MADRID. Cerca de medio centenar de personas llenaron el pasado, jueves 22 de diciembre, la cueva de la librería Sin Tarima de Madrid para rendir homenaje a Ignacio Carrión, que falleció el pasado 8 de octubre en Valencia a los 78 años de edad. Participaron periodistas, ilustradores, editores y familiares.
Carrión, colaborador de la revista Plaza los dos últimos años de su vida, fue una de las figuras más destacadas del periodismo de las últimas décadas, autor de novelas –Premio Nadal en 1995– y libros de relatos y viajes, así como de unos diarios que describen de forma descarnada, incisiva e irónica su intensa peripecia profesional y humana. Corresponsal de la Agencia Efe y de Abc en Londres y del Grupo 16 en Washington, durante veinte años trabajó como enviado especial de El País por todo el mundo.
El periodista y corresponsal de guerra Plàcid García-Planas recordó la correspondencia cruzada en torno a una carta que le escribió siendo estudiante, cuando planteaba una tesis doctoral sobre la relación entre la literatura periodística y la novela. Recibió respuesta de Carrión pero García-Planas tardó 29 años en contestarle, y lo hizo para confirmarle el naufragio del periodismo que le había anunciado tres décadas antes: "La mayor parte de lo que se escribe es palabrería". Carrión incluyó estas misivas en su libro Cartas a Lola desde USA (Renacimiento, 2015) y García-Planas comentó en Sin Tarima que la carta de Carrión le acompañó durante muchos años y le hizo reflexionar, hasta que decidió contestarla.
Alfonso Armada, director del suplemento cultural de Abc y autor también compulsivo de diarios, dijo que los biógrafos nos hacen creer que la vida tiene lógica: "Pero es una gran falacia". Los diarios son intentos de calmar las angustias, la propia escritura actúa como terapia. "Cuando plasmas las angustias sobre un diario, las palabras las domestican".
El dibujante e ilustrador Alfredo (González), que viajó en numerosas ocasiones con Carrión, recordó varias anécdotas de su intenso trabajo juntos: desde una detención de la que le libró en la antigua URSS haciéndole pasar por un arquitecto que tomaba apuntes sobre las construcciones soviéticas hasta el viaje en la parte de atrás de un coche policial en una patrulla nocturna.
Otro de los ilustradores con los que trabajó, Raúl (Fernández), rememoró la frase que le dijo en el aeropuerto cuando iban a emprender un viaje juntos a Moscú en 1990: "Yo voy a escribir el mejor artículo de mi vida y tú vas a hacer los mejores dibujos de tu vida".
Sus dos últimos editores destacaron el talento literario y el sentido de la ironía del autor fallecido. Jesús Egido, editor de Reino de Cordelia, era un gran admirador de Carrión desde su época de estudiante. "No me interesa tanto la opinión como la información, e Ignacio era un gran reportero literario", dijo. Añadió que era un hombre muy trágico y muy divertido. Según Abelardo Linares, editor de Renacimiento, Carrión ofrece en sus diarios una visión muy ácida de la fauna literaria española. Destacó su lucidez y sinceridad: "Es el ejemplo de escritor que muere escribiendo".
Chus Duato, su segunda mujer, leyó algunos fragmentos inéditos de los últimos escritos de Carrión y señaló que escribía como si estuviera muerto, lo que el autor expresó en varias de sus obras. Para su hija, María Carrión, no fue un padre convencional: "Nos trataba como si fuéramos adultos. Era una especie de superhéroe para nosotros". Les enviaba cartas desde los lugares exóticos y remotos a los que viajaba: "A través de él aprendimos a observar el mundo".
El periodista Carlos García Santa Cecilia cerró el acto recordando unas palabras de Enric González en su crítica a uno de los volúmenes de diarios de Carrión: "Este hombre sin piedad, que fue librero, viajero, gran periodista y novelista, ha perpetrado en los diarios de su vida una obra de arte extraordinariamente potente. Se lee con placer, con cabreo, con estupefacción, con entusiasmo. Es gran literatura".
El excorresponsal de El País en medio mundo asegura que no tiene miedo a la muerte y que, de hecho, escribe sus diarios como si él y los demás ya hubieran caído en ese vacío