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Oklahoma, análisis 25 años después del mayor atentado supremacista en EEUU

Un cuarto de siglo más tarde, un documental analiza el atentado de Oklahoma a manos del supremacista Timothy McVeigh, con un relato pormenorizado de la vida del terrorista. Un estudio sobre los hechos y la doctrina que le condujeron a la paranoia de que debía causarle el máximo número de víctimas al Estado

27/05/2017 - 

VALÈNCIA. En la primavera de 2001, el debate en las noticias de internacional era sobre algo tan viejo como la pena de muerte. En Estados Unidos se iba a ejecutar al terrorista de ultraderecha Timothy McVeigh, autor del atentado de Oklahoma contra un edificio de oficinas de seguridad del Estado, FBI, DEA (Agencia antidroga) y de reclutamiento de las Fuerzas Armadas. Murieron 168 personas, entre ellas 19 niños de la guardería del edificio y tres mujeres embarazadas. Hirió a 700.

Con gran atención mediática, un 11 de junio se le aplicó la inyección letal ante 200 supervivientes y familiares de las víctimas que pudieron seguir la ejecución por un canal cerrado de televisión. El 11 de septiembre de ese mismo año, se producía el atentado de las Torres Gemelas en Nueva York y contra el Pentágono en Washington y el terrorismo ultraderechista estadounidense pasó a un segundo plano. Al pasado remoto.

Barak Goodman, documentalista de extensa trayectoria, fue productor durante cinco años de Frontline, el programa de documentales de periodismo de investigación de la televisión pública estadounidense. Ha estado nominado al Oscar y en Sundance por trabajos de este género. Sus documentales han sido críticos con su país. El de Scottsboro analizaba el caso de unos jóvenes negros que fueron acusados falsamente de una violación en los años 30 y llegaron a estar condenados a muerte, aunque no se les ejecutó al conocerse las irregularidades del caso. O el de la masacre de My Lai, en la guerra de Vietnam, un asesinato en masa perpetrado por soldados estadounidenses en un poblado en el que no habían encontrado miembros del ejército norvietnamita.

Ahora Goodman ha presentado 'Oklahoma city', un pormenorizado estudio del citado atentado que indaga sobre todo en las causas que lo motivaron o inspiraron. Los autores de la masacre tomaron como enemigo al Estado, ese edificio fue su representación y su intención -comprobada- fue la de causar el mayor número de víctimas. Goodman trata de explicar cómo llegaron a ese estado de paranoia o delirio.

En aquel entonces, el "domestic terrorism", llegó a ser la mayor preocupación de seguridad de Estados Unidos. Y como explicó Fernando Reinares en su libro sobre el 11M en Madrid, '¡Matadlos!' (2014, Galaxia Gutenberg) la venganza forma parte de la motivación de muchos atentados terroristas. La mera venganza. El de Madrid, según su investigación, fue por la detención de un comando de Al Qaeda años antes en España, el que estaba relacionado precisamente con el atentado contra las Torres Gemelas. En el caso de McVeigh, fue la matanza de Waco, la de la secta de davidianos que se inmoló rodeada por el FBI. De hecho, el día elegido fue el mismo, un 19 de abril

La biografía de McVeigh que aparece en el documental es lo que más llama la atención. No hay episodios especialmente traumáticos como para que la persona adopte un radicalismo de tal magnitud como para llevar a cabo un atentado indiscriminado con el fin expreso de matar a cuantos más, mejor. El episodio sobre su vida comienza con un vídeo en el que aparece en las inmediaciones del cerco de Waco. Ha visto las noticias, se ha presentado allí y ha colocado su propaganda ultraderechista. Le entrevistan y se queja del gobierno, que les persigue solo por su legítimo derecho a tener armas.

Él de pequeño las amaba, le enseñaron a quererlas. Fue un niño coleccionista de tebeos de superhéroes, lo cual es normal, pero de adolescente se pasó a la revista Soldier, lo cual ya no lo es tanto. En el colegio le apodaban "Noodle" (bobo), decidió enrolarse en el ejército y ahí, sin embargo, fue muy popular. Dice el narrador "allí era como un niño en una tienda de caramelos". Fue enviado a Irak y allí empezó su transformación. Cuando mataba soldados enemigos como francotirador, decía no entender por qué lo estaba haciendo. No comprendía las causas. Se desmoralizó, se sintió como un extraño y decidió abandonar el Ejército.

A la vuelta, no encontró un trabajo como él esperaba tras haber sido un soldado con experiencia. Eso le hundió. No tuvo novia y con lo que se empezó a consolar fue con la ideología. En este caso, la derivada de interpretar la realidad a través de conspiraciones. En medio de la empanda mental, un libro le impactó, Los diarios Turner, editados por la organización supremacista blanca Alianza Nacional. Eran obra de su número uno, William Luther Pierce.

En una distopía futurista, situada 2099, se desencadena una guerra racial. Comienza cuando el gobierno confisca las armas a los civiles estadounidenses y los que se resisten pasan a la clandestinidad. Desde ahí, su objetivo es acabar con el gobierno, atentan contra sus instalaciones e incluso meten una bomba atómica en un avión que estrellan contra el Pentágono en una misión suicida. Imaginen las primeras caras de los que conocieran este argumento el 11S.

McVeigh se obsesionó con esta historia. Pero también los sucesos de Ruby Ridge. La muerte de los miembros de la familia de Randy Weaver, otro veterano de guerra que había "huido" de la civilización y criaba a sus hijas sin electricidad ni agua corriente, en mitad de una montaña en el bosque y en el más profundo fundamentalismo religioso. Tenía una que presentarse en un juzgado acusado de haber vendido armas irregularmente, no lo hizo y, cuando fue a ser reclamado in situ, el encuentro acabó con un fatal tiroteo. Murieron un sheriff, la mujer de Weaver y su hijo.

Las imágenes del cerco de Waco le causaron la misma impresión. Allí la policía, en el cerco, le puso a los davidianos música de Nancy Sinatra por las noches con altavoces. Se les cortó el agua y la luz, con tanques destrozaron todos los coches caros del líder davidiano, David Koresh, hasta que finalmente intentaron el asalto introduciendo gas en el edificio echando abajo las paredes con carros blindados. Ese fue el momento en el que los davidianos decidieron prenderle fuego a todo y morir. Para McVeigh eran héroes perseguidos por el Estado. El origen del conflicto fue similar al de Ruby Ridge, una redada por tenencia ilegal.

Ambos sucesos generaron toneladas de textos y vídeos con teorías conspirativas. McVeigh las consumió sin descanso y terminó creyendo que pronto el gobierno iría a por él. Hay una reflexión que resume la utilidad de este cuidado documental, cuando se pregunta al final si él solo era el culpable de lo que sucedió, si su ejecución no sería una forma de absolver al movimiento ultra del que formaba parte. Él fue una creación del movimiento supremacista, sentencia. Una conclusión evidente, aunque no podemos sacar de la ecuación ni el problema de las armas ni el de la prepotencia de los cuerpos de policía estadounidense, que por esas mismas fechas, como contamos recientemente, también incendiaron Los Angeles.

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