VALÈNCIA. Una ciudad. Dos orillas. Dieciocho puentes. Y un río sin agua que actualmente conforma el mayor jardín urbano de España, con una longitud cercana a los diez kilómetros. Los puentes del 9 de Octubre, Campanar, Ademuz, de las Artes, San José, Serranos, de Madera, de la Trinidad, del Real, de la Exposición, de las flores, del Mar, de Aragón, del Angel Custodio, del Reino, de Monteolivete, de L'Assut d'Or y de Astilleros son las grapas que unen ambos lados de la ciudad.
La periodista Almudena Ortuño, en el reportaje para Etiqueta Zero titulado Puentes, las costuras de València, realizó un análisis minucioso de cómo estos estructuraban o desestructuraban la movilidad de la urbe. Al preguntarle por la observación realizada para la pieza, explica que “antes del artículo nunca me había parado a pensar en que los puentes de València pudieran constituir un síntoma de la afección/desafección de la ciudad. A la postre son costuras entre las dos orillas del río Turia, que reconcilian el señorío del centro histórico con la prole de los barrios periféricos. Pero el caso es que los lazos siempre vienen con ataduras, y cuesta cruzar el Puente de las Flores sin recordar los dispendios en jardinería de Rita Barberá, o elevar la vista hacia l’Assut d’Or sin volverla hasta la época de la especulación en materia de construcción. Durante ella, todo sea dicho sea dicho, se gestaron buena parte de estas pasarelas, y por eso Giuseppe Grezzi, actual concejal de Movilidad, tiene a bien recordar que tenemos más puentes que París”.
“Habría que estudiar si, lejos de hacer un remiendo y aliviar la presión circulatoria, los puentes han fomentado el uso de más vehículos. Porque sobre ellos también pervive la disputa entre coches, peatones y bicicletas por el espacio público. Estoy con Fer Mafé en que el carril bici ya es una batalla ganada —aunque se haya quedado esquelético en el tramo del Puente de Ademuz-, pero quedan algunas contiendas finales: la adaptación a las personas con movilidad reducida y la peatonalización de los más antiguos. No tiene sentido que el puente de Trinitat, que data de 1491, siga soportando la carga del tráfico rodado. Para uno bonito que tenemos”.
La arquitecta Merxe Navarro relata en su serie de artículos publicados en Brutalment Valencià bajo el título Historias del río cómo fue la configuración inicial de los puentes que cruzan el cauce: “A lo largo de la historia del Turia el principal motivo por el que se fueron transformando los puentes que lo atravesaban a su paso por Valencia eran las riadas que se sucedían con los años. En el caso del puente del Real su conversión a puente de piedra no fue únicamente este motivo sino también el que formara parte del recorrido de la boda entre Felipe III y la Reina Margarita celebrada en Valencia en 1599. Este acontecimiento también cambió su nombre de Puente del Temple por el de Puente del Real. Su ubicación en la ciudad, a caballo entre el centro de la ciudad y la salida norte de la misma sería otro factor determinante no sólo en este momento sino también más adelante para sufrir otra profunda transformación”.
Respecto al puente de Serranos cuenta que en él “el gótico civil valenciano vuelve a brillar (…) Uno de sus usos era para la entrada de nobles, visitantes ilustres y reyes razón por la que el trabajo de los arcos góticos y otras decoraciones como escudos esculpidos en la piedra caliza que lo decoran en la cota inferior sin olvidar los elementos propios de una construcción militar”.
“Este, junto con el puente de la Trinidad, sufrió la gran riada de 1517. En el caso del puente de la Trinidad sólo tuvo unos pequeños desprendimientos, en el Puente de Serranos fue necesaria su sustitución completa en 1518. En este caso la obra fue llevada a cabo por la Junta de Murs e Valls empresa responsable de salvaguardar a la ciudad de las riadas mediante construcciones defensivas. Constituido por 8 arcos de mediopunto de luz similar salvo en los extremos, machones de formas apuntaladas para facilitar el paso del agua y una calzada de tierra”.
“El puente de San José es el punto de acceso de los habitantes que entraban en la ciudad de Valencia desde Cuenca por la vía embrionaria de la actual CV-35. Los primeros restos hallados son de un puente de madera de 1383. El actual se considera uno de los ejemplos de la arquitectura civil valenciana del siglo XVII”.
“Como su nombre indica el Pont del Mar era el instrumento para cruzar el cauce en dirección al mar y al puerto. A pesar que las primeras referencias del puente primitivo de madera datan de 1425 cuando se realizan unas operaciones de reparación de los soportes, el Puerto de Valencia comienza su actividad por gracia del Rey Fernando el Católico en 1483. Desde entonces sufre numerosas reparaciones y modificaciones a causa de las riadas que arrasan el cauce en la época de lluvias. Gracias al esbozo que se entrevé en el plano de Valencia, datado en 1563 y realizado por el paisajista belga Anton Van Den Wyngaerde en su recorrido por la península, podemos intuir una construcción mixta de soportes conformados por sillares de piedra sosteniendo un tablero de madera”.
“La riada de 1957 no fue la única que hizo tomar decisiones drásticas al Consell de la Ciutat respecto a nuestro cauce; tras las constantes reparaciones y con la riada de 1591 se tomó la determinación de rehacer el puente enteramente en piedra. La ubicación de la reconstrucción se determinó como punto medio entre el convento de los Trinitarios del Remedio y los Frailes de San Juan ya que ambos reclamaban la cercanía del nuevo puente”.
La València de inspiración brutalista surge en puentes como el de las Artes, que conecta Guillem de Castro con el barrio de Les Tendes. Construido entre 1993 y 1998 por la sociedad Carlos Fernández Casado, es un caso más de un puente pensado para el transporte motorizado que destaca por el uso de hormigón desnudo que lo ancla al césped del jardín del Turia.
El puente de L'Assut d'Or, de malnom ‘el jamonero’, es una de las construcciones más recientes que conectan ambos lados de la ciudad. Construído entre 2004 y 2008, es otra de las muestras del cuestionado arquitecto Santiago Calatrava. Sus tirantes de hormigón blanco y acero están presentes a lo largo de la estructura que ocupa 180 metros de longitud y 39 metros de ancho. Su mástil curvado de 125,62 metros de altura lo convierte en la construcción más alta de la ciudad. Los 29 cables en forma de arpa sirven, entre otras cosas, para acoger hasta seis carriles para el tráfico rodado, siendo una muestra más de la arquitectura pensada para el automóvil.
L'Assut d'Or no es el único puente de aquel período de València. En diciembre de 2002 se inauguró el puente de las Flores, cuyo razón de ser era crear un pontón nuevo para sustituir al cercano Puente de la Exposición, que iba a ser cambiado por otro de nueva planta. Mientras se edificaba el nuevo puente de la Exposición, se contruyó esta infraestructura que se justifica por la letra del himno de la ciudad.