VALÈNCIA. Uno de los grandes retos del arte es interpretar el vacío. Dar forma a la nada más absoluta que convive entre una gama de colores, a través de formas abstractas o con el simple reflejo de un cuadro. Este reto es al que se enfrenta el artista Pablo Quesada (València, 2001) en Trames, su exposición individual en el MuVIM en la que reflexiona sobre “expresar el vacío” a través de sus lienzos. Lo hace de la mano del comisario Víctor Zarza, quien en la hoja de sala reconoce la ambiciosa motivación del artista y valora cómo construye su propio lugar en el mundo gracias a su obra: “Ante aquello que resulta imposible percibir su propuesta pasa por materializarlo a través de una compleja trama pictórica. Trama que se presenta a modo de hipótesis antes que como simple constatación de un fenómeno físico”, añade Zarza sobre el estudio de Quesada, que se desarrolla en un plano más onírico que científico.
Nueve lienzos cuelgan en la sala Jerónima Galés para dar vida al universo invisible de Trames, muestra que según Amador Griñó -jefe de exposiciones del MuVIM- desvela un espacio que intenta captar el movimiento, el ambiente, el ruido y la interpretación de lo que no es figurativo: “Al final en la obra está la mirada del artista, la que se expresa en el cuadro y la del espectador. Todas estas realidades se desarrollan dentro de un mismo lienzo, que responde más bien a algo intuitivo sobre el propio espacio”, añade Griñó sobre esta exposición en la que Quesades se lanza al vacío con sus obras. El artista añade que en sus cuadros busca analizar el espacio como elemento clave en el desarrollo de la vida: “Pongo el valor el espacio en relación con las situaciones sociales, con las personas y con todo tipo de situaciones. Parto de situaciones íntimamente figurativas para hablar de los ritmos, de la identidad y de los ritmos”, reflexiona.
Los lienzos se apoyan en una videoinstalación que da la bienvenida al espectador a la sala. Se trata de un vídeo titulado Ondas en el que se puede ver una piscina, varios árboles siendo azotados por el viento y algunas manos entrometiéndose en espacios antes vacíos. Quesada recuerda el comienzo de su proyecto a través de estas imágenes: “Yo empecé haciendo negativos de situaciones de mi día a día, empecé a pintar los espacios entre los cuerpos según el ritmo que me sugerían. Veo conexiones entre manos que giran, en el movimiento del agua, de las ramas de los árboles… me interesa hablar del ritmo de las situaciones más que del vacío para hablar del propio espacio. Lo que quiero contar es también el movimiento, el ritmo que se genera a través de este. También lo cuento según me apetece, comienzo con una base muy figurativa y empiezo a pintar con lenguajes que para mi son como ritmos”.
“Trabajo con la pintura abstracta y voy viendo poco a poco lo que me sugiere el cuadro, y veo cómo se generan todas las situaciones alrededor de este”, reflexiona mientras pasea por la sala. La guinda de la muestra la pone el propio espacio, la luz que entra en el gran cubo de cristal que da al exterior es perfecta para que se cuente el relato de Trames. Griñó explica la luminosidad del espacio aporta un factor que nadie controla: “El trabajo cambia gracias a la inflexión de la luz sobre las obras, los objetos y sobre su propia realidad. Que su obra se exponga en una suerte de cubo, una especie de vitrina, permite que su obra se preste a la situación que vive el visitante”, porque Quesada no puede controlar esa luz natural aunque si el espacio de lo invisible, que ahora toma cierta forma entre cuatro paredes.