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'orden y desorden', en el ivam

Me llamo Joan Miró y he venido a romper con todo

15/02/2018 - 

VALÈNCIA. Radical. Combativo. Heterodoxo. Estas y otras palabras se pronunciaron ayer para referirse a la obra –y figura- del inabarcable Joan Miró, calificativos que lo sitúan conscientemente en un extremo, aunque no por ello debe temer que le piten los oídos. Más bien al contrario. Se trata de reivindicar su papel como creador contemporáneo, su vigencia cuando se trata de apretar las tuercas de contenidos y formatos. Este el objetivo de Joan Miró. Orden y desorden, la gran propuesta de la temporada del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), un recorrido a través de 200 obras en las que el museo recorre pinturas, esculturas, dibujos, cerámicas, carteles, piezas vinculadas a las artes escénicas y hasta portadas de vinilos. Sí, portadas de álbumes, pues todo vale cuando uno quiere romper con todo. “Hay que sacar a Miró del santuario, del mausoleo […] Le hemos convertido en un Rembrandt del siglo XX cuando su obra nos sigue interpelando, parece que esté hecha anteayer”. En estos términos se expresaba el comisario de la muestra, Joan Maria Minguet, que presentó ayer la muestra junto al director del museo, José Miguel G. Cortés, un proyecto complejo de tejer y que salda una deuda histórica del IVAM con el artista.

Esta es, precisamente, la primera exposición que el museo valenciano dedica al creador, considerado uno de los máximos representantes de la pintura española del siglo XX, una muestra que se genera en el 125 aniversario de su nacimiento. “Miró no busca un espectador acomodadizo”, indicó Cortés, que destacó la capacidad del creador catalán de seguir interpelando al público y reflejando los problemas sociales a través de una producción con un “sentido profundamente poético”. Es precisamente por ello que durante la presentación hicieron especial hincapié en su constante interés por la experimentación, la curiosidad de un artista que quiso ‘asesinar la pintura’ en 1927. Eso sí, sin dejar de pintar durante cuarenta y cinco años. Porque las contradicciones también forman parte de nosotros.  “Yo no sé a dónde vamos, lo único cierto para mí es que me propongo destruir, destruir todo lo que existe en pintura”, dijo al artista en 1931. Este espíritu recorre toda la muestra de la misma manera en que fue un eje en su trayectoria artística. De principio a fin.

Si esa frase la pronunciaba en torno a los 40 años, con más de 80 seguía forzando la máquina de los formatos. En 1974 expuso en el Grand Palais de París una muestra en la que presentó telas quemadas, agujereadas, intervenidas… piezas pensadas para incomodar al espectador y que ahora se podrán ver en el IVAM hasta el próximo 17 de junio. "En 1973, a los ochenta años, Miró sintió una necesidad de indisciplina absoluta y realizó la tela rasgada, lo que los expertos llaman 'el Fontana de Miró'", comentó el comisario sobre esta tela, que presenta unos cortes como en algunas de las más conocidas de Fontana, una propuesta con la que el artista catalán habría llevado "la radicalidad al extremo". La muestra se divide en cinco salas, estando la primera de ellas dedicada a los primeros años del artista, una casilla de salida en un tablero que consiste en romper con todo… desde el orden inicial. “Naturalmente no he necesitado más que un instante para trazar con un pincel esta línea. Pero he necesitado meses, quizá años de reflexión, para concebirla”, decía el creador.

Fue en el París de los 20 donde rompió los primeros corsés, un viaje que llegó como consecuencia de su poco éxito comercial en España y que a la postre sería clave para su carrera. Se trató en este momento de deshacer lo andado y regenerar unos códigos que pasarían a ser los suyos propios, un alfabeto visual aparentemente sencillo pero de gran profundidad y variedad de sentidos. Su obra, sus normas. Y de ahí a las figuras y los monstruos y a esas explosión de la indisciplina, de las telas quemadas. “Joan Miró entendió que su arte era una provocación para el espectador”, indicó el comisario de la muestra, doctor en Historia del Arte y profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona, una exposición que compone un puzzle de piezas provenientes de museos como el Reina Sofía, el Museo Thyssen Bormemisza, el MACBA, Es Baluard, la Fundació Joan Miró o el Museo Boijmans Van Beuningen de Róterdam. Todo un despliegue para una exposición que desde el museo se entiende como un cabeza de cartel no solo para ellos sino para todo el tejido expositivo de la Comunitat. “Nuestra intención era dar una visión global, pero un tanto diferente”, reflejó Cortés durante la presentación.  

Si bien, la ruptura se puede llevar a cabo de distintas maneras y Miró quiso que fuera siempre mirando hacía afuera. El propio Joan Maria Minguet explicó cómo el autor se congratulaba de ver sus piezas más allá de los museos, entonces instituciones más inaccesibles. Es por ello que la exposición pone el foco también en el Miró que desplazó el gesto creativo desde un mundo minoritario a la calle y al teatro. Lo hizo en 1969 con una performance pictórica en el Colegio de Arquitectos de Barcelona, un proyecto con el que cubrió la cristalera de la entidad de distintos mensajes de claro contenido político, de reivindicación de las libertades. Por otra parte, su vinculación en el campo de las artes escénicas tuvo como colofón las máscaras y polichinelas diseñadas por el artista para la obra Mori el merma, un espectáculo de la compañía Claca Teatre. 

“La obra de Joan Miró está viva. Y él sigue vivo a través de ella”, aseveró el director del IVAM. El objetivo por mostrar un Miró multidisciplinar culmina, como no podía ser de otra manera, con su faceta como ceramista y cartelista. El segundo de los casos supone, además, el caso más extremos de difusión de su obra, piezas que terminaron de consolidar su marca dentro de la cultura visual popular. Así, el cartel supone la captación instantánea de su mundo iconográfico y la posibilidad de llevar la provocación que sus signos generaban en las galerías o en los museos al centro de la vida pública. El Miró ordenado o desordenado; el cartelista o el escultor; el amante y detractor de la pintura. Sea como sea: Miró, en el IVAM.

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