Islandia tiene un estado de bienestar modélico. La actualidad informativa de esta semana, con el escándalo alrededor de su Primer Ministro, junto a la serie estrella de su televisión pública, Ófærð (en Gran Bretaña titulada como Trapped), muestran su cara más oscura, con la mentira y las inclemencias meteorológicas como protagonistas
9/04/2016 -
09/04/2016. VALENCIA. Los islandeses tienen una sociedad envidiable según los rankings que evalúan su calidad de vida. Son ciudadanos felices, cultos, tienen una educación y sanidad pública ejemplar, no tienen ejército, su medio ambiente está limpísimo, y no contabilizan apenas crímenes (uno cada 6 u 8 años). Sin embargo, después de esta semana parece que algo falla. Las noticias sobre su actualidad política y económica cualquier día les mata de un susto.
El país nórdico asentado sobre una isla con más de 200 volcanes, va de erupción en erupción, pero no precisamente de lava. La última, los papeles de Panamá. La ocultación de inversiones millonarias en paraísos fiscales se han llevado por delante, no sabemos todavía si de forma temporal o definitiva, al Primer Ministro del país, Sigmundur Gunnlaugsson.
Resulta que el líder islandés había adquirido las mismas malas costumbres que algunos especímenes que pululan por España. Según los documentos, en un claro conflicto de intereses, se demostraba que su esposa Anna Sigurlaug posee una sociedad, de la que antes fue socio hasta que le vendió su parte a ésta por un dólar, con más de 3,6 millones de euros de capital, que resulta ser acreedora de la deuda emitida por los bancos que quebraron en la crisis del 2008. Es decir, los islandeses le debían dinero a su mujer y le estaban pagando por ello desde entonces, mientras el marido velaba (sic) por los intereses de sus conciudadanos.
Durante aquel 2008 el país sufrió un colapso económico, los bancos quebraron debido a una larga lista de mentiras financieras, y desde entonces los ciudadanos de Islandia estaban pagando una enorme deuda. Una losa que pesaba sobre la economía de los hogares, y que les llegó, como les llegan las cosas últimamente a los islandeses, como un alud: atrapándolos de sopetón, con enorme fuerza y violencia destructiva.
La fuerza de la naturaleza de Islandia, primer antagonista de la serie
La naturaleza puede ser nuestro enemigo más implacable. Un antagonista con el que no se puede negociar ni vencer, sino simplemente ser capaz de sobrevivir a él. En el pueblecito de Seyðisfjörður conocen bien su significado. La localidad de dos mil habitantes es uno de los fiordos más hermosos de Islandia. Hasta hace pocos años, que el gobierno islandés construyó muros de contención alrededor, los aludes causaban tragedias con decenas de muertos. Situada al noreste de la isla, la bellísima población soporta además constantes temporales durante el invierno que les deja aislados por carretera, mar y aire.
A estas alturas, entre tanto volcán, alud, fenómeno tormentoso, dimisiones del gobierno, corralitos y demás noticias sobre su economía, cabe preguntarse cómo pueden ser tan felices e idílicos los islandeses con semejante panorama. ¿Qué les echan en el Colacao para no vivir al borde de un infarto? ¿Qué CIS mundial hace estas estadísticas para no dar ni una? Pues espérense, que todavía falta un cadáver.
La climatología de Seyðisfjörður es el primer personaje clave de Ófærð (Trapped), la serie más ambiciosa hasta la fecha producida por la televisión islandesa RÚV. Las consecuencias del duro invierno aparecen desde el primer instante, casi en paralelo a la aparición de un cuerpo mutilado en las aguas del fiordo. Un muerto de identidad desconocida que coincide con la llegada del ferry desde Dinamarca.
Una víctima, tres policías, un temporal y un asesino suelto
El jefe de la policía local Andri Olafssun (Olafur Darri Ólafsson) debe afrontar el caso con la ayuda de sus dos oficiales, Hinrika (Ilmur Kristjansdottir) y Ásgeir (Ingvar Eggert Sigurdsson), mientras esperan la llegada de refuerzos de la policía central de Reykjavík. Pero el mal tiempo lo complica todo. Un fuerte temporal de nieve les deja atrapados durante más de una semana. Nadie puede entrar ni salir, y entre ellos hay un asesino suelto.
¿Dónde está Wally?
La mayoría de los crímenes no los provoca la naturaleza, sino el hombre. Tras una semana de escándalos económicos y del visionado de esta ficción, uno se preguntaría entonces si los islandeses están rodeados de mentirosos patológicos. Viendo la serie no le queda a uno ni la más mínima duda: están todos en Islandia.
Con la investigación llevada a cabo por los policías liderados por Andri Olafssun, durante los diez episodios que conforman la temporada no vamos a asistir a un whodunit, como en inglés llaman a este género que significaría “¿quién lo ha hecho?”, y que todos identificamos perfectamente si les cito la mítica Diez negritos de Agatha Christie, el Cluedo en el que hay que resolver un enigma a través de un rompecabezas y van haciéndose sospechosos todos sus personajes, uno por uno. En Ófærð (Trapped) presenciamos un nordic noir mezclado más bien con un “¿quién no ha roto un plato?”.
Mi recomendación, por tanto, es que casi mejor dediquen el visionado a buscar dónde está Wally, el único que no miente, entre la recua de personajes que aparecen en la historia, porque la gran mayoría van a sacar sus trapos sucios, como ha ocurrido con su Primer Ministro y esposa, dejando las estadísticas de Islandia a la altura del betún. Mejor es asumirlo desde el primer minuto, porque así no les parecerá tan excesivos los últimos episodios. ¿Qué más da quién lo hizo, con lo calentito que está uno en el sofá viendo nevar en el televisor con una serie estupenda y unos islandeses matándose entre ellos, cuando en Islandia no ha habido un crimen en lustros, y algunos en la serie se disparan a escopetazos, cuando allí no hay muertes por arma de fuego? Es ficción, estúpido. Es un nordic noir y punto. Puro entretenimiento adictivo. No hay que darle más vueltas.
Porque Ófærð (Trapped), pese a no ser ni mucho menos una serie redonda, principalmente en cuanto a la proporción de historias tremebundas en un pueblo tan pequeño, tiene todos los ingredientes para cautivarles si les gustan las series de crímenes noir: nieve, jerséis gordos, pelos desaliñados, señores que cuando hablan no se les entiende nada, una muerte violenta y cierta sensación de claustrofobia.
Un éxito internacional
La producción se ha emitido ya con bastante éxito en Noruega, Finlandia, Suecia, Irlanda, Alemania, Francia y en la británica BBC Four, todos coproductores de la serie, mientras que en Estados Unidos los derechos de distribución han sido comprados por la compañía Weinstein.
El protagonista Olafur Darri Ólafsson se ha convertido en el nuevo Paul Newman versión osezno entre el público femenino, en el que me incluyo. Un protagonista que cuando vuelve del trabajo después de descubrir un cadáver, y luego otro, y otro más, se bebe un vasito de leche y a una le entran unas ganas irrefrenables de acompañarlo hasta la cuna y cantarle una nana.
Porque no sé si sabrán que, según las estadísticas, una amplia proporción de islandeses tienen problemas con el alcohol, razón por la que hasta 1989 la cerveza estuvo prohibida. No es descabellado deducir entonces cuando uno ve los sorprendentes vasos de leche en escena que seguramente existirá en Islandia una Comisión Nacional de Mercados y Competencias (CNMC), como hay en España, que velará porque en su televisión pública ningún personaje, por muy noir que sea, y tenga mucho sufrimiento interno, beba ni una gotita de alcohol, ni una cervecita siquiera, al menos una 0,0%. No vaya a ser que a alguien se le ocurra revisar los rankings sobre la calidad de vida del país y les de por encender el televisor para comprobarlo.
Décadas antes de Stranger Things, Richard Ayoade, el mítico Maurice de The IT Crowd (Los informáticos) creo una de las mejores series de humor inglés de la historia. En ella pretendía burlarse y parodiar todos los clichés de la televisión de los años 70 y 80. Era una serie de hospitales, pero los médicos resolvían misterios paranormales como se liaban a tiros con recortadas o hacían artes marciales. Mientras, se abrían las puertas del infierno y ojos con patas querían sodomizar a los pacientes. Y todo contado como telenovela melodramática