manera está ligada esa decisión a tu visión de la mujer hoy en día?
- En mi coreografía, el personaje de Cristo está representado a veces por hombres y a veces por mujeres. Para mí no es normal que el Papa no sea mujer cada dos mandatos. También opino que la mitad de curas deberían ser féminas… ¡Hale, hale! Lo que no es normal es que sigamos viviendo en una sociedad donde después de tantos años, las mujeres y los niños sigamos teniendo tantos problemas.

- Se ha tildado El jardín de las delicias como un trabajo de índole moral, ¿consideras que tu coreografía también tiene un espíritu moralizante? 
- No (risas). La gente atribuye ideas al cuadro y, por extensión a la coreografía, que no nos pertenecen ni a El Bosco ni a mí. Es una celebración de lo contrario, de la inocencia. Hay que tomar el tiempo de mirarlo bien, con atención. La gente es muy agradable, está en calma, han encontrado la manera de vivir en paz. Es el paraíso terrestre. Eso sí, con mucha gente.

- ¿Difieres también de la etiqueta de surrealista que se le ha colgado al cuadro?
- Para mí es una obra realista, muy rudimentaria, esencial, mas cercana a la sabiduría de un anciano o de un niño. No hay delirio, ni trabajo de yuxtaposiciones extrañas, ni interés por la forma per sé, sino que todo es muy concreto y simple. Es pura vida.

 Foto: Sylvie Anne Pare

- En el montaje empleas la esfera transparente que aparece en varias ocasiones en la pintura. ¿A qué conclusión has llegado respecto a su significado?
- No he llegado a ninguna. Es como la respiración. Da aire, aliento… Es algo aéreo, que nos lleva en una nube (risas). Una vela que se eleva. Funciona como una sonrisa en la puesta en escena. Es muy ahhh (inhala con alegría).

- Para cada coreografía buscas inventar un universo diferente. Después de tantos años de experiencia, ¿te resulta difícil no repetirte? 
- No (gran carcajada). Fíjate en los árboles, en las flores. La naturaleza está inventando de continuo, cada día genera un nueva nube. Es como mirar el cielo. Nunca es igual. Es la base de la vida, nada se repite. Un día no es como el siguiente ni el anterior, no se parecen entre sí. Lo mismo sucede con mis coreografías.

- Has planteado la sección del infierno como nuestro día a día, ¿es esa la lectura que extraes de la cotidianeidad de la sociedad contemporánea? 
- La sección del cuadro de El Bosco que llamamos El infierno es tanto el de la vida cotidiana hace 500 años como el del mundo actual, donde hay guerra, violencia, desesperanza, tortura. No es el infierno, es el mundo en el que vivimos. No hemos evolucionado nada de nada de nada. Y tal como somos hoy día no es posible. Hace falta un cambio biológico, unas pequeñas mutaciones. Hace miles de años que repetimos los mismos problemas, pero hay que ser optimista y creer que con la sabiduría, la meditación, el amor y la compasión llegaremos a transformarnos.

- Te haces cargo de la escenografía, del video, del vestuario, del sonido… De todo, en definitiva, a excepción de la música, que firma tu colaborador desde hace 20 años, Louis Dufort. ¿Todavía te queda tiempo para bailar?
- Sí, y también para hacer yoga, pilates... También escribo, dibujo… Para mí, es normal. El Bosco, él también creó la obra de arte total.

 - Tu interés por la danza comenzó con la natación, ¿nunca te planteaste hacer natación sincronizada? 
- No me interesa para nada. Lo que me llama la atención de la natación fue su similitud con la meditación. (Reproduce un sonido de borboteo con los labios) ¿Te das cuenta? Es como un mantra. Nadar durante una hora es un gesto repetitivo: el agua, la luz del sol, el agua, la luz del sol, respirar regularmente, el mantra… Guau, es fantástico. Es como meditar. Y el cuerpo está completamente abstraído en el movimiento. Como resultado, el espíritu está tranquilo y el cuerpo siente bienestar. Tienes el cielo sobre ti, el agua, debajo… Es como estar en un punto de equilibrio.

- Este va a ser tu segundo año al frente del programa de danza de la Bienal de Venecia. ¿Qué objetivos te has marcado?
- Simplemente invito a artistas que me interesan, que me hacen reír, que me conmueven. No tengo una agenda intelectual. Mi objetivo es crear un festival formidable que va a ser un evento de descubrimiento y felicidad.

- Has escrito un libro de poesía, Chantier des extases, y has creado una aplicación para iPhone llamada Cantique. ¿Qué otras sorpresas nos prepara tu espíritu inquieto?
- Se te ha olvidado mencionar que también he tenido un hijo formidable (risas). Soy como una niña. Los críos siempre tienen energía para jugar y yo, para crear.

Foto: Nicolas Ruel 

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