Director y actriz vuelven a trabajar juntos en ‘Mistress America’, que se estrena este fin de semana en los cines de todo el país
VALENCIA. En apenas tres meses, han llegado a España dos películas de Noah Baumbach. El pasado 4 de septiembre se estrenaba, con varios meses de retraso respecto a otros países, Mientras seamos jóvenes (While We’re Young, 2014). Y este fin de semana, con algo más de puntualidad respecto a su difusión internacional, ya se puede ver en nuestros cines Mistress America, que tuvo su première mundial en enero, en el Festival de Sundance, Meca del cine independiente estadounidense y marco expositivo perfecto para un director al que se puede considerar en la actualidad como el máximo exponente del cine hipster. Curiosamente, las distribuidoras de ambas películas contrataron una página de publicidad anunciando los estrenos en la revista Rockdelux (básicamente dedicada a la música y con escasos anuncios cinematográficos). El target parece evidente: un público moderno y al día en cuestión de tendencias culturales.
Vamos por partes. Mistress America es la historia de dos mujeres de diferente edad (una en la treintena, la otra con apenas veinte) que traban relación a causa del compromiso matrimonial entre sus padres. La película servirá nuevamente para que un amplio sector de la crítica emparente a Baumbach con Woody Allen: la acción se desarrolla en Nueva York y la mayoría de personajes son blancos de clase media-alta con cierta ambición intelectual (incluidos aspirantes a escritor). La chica joven queda inmediatamente prendada de la mayor, una mujer dinámica, bohemia, que igual canta en un grupo que imparte clases de spinning, aunque su mayor ambición es abrir un restaurante muy chic en el barrio de Williamsburg (¿dónde si no?). Se podría aducir que, a diferencia de Allen, Baumbach peca de superficialidad, pero es innegable que la cinta propone también una reflexión sobre el éxito y el fracaso, la amistad, los deseos y la necesidad de encontrar un lugar en el mundo. Que el discurso se articule a través de secuencias como en la que un personaje le dice a otro “parece que estamos en una canción” mientras suena Souvenir, de OMD, es harina de otro costal.
La protagonista de Mistress America es Greta Gerwig, pareja sentimental de Baumbach. El dato quizá no sea baladí, en tanto en cuanto un analista como Quim Casas ha señalado que “su cine, quiérase o no, aparece muy marcado por las dos mujeres que ha amado y le han amado”. La primera fue Jennifer Jason Leigh, actriz con la que estuvo casado y que protagonizó una anécdota interesante durante el casting de Pretty Woman. Tras leer su papel en tono dramático, el director, Garry Marshall, le preguntó si no podía interpretarlo con más luz y alegría. La actriz le respondió: “¿Más alegría? Esta mujer se pasa el día haciendo mamadas a desconocidos en aparcamientos por cinco dólares”. Esa es Jennifer Jason Leigh (obviamente, no obtuvo el papel), que trabajó con Baumbach en Margot y la boda (Margot at the Wedding, 2007) y firmó con el director el argumento de la interesante Greenberg (2010), la película en la que se produjo el cambio.
Porque en Greenberg ya tenía un papel destacado Greta Gerwig, una mujer muy diferente a Jason Leigh, con la que poco después Baumbach inicia una colaboración que ha convertido al cineasta capaz de rodar películas notables como Una historia de Brooklyn (The Squid and the Whale, 2005) en un director al servicio del imaginario de “la perfecta neoyorquina”, tal como calificaba el periodista Gregorio Belinchón en un reciente artículo.
¿Pero quién es Greta Gerwig? Pues una actriz, directora y guionista que comenzó a llamar la atención por su asociación con el mumblecore, lo más de lo más del cine indie americano hace aproximadamente una década. Directores como Andrew Bujalski (su Mutual Appreciation, de 2005, se considera el punto de partida del movimiento), Aaron Katz, Mark y Jay Duplass o Joe Swanberg fueran cabezas visibles de un estilo que, en definición del crítico Juan Manuel Freire, “captura en película o videos baratos las relaciones, los trabajos, problemas y planes de veinteañeros marcados por la indecisión y la búsqueda de una identidad; hablan mucho, pero por inseguridad casi musitan más que hablan (mumble significa farfullar en inglés)”. Gerwig trabajó con Swanberg en LOL (2006), aunque su salto definitivo a la fama llegaría unos años después.
La fecha clave es 2012. Ese año participa en A Roma con amor (To Rome with Love), a las órdenes de Woody Allen (las casualidades no existen) y cristaliza su primer proyecto conjunto con Noah Baumbach: Frances Ha. Que con ella consiguiera una nominación al Globo de Oro como mejor actriz de comedia es pura anécdota comparado con lo que la película significó en su ascensión al estrellato hipster. Víctor Lenore, en su polémico ensayo Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural (Capitán Swing, 2014), la escoge como blanco de sus críticas: “Mientras crece la tensión política a nuestro alrededor, muchos prefieren embobarse en el limbo de ficciones como FrancesHa, aclamada película del director Noah Baumbach. Trata de una chica de 27 años, residente en Brooklyn, en su paso de la juventud a la madurez. La mayoría de reseñas destacan el encanto, hechizo y espectacular armazón emocional de la trama. En realidad, se trata de la típica fantasía hiperestética, que evita los conflictos de la juventud actual y que cuesta distinguir de un publirreportaje del barrio hipster por excelencia. Todo ello filmado en blanco y negro, que siempre queda más arty y auténtico”.
En el libro, Lenore cita después una crítica demoledora, titulada El sueño húmedo hipster, que Manuel de la Fuente escribió precisamente en CulturPlaza, en abril de 2014: “Frances Ha recorre todos los tópicos de lo peor del cine de las nuevas olas de los años sesenta, la banalización de los discursos más transgresores bajo el disfraz de alternativo. No es una película para remover conciencias ni renovar nada, sino para que el cartel promocional quede muy bien en la habitación de cualquier eterna adolescente, colgado al lado de los pósters de Audrey Hepburn y Audrey Tautou”, comentaba, entre otras cosas, De la Fuente.
Por si faltaba algo para entronizar a Greta Gerwig, en noviembre de 2013 participó en la gala de los YouTube Music Awards, dirigida por Spike Jonze. Allí, “la nueva musa del indie”, tal como la llamaba en su crónica del evento el suplemento SModa, bailó al son de Arcade Fire, se hizo fotos en el backstage con James Murphy (LCD Soundsystem) y se coronó definitivamente como la reina de lo cool. Que después apareciera en un episodio de la serie Portlandia o que Mia Hansen-Løve le diera un pequeño papel en Edén (Eden: Lost in Music, 2014), ambientada en la escena electrónica francesa, no son más que nuevos capítulos de una carrera que se sigue afianzando con Mistress America. Y ojo, que sus próximos trabajos como actriz son a las órdenes de Rebecca Miller (Maggie’s Plan), Todd Solondz (Wiener-Dog), Mike Mills (20th Century Women) y el chileno Pablo Larraín (Jackie).
El mismo año de Frances Ha, Noah Baumbach se embarcó en una adaptación televisiva de Las correcciones, la novela de Jonathan Franzen, que finalmente fue desestimada por HBO, y en la que Gerwig también tenía un papel, pero en 2014 el director firmó una película sin intervención directa de su pareja: Mientras seamos jóvenes. Según Quim Casas, sin embargo, “su influencia sigue siendo notable”, ya que el cineasta “abandona la severidad dramática por la ligereza cómica, caricaturesca”. Efectivamente, la curiosa relación que se establece entre un matrimonio en torno a los cuarenta años, rodeado de amigos con hijos, y una pareja mucho más joven, que responde al prototipo del hipster bohemio, podría haber dado mucho más de sí en el caso de que no se hubiera decantado por una mirada epidérmica de las frustraciones de cada uno de los integrantes del extraño cuarteto. Un final abiertamente reaccionario (los veleidosos maduritos sientan la cabeza adoptando un niño) termina de echar por tierra las posibilidades de un film que sirve a Baumbach para hacer gala de amistades molonas (papeles para Adam Horovitz, de Beastie Boys, y Dean Wareham, de Luna, que ha repetido en Mistress America), pero resulta bastante menos convincente que Greenberg a la hora de hacer la radiografía emocional de unos adultos desubicados, incómodos e insatisfechos, que a menudo se comportan como auténticos idiotas.
Mientras su mujer trabajaba con un puñado de directores famosos, Baumbach se ha centrado en De Palma (2015), un documental sobre el cineasta italoamericano que se proyectó en el pasado Festival de Venecia. Hace un par de años circuló la noticia de que estaba trabajando para DreamWorks en una adaptación animada de Flawed Dogs, la serie de libros infantiles de Guy Berkeley Breathed, pero nada más se ha sabido al respecto. En todo caso, no sería nada raro, ya que Baumbach fue coguionista de Fantástico Mr. Fox (Fantastic Mr. Fox, 2009), una película que establece otra sólida conexión con el universo hipster, ya que se trata de una película del idolatrado Wes Anderson. Quizá la mejor, puesto que se basa en un relato de Roald Dahl y, por lo tanto, no resulta tan hueca como el resto de su filmografía. Ambos habían escrito previamente a cuatro manos Life Aquatic (The Life Aquatic with Steve Zissou, Wes Anderson, 2004), un film que, como la mayoría de la obra de Anderson, se caracteriza antes por la brillantez de su envoltorio que por su capacidad para abordar cuestiones de interés. La parroquia queda obnubilada ante sus composiciones simétricas, sus modernas bandas sonoras llenas de canciones rock y las extravagancias de sus personajes, que al final suelen ser marionetas sin rumbo. La forma sobre el fondo, el signo de los tiempos.
Los créditos de Baumbach como guionista se completan con otro film de animación: Madagascar 3: De marcha por Europa (Madagascar 3: Europe’s Most Wanted, Eric Darnell, Tom McGrath y Conrad Vernon, 2012). En su faceta de productor, echó una mano a Joe Swanberg, el amigo de Greta Gerwig, en Alexander The Last (2009), y al veterano Peter Bogdanovich en Lío en Broadway (She’s Funny That Way, 2014). Es probable que tuviera noticia de su trabajo por primera vez gracias a sus padres, Georgia Brown y Jonathan Baumbach, ambos críticos de cine. De hecho, y más allá de los resultados obtenidos a lo largo de su filmografía, si hay algo que no se puede negar de Noah Baumbach es su pasión por el cine. ¿A quién más se le ocurriría llamar Rohmer a su hijo (fruto de su matrimonio con Jennifer Jason Leigh)?