VALÈNCIA.- Año nuevo, vida nueva. Así rezan los cánones humanos. 2021 lo podemos definir como un año de transición entre los 365 días en blanco que se pasaron en 2020 y los que van a comenzar, esperemos, en 2022. En teoría, la náutica en España está levantando vuelo. En la Comunitat Valenciana, lo mismo. Optimismo por todo lo alto, pero seguimos queriendo y no pudiendo. Seguimos enclavados en 2018 porque las administraciones públicas no creen en el deporte a pesar de que es un gran vivero de votos. En la Comunitat pasa más o menos lo mismo, un quiero y no puedo por parte del tripartito.
A nivel nacional, el Gobierno de España ha adelantado que en sus presupuestos va a haber una partida de 1.000 millones de euros para el deporte. ¡Ya veremos si es un farol! En la Comunitat todo es muy ambiguo, porque las arcas están ya bastante vacías y, no nos engañemos, el deporte está en los últimos lugares de las prioridades, y mucho más la náutica que sigue siendo para muchos un deporte de ricos.
Con respecto a las tres regatas que en teoría deberían ser las estrellas de la náutica valenciana, las tres siguen estancadas. El Trofeo Costa de Azahar, del Real Club Náutico de Castellón continúa en la UCI desde hace ya más de una década y no tiene ningún viso de avanzar ni un solo metro. No hay patrocinios y tampoco ayudas de la administración. Las vacas gordas se acabaron durante la primera década de los 2000 después de haber vivido una etapa de derroche innecesario que, de una manera u otra, quemaba poco a poco a los patrocinadores.
Las grandes empresas de cerámica, motor castellonense, se fueron retirando paulatinamente hasta que desaparecieron por completo. El Real Club Náutico de Castellón tampoco hace nada especial para salir de esta desidia y su regata estrella se ha quedado estancada como una regata de club sin más.
El Trofeo de la Reina del Real Club Náutico de Valencia quiso acelerar su recuperación este año organizando una regata bastante coherente, pero le falta el empujón de algún patrocinador y la ayuda de algún organismo oficial. Con algo cuenta, pero no con lo que merecería esta gran regata, que llegó a ser una de las dos más importantes de España en la época en la que Rolex y la CAM confiaban en sus números finales. Bien que eran otros tiempos, pero la regata sigue siendo la misma, con el mismo campo y, si me apuras, con una organización técnica mucho mejor. No sé qué pueden pensar desde la poltrona de la plaza del Ayuntamiento qué es lo qué se cuece en el Real Club Náutico de Valencia, pero quizás habría que intentar tener más transparencia de cara a los ediles de la ciudad y demostrarles que una regata de élite es muy necesaria para la ciudad.
Alicante también es un quiero y no puedo. El Trofeo Tabarca o Ciudad de Alicante no está acorde con la participación. Desde 2008, la ciudad de Alicante es Puerto de Salida de la Vuelta al Mundo por equipos y con escalas, pero los números demuestran que el Real Club de Regatas de Alicante ha estado dormitando y no ha aprovechado la sinergia para engrandecer sus regatas. Sigo pensando lo mismo que desde hace años: Alicante debería ser un caldo de cultivo de la Copa del Rey que se celebra a principio de agosto en Palma. Ser el último eslabón de la cadena que componen Barcelona, Castellón y València, antes de dar el salto a las islas. Parece que siguen sin entenderlo y por muchas directivas nuevas que lleguen, en este aspecto todo sigue igual.
Luego tenemos la nueva The Ocean Race, esa gran oportunidad que está despreciando la Comunitat Valenciana desde 2008. El Puerto de Salida de lo que ha sido desde 1973 la ‘Vuelta al Mundo’ con escalas siempre se ha considerado como el centro neurálgico de la vela oceánica mundial. Portsmouth y Southampton eran ciudades inglesas conocidas por su prestigiosa salida. Base de los grandes equipos oceánicos y sus viejos clubes ya son mitos de esa vela. Ni Alicante ni el Club de Regatas están aprovechando esta sinergia, amén de pagar un dineral por cada salida.
las tres regatas que, en teoría, deberían ser las estrellas de la náutica valenciana siguen estancadas
Este año, a finales, está prevista la salida o quizás la pospongan para enero de 2023. El caso es que aún no hay ningún movimiento ni por parte de Alicante, ni por parte de la Generalitat. Estamos cayendo en el mismo error de cada año. The Ocean Race alberga este año dos clases de barcos, los IMOCA 60 y los VO 65, lo que harán de la vuelta al mundo una regata más atractiva e incluso más viva, con una etapa de casi 13.000 millas, pero con final en el Mediterráneo, en Génova. Con el pastizal que paga Alicante, ya podrían haber exigido que la llegada hubiera sido en la misma bocana de su puerto, pero no se les ha ocurrido esta posibilidad porque ninguno de los políticos se pone en modo Ocean Race hasta que no falta un mes para la salida.
Si seguimos con la náutica, lo único que ha dado un paso hacia delante ha sido el Valencia Boat Show. Por fin alguien ha convencido a los obsoletos regidores de la Marina, que una feria náutica abre las puertas a la ciudad de una manera muy generosa. Lo que hasta ahora había sido una feria a modo de mercadillo de una gran ciudad, va cogiendo su sitio y avanza sin descanso para desbancar a la que se celebra en Barcelona. España necesita un salón náutico con entidad y Valencia tiene la oportunidad de tenerlo si sus dirigentes aportan liquidez al Valencia Boat Show. De momento, en 2021, se ha visto una feria mucho más ordenada y más amplia con un espectacular despliegue de expositores. La entrada a ella por el Tinglado 2, una gran idea porque la realza, y la exposición de productos en el mismo fue un aliciente más para los visitantes. Un pero: la mezcla de productos náuticos y culinarios como que no pegan ni con cola. Eso habría que reubicarlo en otro sitio y no mezclar, pero en general el cerebro que ha ideado este año la composición del Valencia Boat Show ha acertado.
Solo nos queda que los políticos se pongan de acuerdo, cosa harto difícil, para tratar el futuro del Puerto de Valencia y centrar sus esfuerzos en intentar que la economía portuaria suba mucho más. Probablemente el Puerto de Valencia sea uno de los más modernos de Europa, que unido a las grandes infraestructuras que ha conseguido la ciudad desde hace unos años haga que sea puerto de llegada y de partida de grandes cruceros, además de ser centro neurálgico del transporte marítimo, pero esto ya es política y no sacaremos nunca nada en claro.
Lo que sí está claro es que a Valencia y a su Comunitat le está haciendo falta albergar otro gran evento como ya hizo en 2007, que colocó a los valencianos en lo más alto. En esa ocasión lo hizo posible el Partido Popular y costó, sin contar la construcción del nuevo puerto, 120 millones de euros. Si eso se llegara a hacer en un futuro inmediato estaríamos hablando de unos 250 millones. ¿Le compensará al PSPV intentar atraer una nueva Copa América a València habiendo criticado con excesiva crueldad el éxito de 2007? Política y más política que no hace más que perjudicar a la ciudad, a sus ciudadanos y a España.
* Lea el artículo íntegramente en el número 86 (diciembre 2021) de la revista Plaza