VALÈNCIA. En las últimas semanas han coincidido en la cartelera dos biopics basados en la vida de dos mujeres cuyos nombres han pasado a la posteridad gracias a haber logrado por méritos propios alcanzar un gran reconocimiento dentro de sus respectivas parcelas laborales. Se trata de Paula Modersohn-Becker y Marie Curie.
Ambas tuvieron que luchar contra los convencionalismos de la época en la que vivieron dentro de una sociedad que no las tomaba en serio por el simple hecho de ser mujeres. No lo tuvieron nada fácil para demostrar su valía, y de eso, en parte, tratan sus respectivos biopics: de su constante batalla a la hora de imponer su presencia en un mundo que las condenaba sistemáticamente a la invisibilidad.
Ambas desarrollaron además el grueso de sus carreras en el bullicioso París de finales y principios de siglo, alejadas de su lugar de origen, por lo que fueron siempre consideradas como extranjeras. Paula, de procedencia alemana, terminó encontrando algo de libertad en el ambiente bohemio de la época. Marie, nacida en Polonia, intentó por todos los medios ser respetada en el círculo científico de la Universidad de la Soborna, a la que consiguió acceder como catedrática después de muchos esfuerzos.
Las dos películas nos sumergen en la efervescente atmósfera del momento. En Marie Curie conoceremos a personajes tan ilustres como Albert Einstein, mientras que en Paula acompañaremos a la protagonista por los cafés por donde desfilaron personalidades del mundo artístico tales como el escritor Rainer Maria Rilke y su esposa, la escultura Clara Westhoff (sus amigos personales), al mismo tiempo que tendremos acceso al famoso estudio de Rodin. Dentro de ese círculo, Paula pudo experimentar con su pintura y deshacerse de todas las restricciones creativas que le impusieron en la colonia de Worpswede donde se formó. En París pudo acceder a las obras de Matisse, Cézanne o Gauguin y gracias a esa experiencia se atrevió a desarrollarse de manera intuitiva a través del expresionismo en sus retratos. Su trayectoria, aunque fue muy corta (murió al dar a luz con 31 años), resultó de lo más prolífica y llegó a pintar 750 pinturas y un millar de dibujos, casi de manera impulsiva durante su etapa parisina.
El director alemán Christian Schwochow intenta adentrarse a través de esta película en las contradicciones de un personaje que deseaba con el mismo ímpetu ser libre y poder dedicarse a su trabajo y experimentar la maternidad. Fue valiente al dejar a su marido para poder dedicarse en exclusiva a la creación artística, pero las penurias económicas por las que atravesó le impidieron poder desligarse totalmente de él y vivir de una manera autónoma e independiente.
El caso de Marie Curie fue un poco diferente porque su trabajo sí que fue reconocido en vida, incluso con dos premios Nobeles. Sin embargo, al fallecer su marido tuvo que sacar adelante sola a su familia y demostrar que los méritos científicos de la pareja se debían en parte a su talento y su esfuerzo y no solo al de su esposo.
Al igual que ocurría en Paula, en este caso la directora Marie Nöelle también intenta explorar al personaje desde una doble vertiente: la que tiene que ver con su profesión y la más estrictamente personal. Pero lo hace desde una perspectiva mucho más feminista y reivindicativa, con referencias constantes y explícitas a las dificultades por las que tiene que atravesar el personaje en su camino en solitario a la hora de demostrar sus logros dentro del cerrado entorno científico de la época.
Así, Marie Curie tendrá que escuchar a lo largo de la película frases como: “Sin su marido no podrá llegar a nada dentro de la profesión” o “Una mujer jamás podrá acceder a una cátedra en la Soborna”, “Una mujer no puede trabajar y hacerse cargo de sus hijos”, “¿Las mujeres ahora quieren acceder a la gloria y al honor?” … y así sucesivamente.
En ese sentido, descubrimos a una Marie apasionada por su trabajo, entregada a él en cuerpo y alma, pero también a su familia, a sus dos hijas y a su educación. Ya que a las niñas no se les permitía estudiar física y química en la escuela, ella daba clases particulares para que los pequeños se familiarizaran con los aspectos básicos de la disciplina a partir de una experiencia directa. “Los niños no aprenden nada si se les intenta obligar a memorizar las cosas, necesitan más ejercicios prácticos”, dice en uno de los momentos del film.
Marie Nöelle nos muestra a un personaje de una rotunda personalidad, con las ideas muy claras, decidida, inteligente y profundamente moderna en todas y cada una de sus acciones y decisiones.
La película también escarba en las sombras de su vida personal, en la relación extramatrimonial tras la muerte de su marido Pierre Curie que mantuvo con el también científico Paul Langevin y que supuso un escándalo dentro de la sociedad al hacerse pública en los periódicos. Como denuncia en la película la propia Marie, nadie se encargó de juzgar a su amante porque era hombre, así que todas las culpas fueron a parar a ella. De nuevo la mujer, como chivo expiatorio de los pecados de la carne.
Paula y Marie. Dos mujeres adelantadas a su tiempo que tuvieron que lidiar con la mentalidad retrógrada de la época y dos películas que, a través de una mirada contemporánea, se encargan de resituar a estos dos personajes como figuras fundamentales y modelos en la lucha reivindicativa de los derechos de la mujer tanto del pasado, del presente como del futuro.