HIPOACUSIA

Músicos, tinnitus y pérdida auditiva: los riesgos de la exposición al ruido de los que apenas se habla

Este tipo de patologías, en muchos casos irreversibles, afectan especialmente al colectivo de músicos, tanto profesionales como aficionados. Pero también, y de forma creciente, a la población general

21/03/2024 - 

VALÈNCIA. Todo comenzó con un pitido intermitente en el oído. Se iniciaba después de los ensayos en el local o después de dar un concierto, pero después desaparecía. Un par de años después, en 2006, el tinnitus volvió para quedarse. “Se convirtió en un pitido constante, que iba subiendo y bajando de volumen según la exposición al ruido y el estrés que tuviese en ese momento de mi vida, pero siempre estaba ahí. Era un nivel que para mí era soportable; me compensaba más el disfrute de ensayar y tocar a todo volumen que ir con tapones o cascos de obra o la alternativa de tocar a un volumen más bajo”. Alfonso -nombre ficticio- es un músico valenciano que lleva cerca de treinta años tocando en todo tipo de bandas de hardcore y metal extremo. Hablamos de una escena cuya relación con los decibelios es innegociable. Lo que para la mayoría de la población puede resultar demencial o insoportable, para otras personas como él funciona de forma inversa: es una especie de masaje cerebral; una vía de escape. 

Ante los primeros síntomas, incluso cuando el tinnitus se cronificó, este músico no acudió al médico, aunque era consciente del riesgo que estaba asumiendo. “Hace unos diez años empecé a utilizar en algunos ensayos tapones especiales para música, que no matan tanto el sonido. Pero ensayar así es como un ensayo de trámite, no da ningún gozo, y en los directos era incapaz de llevarlos. Tampoco para ver a bandas que me gustan”, reconoce. 

Recientemente se sometió por primera vez a un estudio audiométrico exhaustivo, porque su pitido se había intensificado notablemente. “Ya está ahí siempre por encima de casi todo, no solo cuando hay silencio, o si te fijas en él -comenta-. El test de audición de habla que me hicieron reveló que no distingo (o me cuesta) el plural del singular. Hay una parte de frecuencias entre 1k y 7k que he perdido, y mi cerebro intenta compensar esa pérdida con un pitido. Los médicos me lo dijeron claramente: se acabó el ruido para mí”. 

Hipoacusia, Tinnitus, hiperacusia y diplacusia

La exposición al ruido y a sonidos fuertes es la segunda causa más común de pérdida auditiva, representando aproximadamente el 16% de la problemática incapacitante por este motivo en la población adulta en todo el mundo. En el caso del colectivo de músicos, estas cifras son mayores.

Aunque la música amplificada y los géneros más agresivos conllevan un riesgo adicional tanto para artistas como para las personas que asisten de forma habitual a eventos de música en directo, lo cierto es que la pérdida auditiva (hipoacusia) y otros síntomas audiológicos como el tinnitus -percepción de sonido sin un estímulo auditivo externo-, la hiperacusia -tolerancia reducida a los sonidos de intensidad media o incluso ordinarios- y la diplacusia -anomalía por la cual se percibe de forma diferente un mismo tono dependiendo de si se presenta en el oído derecho o izquierdo- son comunes en todo el colectivo de músicos, ya sean de pop, rock, jazz o música clásica. Además de la alta intensidad del sonido hay otros factores determinantes, como las horas de exposición al ruido o el tipo y número de instrumentos que se tocan al mismo tiempo. Es por esto que los expertos no tienen tan claro hasta qué punto un género musical en concreto afecta más o menos al riesgo de desarrollar pérdida auditiva.

En el campo de las orquestas sinfónicas o de cámara, por ejemplo, el nivel de exigencia técnico es sumamente elevado, lo que implica que el intérprete ha estado muy expuesto desde una edad temprana durante su etapa formativa, pero si cabe todavía más durante la profesional, dedicando largas jornadas a la práctica del instrumento, no solo en ensayos colectivos, sino también individuales.

Estas ideas, entre muchas otras, quedan recogidas en un reciente trabajo de investigación llevado a cabo por la doctora Teófila Vicente Herrero a raíz de un encargo de la Asociación de Músicos Profesionales (AMPOS). Este libro, titulado El cuidado de la salud de los músicos: Una visión preventiva desde la medicina del trabajo, analiza el amplio espectro de patologías específicas de este sector profesional. Algunas de ellas son de naturaleza ergonómica -derivadas del manejo de cargas, posturas forzadas, movimientos repetidos o atrapamiento de nervios, etcétera-; de tipo dermatológico o de origen todavía no esclarecido, como la distonía focal del músico, que es probablemente el trastorno profesional más incapacitante de todos, porque ocurre cuando el instrumentista es progresivamente incapaz de controlar el movimiento de uno o más dedos al tocar. 

“Sound of metal” (Darius Marder, 2019)

Los problemas derivados de la exposición al ruido ocupan uno de los capítulos más extensos de este trabajo de investigación, que no solo es de enorme utilidad para los facultativos, sino también para todo el colectivo de músicos, ya sean profesionales contratados, autónomos o aficionados. Cuando hablamos de los riesgos derivados de la exposición al ruido, poco importan factores como la retribución económica, la popularidad o el grado de profesionalización de un músico. Si dedicas varias tardes a la semana a ensayar y los fines de semana actúas o asistes a conciertos, formas parte de un colectivo de riesgo.

En 2019, el guionista y director norteamericano Darius Marder llevó al cine un drama protagonizado por un joven baterista de metal y noise que pierde la audición progresivamente hasta quedarse prácticamente sordo. Sound of metal es una película de superación (pero no cursi), que pone de relieve que este tipo de enfermedades no son consustanciales de los músicos profesionales, sino que afecta igualmente a los artistas de la escena underground que en la mayoría de los casos no están cubiertos por aseguradoras ni supervisados médicamente por un servicio de prevención de riesgos laborales. 

“No se debe esperar a sufrir los primeros síntomas”

“El ruido es un riesgo inherente a la actividad musical, y no se puede evitar. En otros sectores profesionales se pueden utilizar métodos de inhibición de sonido que no son una opción en el caso de los músicos”, explica Teófila Vicente, doctora experta en medicina del trabajo e investigadora con una dilatada experiencia en este campo, avalada por más de 190 publicaciones en revistas científicas. Por ejemplo, según comenta en el libro, es difícil aceptar que, en un concierto, los músicos deban protegerse de la presión acústica. “El respeto a la interpretación, la búsqueda de la perfección, los requerimientos de la ejecución de la obra y el resultado final que se ofrece al espectador hacen poco probable que esto pueda llevarse a la práctica”. “Lo que sí se puede trabajar es en la prevención y la supervisión pautada para reducir el impacto en la salud”.

“Yo aconsejo a los músicos acudir a un médico mucho antes de que se presenten pitidos -afirma-. Actuar sobre un sujeto sano mejora muchísimo el pronóstico, porque hoy en día somos capaces de detectar precozmente los problemas, antes incluso de que el paciente haya notado los primeros síntomas. En las primeras etapas, el tinnitus se puede minimizar mucho, hasta que casi pase desaparecido. Aunque no se pueda revertir, sí se puede hacer mucho para evitar la progresión, o hacer que esta sea más lenta. La efectividad de las medidas adaptativas, restrictivas o farmacológicas aumenta notablemente cuando nos anticipamos al problema y cuando el especialista lleva un seguimiento del paciente, conoce su historial médico y puede investigar las causas y los condicionantes del problema. En el caso de que una persona ya haya empezado a notar algún síntoma de que algo no va bien, hay que comunicarlo de inmediato a un médico, para intentar que no avance más rápido o se cronifique. Nosotros aconsejamos que las personas que se dedican a la música de una forma u otra se hagan audiometrías anuales”. Otro de los consejos que da a los músicos profesionales es que las actividades de ocio o complementarias que hagan en su vida estén exentas de ruidos en la medida de lo posible, para reducir el efecto acumulativo de exposición al ruido.

Según apunta Teófila, los músicos profesionales cuyos contratadores cuentan con un servicio de prevención de riesgos laborales, donde se les hace seguimiento desde el principio hasta el final de su carrera, tienen ciertas ventajas con respecto a la población general, que normalmente toma la iniciativa de ir al médico cuando el problema está ya muy avanzado. En todo caso, puntualiza esta doctora, “en medicina nunca hay nada fácil, pero nada hay que darlo por imposible. Siempre se puede mejorar o apoyar”.

El uso inadecuado de auriculares -durante periodos muy prolongados de tiempo y a volumen muy alto-, así como los condicionantes medioambientales del mundo contemporáneo y las actividades de ocio están detrás de la creciente incidencia de hipoacusia en la población, incluso los jóvenes. No pensemos solo en los festivales de música; asistir a una mascletà es una actividad de riesgo. Aunque dure cinco minutos y aunque estés a varios metros de distancia del lanzamiento de fuegos.

Se calcula que entre el 10 y 25 por ciento de la población adulta general sufre tinnitus de diverso grado. “Es una sensación molesta y muy difícil de controlar, y que además no responde muy bien a los tratamientos que tenemos en estos momentos. La afectación a la calidad de vida puede ser muy grande -comenta la autora de este libro-. Sin embargo, el ruido no afecta por igual a todas las personas. La edad es un factor de riesgo mayor, igual que lo es el estrés, el consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias, el hecho de tener alguna patología de base como la diabetes o incluso los antecedentes familiares. Por eso es muy importante acudir a un especialista para que enfoque bien el tema y haga un estudio completo del paciente”.

Satu, bajista del grupo de garage Wau y los Arrrghs!!!, vive desde hace años con un implante coclear, un dispositivo que se coloca en el cráneo y transforma las señales acústicas en señales eléctricas que estimulan el nervio auditivo. Está encaminado a restablecer la audición en personas que padecen determinados tipos de hipoacusia. “Mi sordera se agravó claramente con la música -explica Satu-, pero ya de pequeño tuve muchos problemas auditivos que los médicos no supieron resolver, a pesar de que me operaron más de diez veces. Los acúfenos son normales en mí desde siempre. Aun así, no tomaba medidas. La exposición al ruido durante años empeoró la situación, hasta que llegó un momento en que era insostenible y tuve que dejar de tocar. Había desarrollado una hipoacusia bilateral y tuvieron que ponerme un implante coclear. Ahora sí tengo mucho cuidado; ensayo con unos cascos de cazador y toco muy poco, porque sé que no puedo”. 

Satu, igual que el músico con el que hablábamos al inicio de este artículo, conocen a muchos músicos de su entorno que conviven con algún tipo de acúfeno. Normalmente, coinciden ambos, “nadie toma medidas de protección ni acude al médico”.

Concierto de Wau y los Arrrghs!!!! en el Teatro Eslava en diciembre de 2023

Tapones y cascos de última generación. Cómo protegernos

Las mejores medidas de prevención, asegura Teófila, son las de carácter colectivo. Es decir, ofrecer información no solo en los conservatorios de música y escuelas privadas, sino también en los colegios. Quizás, deberíamos añadir, en las salas de conciertos y los locales de ensayos españolas, donde estas advertencias brillan por su ausencia y no vemos nunca dispensadores de tapones para los que no se los hayan traído de casa”.

“Desde hace muchos años vemos a mucha gente del resto de Europa y Norteamérica que vienen a España con sus tapones; tocan y escuchan los conciertos de otros grupos con ellos puestos -apunta Alfonso-. En otros países muchas veces te dan tapones en la entrada de los conciertos. En España no se hacía, y en pocos sitios creo que se haga actualmente. Por otra parte, desde hace bastante tiempo hay tapones asequibles que no destrozan la música, solo se escucha un poco peor y te quitan las frecuencias que más daño producen”. 

“Como consejo general, diría que solo compremos aquellos auriculares o tapones que tengan sello de la CEE. Hoy en día en el mercado hay muchas opciones, pero no se puede ir a una compra basada en el precio o la estética, porque un equipo inadecuado puede producir problemas de otitis por irritación del conducto auditivo externo. Lo mejor es que un médico te oriente en función de tus características anatómicas, tu historial y el nivel de audición que puedas restringirte. En el caso de los músicos habría que buscar una solución que compatibilice al máximo la limitación del ruido con la mínima privación del sonido, porque el intérprete tiene que estar pendiente de lo que ocurre a su alrededor. En cualquier caso, conviene buscar un equipo de protección personalizado para cada caso”.