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Mona Hatoum: "Me resisto a que el artista sea el centro de la obra"

La artista recibe el Premio Julio González del IVAM

16/09/2021 - 

VALÈNCIA. Aunque los mapas son una constante en la obra de Mona Hatoum (Beirut, 1952), el callejero de València todavía es un desconocido para ella. Y es por eso, quizá, que todavía hay espacio para la sorpresa. "Estaba cruzando por el puente y desde el otro extremo pude ver ese mapa del mundo iluminado. Fue muy emocionante porque significa que la exposición se está proyectando fuera, en la ciudad. Ojalá esté teniendo algún impacto. Me hizo muy feliz", relata a Culturplaza. El puente del que habla es el de les Arts; la exposición, la que acoge hasta este mismo mes el IVAM; y la obra Hot Spotun gran globo terráqueo de acero inoxidable sobre cuya superficie se trazan los continentes con neones rojos, una brillante luz que remite a la violencia que salpica el planeta. La pieza, que se puede ver desde la calle a través de una gran cristalera, se convirtió así en un faro gracias al que la artista se abrió camino hasta el museo. El IVAM se ha convertido en el hogar de sus obras en los últimos meses, una exposición que no ha podido ver en persona hasta esta misma semana, algo que se aleja mucho de la forma en la que suele trabajar. Pero en tiempos de pandemia no queda otra. 

"Fue doloroso, pero era necesario hacerlo así. Estábamos en circunstancias extremas. Afortunadamente estuve acompañada por el equipo del IVAM, que mostraron una gran profesionalidad y perseverancia para superar los problemas técnicos. Fue muy difícil. Durante un momento pensé que nunca vería la exposición, solo a través de Zoom o Skype. Estoy increíblemente feliz de poder venir a València y ver la muestra. Es mucho más bella de lo que imaginaba [ríe]". Y es que la pandemia, como tantas otras cosas, obligó a reubicar la exposición y modificar los planes, hasta el punto de que la artista, acostumbrada a supervisar cada detalle de sus proyectos, no la ha visto hasta ahora, a pocos días del cierre. Y es que, como para tantas personas, este periodo ha resultado más largo de lo que en un principio se antojaba, una nueva normalidad que de nueva ya tiene poco. "Tiendo a reaccionar a espacios, me inspiro en situaciones muy específicas y todo esto había parado", relata la artista. 

Pero el confinamiento ya es cada vez más un recuerdo del pasado. Y que así sea. De hecho, fue hace apenas unas semanas cuando visitó por primera vez en mucho tiempo Berlín, donde busca una sede que acoja su próxima exposición individual en la ciudad, una viaje fugaz que la ha marcado enormemente. "Me inspiró tantísimo enfrentarme a esos espacios, abrió mi mente, llenándola de muchas ideas en muy poco tiempo. Me hizo darme cuenta de lo que me había estado perdiendo. No soy una persona que se inspira en casa o en el estudio, necesito interactuar con el espacio y la gente. Viajar me inspira mucho, así que este tiempo ha sido muy extraño".

Pero la artista ha visitado València no (solo) para ver su exposición, sino para recibir el máximo galardón que concede el museo, el Premio Julio González, que le fue entregado ayer por la directora del IVAM, Nuria Enguita, y el conseller de Cultura, Vicent Marzà. "Siempre es increíble cuando recibes cualquier tipo de reconocimiento del mundo del arte, especialmente uno tan prestigioso como este, que además te asocia de alguna manera con un artista como Julio González", explica a este diario pocas horas antes de la entrega. "Una nunca se cansa de recibir premios", bromea. Hatoum es, además, la segunda mujer en recibirlo, algo que tiene muy presente. "Desgraciadamente todavía las mujeres tienen que trabajar el doble para ser reconocidas, sea cual sea su área de trabajo. Espero que recibir este premio sirva para que en el futuro más mujeres sean reconocidas". 

Nacida en Beirut en una familia palestina, el estallido de la Guerra Civil de Líbano la sorprendió en una breve estancia en Londres, impidiéndole regresar a su país y obligándola a quedarse en la capital británica, donde vive desde entonces. Esto la ha convertido en cierta manera en un puente entre dos mundos, aunque ella prefiere mantener una mirada lejana al espacio físico. Y es que cuando uno hace una fotografía de la obra de Hatoum es fácil dar con conexiones geográficas y, por tanto, políticas y sociales, una forma de narrar su obra de la que la artista quiere huir. Tanto es así, que defiende que es el espectador quien tiene la última palabra sobre lo que significa o no cada pieza. "La belleza del arte es que el lenguaje es muy ambiguo. Me resisto a que el artista sea el centro de la obra. Mi intención puede estar en un lugar, pero después los propios materiales me pueden llevar a otro. Muchas veces no pienso en la razón por la que he hecho una obra hasta que la he finalizado. El material toma sus propias direcciones". 

Un ejemplo muy claro es Orbital, una pieza que originalmente partía de un material que remitía a las destrucción de edificios, pero una vez le dio forma acabó formando un globo que dibujaba una serie de órbitas, lo que dio una nueva dimensión a la pieza. "Nunca intento ilustrar mis orígenes geográficos. Por supuesto, la idea de conflicto, guerra y amenaza entran en las obras porque forman parte de mi experiencia personal, pero nunca lo narro desde el punto de vista de un área específica. Siempre intento que sea general para invitar así las múltiples lecturas del espectador. Nunca puedes decir de mi obra que habla de un conflicto concreto y me gusta que sea así". 

Esto se ve en piezas como la mencionada Hot Spot, que remite tanto a la idea de violencia como al calentamiento global, o Map (Clear), un mapamundi a base de canicas de cristal que alerta sobre la inestabilidad de las fronteras. En estas y otras piezas que se pueden ver en el IVAM crea un juego de contradicciones, nadando entre la belleza y la violencia, entre la delicadeza del objeto y la brutalidad del contenido. "Se trata de parar, analizar y preguntarse cosas, en lugar de dar por hecho todo lo que te dicen los políticos o la sociedad. Esto te hace ver que siempre tienes que tener los ojos abiertos, tienes que ver más allá de la superficie. Nada es lo que parece", apunta. 

Pero, entre tanta visión del mundo como un todo, ¿hay espacio para lo íntimo? Por supuesto. Lo hay tanto en las piezas que hablan de una comunidad mayor como en aquellas que abren una ventana a un universo más pequeño, en el que Hatoum habita de manera que uno no sabe si está cómoda o incómoda. Para ilustrarlo nos lleva de viaje a la década de los noventa, cuando disfrutó de una residencia artística en Jerusalem. Allí encontró un mapa con los acuerdos de paz de Oslo entre Israel y Palestina, que después tradujo en la pieza Present Tense, creada a partir de numerosas pastillas de jabón. "Decidí ponerlo en jabón con el objetivo de exponer lo ridículo de era. [El acuerdo de Oslo] puso a Palestina en clara desventaja, fraccionando todos los territorios, sin una integridad territorial". También habla de intimidad cuando se refiere a la pieza Interior Landscape, una inquietante instalación que recrea un dormitorio, un espacio físico plenamente reconocible pero que la artista vincula más al "espacio mental" del sujeto, a cómo ha quedado grabado en su cabeza la experiencia del exilio y la guerra. Mentales o físicas, de nuevo fronteras, barreras, y un mundo global en el que, dice, los conflictos han crecido sin parar. Y ahí, observando, leyendo el presente, Mona Hatoum.  

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