Seniors y Juniors almuerzan juntos

Juan Carlos Iñesta e Inma Carpena: motivos por los que apostarlo todo al futuro de la cerámica 'made in València'

Ceramista y artista, artesano y diseñadora. Maestro y pupila. Se conocieron en el ‘hub’ de la cerámica que es Manises, hablando de ensaladeras. Ya han superado esa fase.

25/08/2018 - 

VALÈNCIA. Tostada, cruasán y cerámica, mucha cerámica alrededor. Como si se tratase de un capítulo de Celebrities, los que están almorzando juntos ven piezas cerámicas donde el común nada ve.

Ceramista él, diseñadora ella, Iñesta y Carpena conectaron cuando una junior llamó a la puerta del senior para aprender a su lado. La diseñadora quería desenvolver su vocación más artística a través de la cerámica. El patriarca de la cerámica moderna la acogió, como a muchos otros cada año, cerca del torno y el horno. 

En el ‘hub’ reinventado que es Manises las relaciones entre aprendices y maestros se solidifican tras lentas cocciones. Se está moldeando una época con visos dorados en la que la cerámica hecha en València aspira a ser emblema de artesanía, de diseño, de marca propia. 

Iñesta juega a quitarse -o ponerse años- porque en una entrevista sugirieron que era un hombre del que no se sabe si es joven o mayor. Se ve a la legua que es las dos cosas.

La cerámica definitivamente es un conductor esencial de un relato, el que conecta legado con futuro, el que combate el inmovilismo con progreso y pizcas de innovación, y diferencia agarrándose fuerte a la raíz.

Juan Carlos Iñesta, 1971

Inma Carpena, 1988

Juan Carlos Iñesta: Me pillas trabajando para un restaurante que abre en València en septiembre. 450 platos.

Inma Carpena: A a mí con un futuro estudio que hemos creado tres diseñadores, con muy buena sintonía con Juan Carlos, y alrededor de DoManises. Una vuelta más a la artesanía desde el diseño de producto.

Juan Carlos Iñesta: DoManises es donde viene la gente a hibridar aunque no sepa que estamos hibridando. No sé si es el barro, que engancha mucho.

Inma Carpena: Es que debe haber un vínculo entre diseño y artesanía.

Juan Carlos Iñesta: Hay poca gente como Inma que te diga: quiero hacer esto y quiero que me enseñes.

¿Cómo os conocísteis?

Juan Carlos Iñesta: Inma me llamaba a menudo, ¿puedo ir ya a hacer las prácticas?

Inma Carpena: Un sentimiento poco explicable de querer probar. Quería desvincularme del trabajo habitual en un estudio de diseño, poder hacerme a un medio que no controlaba.

Juan Carlos Iñesta: Lo que quiero hacer es ensaladeras, me decía.

Inma Carpena: Lo primero que te viene cuando piensas en cerámica son piezas funcionales como ensaladeras. Ahora es lo único que no quiero hacer.

Juan Carlos Iñesta: Trabajo con el CEU, con la EASD, colaboramos con la UPV. Es continúo el paso de gente que viene a desarrollar sus proyectos. Lo malo es que cuando están formados se tienen que ir, aunque luego intentamos contar con ellos. Nuestra filosofía es: hacemos lo que quieras, porque así consigo ir por caminos distintos siempre. Inma es un caso singular, porque busca todavía otro giro, aunque no me deja tirar nada… a todo le ve un uso.

Inma Carpena: Con piezas maravillosas olvidadas entre polvo hemos podido sacar nuevos tótems que son especiales.

¿Qué te atraía de la cerámica antes de querer hacer ensaladeras…?

Inma Carpena: Sabes que me gusta trabajar con las manos. Y el concepto de artesanía me atraía especialmente. No sabía qué iba a pasar.

Juan Carlos Iñesta: La persona necesita encontrar puntos más terrenales más allá de la nube, nos provoca un poco de nostalgia. Trabajar con cerámica es un poco creerse Dios, porque a partir del barro puedes hacer tanto. Es una cocción, esmaltas, pones al horno… o controlas ese proceso o no sacas nada, pero cuando lo sacas has generado algo nuevo, resistente, inalterable.

Y si algo va mal, nada de lo que has hecho sirve.

Inma Carpena: Cuando estás ante un ordenador puedes prever lo que va a pasar. Pero con la cerámica puedes creer que todo va bien y acabar mal.

Juan Carlos Iñesta: En un proyecto hace un tiempo el proveedor de la pasta hizo un ajuste para mejorar pero en lugar de mejorar, deformó.

Inma Carpena: Nos dimos cuenta que generaba una textura de celulitis que nos encantaba. Sin el error no lo hubiéramos descubierto.

Juan Carlos Iñesta: El error aporta el aprendizaje, pero la clave del ceramista es tenerlo todo apuntado. Porque si falla y está bueno, ¿cómo lo repites?

¿Un antídoto contra la velocidad?

Inma Carpena: Te fuerza a esperar. Es casi un proceso de meditación. En el diseño casi siempre sabes cómo va a salir antes de que salga, pero con la cerámica aprendes a ser paciente. Juan Carlos siempre me ha dicho: espera, no te pongas nerviosa. Es increíble que hacer un objeto te aporte tanto...

Juan Carlos Iñesta: Cuando con tres o cuatro años una monja en la guardería le dijo a mi madre “apúntalo a dibujo”, yo ya lo escuché, y con seis años empecé con la arcilla, descubrí que si se cocía era cerámica, y ahí ya vi las posibilidades increíbles que había. Me di cuenta que podía hacer de todo. Me inculcó una mentalidad de inventor. Tiene el problema de la contracción, del fuego, pero permite pensar como un arquitecto, un escultor, un pintor… Por eso no tiene sentido que se le considere un arte menor.

¿Por qué buscar la innovación en la cerámica y no seguir con las formas tradicionales?

Juan Carlos Iñesta: Para dedicarme a la cerámica más innovadora me ha ayudado que, aún siendo de Manises, no tenía precedentes en mi familia. Eso me permitió no tener lastres heredados, poder hacer otras cosas. Aunque sin los que siempre lo han hecho igual, se perdería la raíz.

Inma Carpena: Pero si solo están los que siempre lo hacen igual, al final se acaba. Hay un cambio muy grande, también asociado a la cerámica, como rechazo al legado de la Revolución Industrial, el todos iguales, todo perfecto, impersonal. Hay una mirada más local. Como diseñadora me veo obligada a mirar de otra forma la artesanía. Le leía a Ramón Arnau en estas entrevistas decir que la artesanía no puede ser solo un souvenir. Somos valencianos y no hacemos solo tacitas.

Juan Carlos Iñesta: Diferenciación. Hay un mercado grande cuando te diferencias y le pones cara a lo que haces, eso supone darle valor. Mi mercado antes era de 45 a 60 años, ahora es de 25 a 40 años. La gente joven se ha dado cuenta que puede tener piezas valiosas cercanas.

Inma Carpena: Por fin queremos ver que local no significa anclado al pasado. Próximamente voy a exponer en Plastic Murs con artistas que van más allá de un lienzo y reflejan su arte sobre cerámica. La mayoría son valencianos. Hay un barco muy potente que ya ha salido al mar.

Juan Carlos Iñesta: Ahora falta el reconocimiento de lo difícil que es la cerámica, tener en cuenta lo que cuesta, porque eso elevará el valor.

Inma Carpena: No se sabe lo complicado que es. Para la colección IKI, mi proyecto final de la escuela, hacía piezas cerámicas centradas en elementos típicos de las familias japonesas. Pero sucedió…

Juan Carlos Iñesta: El problema fue que marcaba una temperatura pero luego en el horno se deformaba y nos obligó a repetirlo todo.

Inma Carpena: Me hizo vomitar, habíamos trabajado mucho y ver, al abrir el horno, que todo estaba mal...

¿Qué explica el inmovilismo que acabó con la potencia cerámica valenciana?

Juan Carlos Iñesta: Hay talleres de cerámica en los que nunca me han dejado entrar. Hay cierto oscurantismo, secretismo, que no me lo copien. Pero al mismo tiempo sé que hay gente que ha descubierto fórmulas como el reflejo metálico y si se copian otros lo que él vende se rebaja muchísimo el precio. Por ahí lo entiendo, pero esta hibridación que ahora comienza la podíamos haber tenido desde hace muchos años. Debíamos entender que si esto que tú haces, yo lo hago igual, al final no comerás ni tú ni yo. Con 17 años abrí mi primer taller, sin agua ni luz, torneaba en el barrio de producción cerámica más importante de Europa, Manises. Como no tenía horno, mis piezas las llevaba a un horno próximo, y veía que cuando volvía a por ellos tenían diez igual, las habían fusilado. El problema es que las hacen igual, pero siendo peor. Como el refrán de Manises: “que parega però que no siga”. Imito el producto, tiro el precio por los suelos, hago que el otro no coma y acabo por no comer yo tampoco. Pero me dio vida que con 17 años me copiaran, me motivó.

Inma Carpena: Ya comenzaban a ver que lo que tenían entre manos no era suficiente.

Juan Carlos Iñesta: A principios de los 90 comenzaba a imperar el todo a cien. Todo valía, daba igual la calidad de la cerámica. Eran doscientas empresas produciendo en Manises, ahora solo quedamos apenas cuatro.

Inma Carpena: Han quedado las que se han adaptado a nuevas formas.

Juan Carlos Iñesta: Y quienes han hecho muy muy bien lo de siempre.

De doscientas a cuatro… 

Inma Carpena: Hace veinte años daba más prestigio comprarte una mesa de una gran superficie que del carpintero de tu barrio. Daba más caché. ¡Qué pasaba con los suelos hidráulicos, que la gente los tapaba! Se entendía lo artesano por peor, por poco aspiracional. Tengo la esperanza de que le hayamos dado la vuelta a todo eso.

Juan Carlos Iñesta: Seguimos sin valorar el trabajo de tanta gente con sus manos. El diseñador, sin embargo, ha entendido que con la cerámica no tiene que invertir mucho dinero con los moldes, a diferencia de lo que ocurre con el mueble. Así que hace 30, 40 piezas, ya es diseñador y luego a ver si se vende. Inviertes poco y si funciona haces mil piezas. Quizá está mal que lo diga.

¿Una recomendación de senior a junior y de junior a senior? 

Inma Carpena: Venga, dame un consejo.

Juan Carlos Iñesta: Sigue tu línea. Inma lleva una parte decorativa que es horrorosa pero me flipa. Horrorosa pero de horror. Bocas abiertas, gusanos… Mantener esa influencia la hace única. ¡Sigue queriéndome!

Inma Carpena: Me gustaría, Juan Carlos, que continues vinculando a generaciones.

Juan Carlos Iñesta: Somos el único taller cerámico que hace fiestas…


Inma Carpena: Que tengas esa paciencia, que aún siendo senior seas junior, porque sin un senior junior qué haría yo.

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