La pinacoteca se alía con el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, el Museo de Malaga o la Biblioteca Nacional para dar forma a su proyecto de 2024
VALÈNCIA. En esto de las relaciones cada quien marca sus ritmos, un baile de afectos que desde el Museu de Belles Arts de València (Mubav) tienen claro que no es cosas de dos. La gestión cultural también entiende de poliamor. “Esta es la escenificación de la colaboración institucional y de la relación óptima que mantiene el museo con otras instituciones museísticas de primer orden”. Así se expresó Pablo González Tornel, director de la pinacoteca, durante la presentación de la programación expositiva de 2024, acto que también contó con la participación de la directora general de Patrimonio Cultural, Pilar Tébar, y en el que subrayó la “estrechísima relación” con instituciones de la talla del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, el Museo de Malaga o la Biblioteca Nacional, vínculos que son clave para desgranar el proyecto museístico del próximo curso. Esto de las múltiples parejas de baile no es casual, sino que obedece a distintos objetivos, el primero y más obvio, el de poder acometer proyectos de mayor envergadura ajustando costes, una relación –o relaciones- de conveniencia que no solo permitirán al museo presentar ambiciosas exposiciones sino también llevar parte de sus fondos fuera de sus muros.
En este último apartado, el de los viajes de ida, está fijado un destino concreto: la sede de la Fundación María Cristinta Masaveu Peterson en Madrid. La entidad privada, que en este Año Sorolla desplegó gran parte de sus fondos en el museo valenciano, se convertirá a partir de febrero en una suerte de “embajada” del Bellas Artes en Madrid, una ‘subsede’ temporal situada a pocos metros de la plaza de Colón que acogerá una buena representación de las grandes obras maestras que componen la colección de la pinacoteca. Este supone un proyecto excepcional para el museo, un viaje que permitirá ‘vender’ como nunca su proyecto en la capital, pero no es el único. Fue el pasado mes de septiembre cuando el Museo Carmen Thyssen Málaga abrió las puertas de la exposición Fieramente humanos. Retratos de santidad barroca, un proyecto que propone bucear en la representación de los santos y santas en el barroco español a través de obras maestras de los principales pintores y escultores españoles del siglo XVII.
Comisariada por el propio González Tornel, el proyecto se enfoca, aunque partiendo de una mirada actual, en ese momento en el que las imágenes pictóricas y escultóricas se convirtieron en instrumentos visuales de la reacción católica a la Reforma protestante, imágenes que intensificaban su realismo y que tenían por objetivo mover a los fieles a la imitación devota de los modelos de virtud que mostraban. Tras su paso por Málaga, Fieramente humanos desembarcará en marzo en el museo valenciano, aunque lo hará renovada, con un recorrido que sumará nuevas piezas de la propia colección de la pinacoteca y del Museo del Prado y una museografía diseñada específicamente para València que pondrá el acento en el “dramatismo” de las piezas.
Aunque sin el despliegue que ha supuesto el Año Sorolla, 2024 también tiene apellido: Año Muñoz Degraín. El próximo curso se conmemora el centenario de su fallecimiento, evento para el que el museo valenciano se ha aliado con el Museo de Málaga, siendo ambas las principales instituciones depositarias de su obra. Tras la apertura de la sala de colección permanente dedicada al autor, el Bellas Artes presentará una exposición temporal que quiere profundizar en su producción no tanto desde un punto de vista cronológico sino a través de los principales temas que trató, pasando por el orientalismo hasta la sublimación del paisaje. Comisariada por Ester Alba y González Tornel, el proyecto suma además otro aliado, la Biblioteca Nacional, que cuenta con una destacada serie sobre el Quijote de Miguel de Cervantes, lienzos que abandonarán las salas de la institución de manera excepcional para viajar a València.
Otro de los proyectos clave de la programación del museo para el próximo año es la exposición en torno a Rosario de Velasco, un proyecto que “no por no ser enorme no va a ser menos significativo”, subrayó el director de la pinacoteca. La muestra se presenta con el objetivo de reconstruir la historia de una firma “desconocida” para la Historia del Arte. Tanto es así, que hasta hace poco su obra está custodiada en malas condiciones y mal identificada, una firma “R.V.” que llevó a algunos estudiosos a adjudicarla al pintor Ricardo Verde. El necesario proyecto, comisariado por Toya Viudes de Velasco y Miguel Lusarreta, se ha topado con más de un reto, el de unos fondos desperdigados y un relato que ahora vuelve a tomar forma tanto a través de sus obras como de fotografías o recortes de prensa. “Partíamos de cero, de una biografía sin construir […] Con esta exposición se va a hacer justicia y se va a recuperar mucho patrimonio disperso”.
Nacida en Madrid, fue durante la década de los treinta que obtiene grandes éxitos con obras como Adán y Eva, Segunda Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1932; La matanza de los inocentes, propiedad del Museu de Belles Arts, o Gitanos, expuesto en 1935 en el Carnegie Institute de Pittsburgh junto a Salvador Dalí. La muestra es una colaboración con el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, que la presentará antes de su llegada a València el próximo mes de noviembre, un proyecto con el que el museo quiere volver a poner el foco en la creación de autoras, que representan un porcentaje anecdótico en su colección, y tras reciente cierre de la sala dedicada a mujeres artistas. La programación se completa con una exposición que bucea en los bocetos de la colección del Museu de Belles Arts de València, una muestra comisariada por David Gimilio que pone el foco en los procesos, en aquellas piezas que no están pensadas para ser expuestas, trabajos preparatorios que incluyen desde bocetos de trabajo hasta bocetos de presentación, aquellos más detallados que servían a los pintores para ‘conquistar’ a los clientes.