La editorial Reservoir Books publica en castellano el polémico ensayo de la socióloga feminista Orna Donath sobre el tabú de las madres arrepentidas
“Soy una madre fantástica, en serio, soy una buena madre. Incluso me avergüenza decirlo. Soy una madre para la que sus hijos son importantes, los quiero, leo libros, busco consejo profesional, intento hacer lo posible por darles una educación mejor y mucho amor y cariño. Pero odio ser madre. Lo odio. Odio este papel, odio ser la que tiene que poner límites, la que tiene que castigar. Odio la falta de libertad, la falta de espontaneidad. Las restricciones que supone, el hecho de que sea así…”
Sophie (madre de dos hijos de 1 y 5 años)
En las últimas décadas, las investigaciones en el campo del feminismo han allanado el camino en muchos ámbitos relacionados con la maternidad: ya podemos hablar (casi) sin tapujos del aborto, de la depresión post-parto, de las mujeres que eligen consciente y voluntariamente no tener hijos, o del hecho de que la responsabilidad de la crianza no debe recaer únicamente en una parte de la balanza. Ya se empieza a interiorizar incluso que existen las llamadas “maternidades alternativas". Sin embargo, cuando llega el momento de hablar de las mujeres que se arrepienten de haber tenido hijos, el debate decae porque nadie quiere escucharlo. Es, quizás, uno de los mayores tabúes que permanecen en pie en este campo del conocimiento sociológico.
Nadie, excepto las aludidas, quiere oír hablar de las madres que desearían no serlo, DESPÚES de conocer la experiencia. Y sin embargo, haberlas, las hay. ¿Por qué se silencia o se condena a las madres arrepentidas? ¿Por qué la sociedad tiende a interpretar este sentimiento humano como el arrebato visceral e impulsivo de mujeres defectuosas, egoístas, infantiles o de cordura dudosa?
Este jueves llega a las librerías un título que levantará ampollas al tratar de dar respuesta a este tipo de preguntas. Al menos así lo ha hecho en países como Noruega, Suecia, Finlandia, Austria y Alemania, donde su publicación ha suscitado debates abiertos en redes sociales y revistas culturales.
La socióloga israelí Orna Donath, autora de Madres arrepentidas. Una mirada radical a la maternidad y sus falacias sociales (Reservoir Books), se apoyó en el testimonio de 23 mujeres para realizar su estudio. Algunas laicas, otras creyentes; algunas jóvenes madres, otras ya abuelas; algunas con alta formación académica, otras tan solo con la básica. Algunas relataron que se vieron abocadas a la maternidad por la presión social o familiar; otras se dejaron “llevar por la corriente” o decidieron quedarse embarazadas con una ilusión que luego perdieron. En lo que todas ellas coincidían era en el amor a sus hijos, a los que consideran personas maravillosas. El problema no son ellos, sino la maternidad en sí misma. El dolor procede del peso de ser responsable de sus vidas; de observar, echando la vista atrás, todo aquello a lo que han tenido que renunciar al “pagar su deuda con la naturaleza”. Y en el hecho de que es irreversible. Las entrevistadas no solo hablan de pérdida de libertad, sino del sufrimiento derivado de consagrarse a una vida que consideran abrumada por las preocupaciones y una forzosa implicación total a nivel emocional y cognitivo. Es recurrente en ellas el relato de una sensación de alejamiento, de falta del propio ser.
A lo largo de 250 páginas, Donath trata de analizar las razones últimas del arrepentimiento y de su permanencia en la conciencia de la mujer a lo largo de su vida, incluso cuando sus hijos ya son adultos. Pero sobre todo, indaga en otra de las raíces del problema: los cánones sociales que dibujan la maternidad como un lugar donde evolucionar y completarse; un paso seguro hacia la plenitud. Para la autora, la sociedad neoliberal y capitalista, que se basa en el espíritu de progreso, ve en el arrepentimiento un fallo inconcebible del sistema. También apunta hacia la moralidad judeocristiana, cuando señala que “a las buenas madres se les exige que quiera a todos y cada uno de sus hijos sin objeción ni condición alguna (…) y que, si su camino no se ve cubierto de rosas, se predisponga a gozar del sufrimiento que dicte su situación, siendo como son los tormentos algo necesario e inevitable en el transcurso de la vida de las madres”. No es de extrañar, añade, que “en una sociedad que atrapa así a las mujeres en una maraña de interminables expectativas idealistas, imposibles y contradictorias, aquellas que no se contentan con la maternidad como la mejor cosa que les ha pasado en la vida sufran al verse como personas cuestionables”.
El asunto molesta porque causa extrañeza y dolor –la reproducción no deja de ser nuestra única guía de supervivencia como seres humanos-, pero ¿acaso sirve de algo silenciarlo?