VALÈNCIA. Generación de cristal, responsables de la deriva del mundo, vagos, aprovechados, demandantes, molestos, maleducados, utópicos, rebeldes, conformistas... La adolescencia es el punching bag con la que aliviar la alergia a los nuevos tiempos o las cuentas pendientes que no pudo arreglar un adulto entonces. Parece que sean el problema de mucho y la solución de poco, pero también a su vez es la etapa de la vida a las que más remite la nostalgia.
Teatre Escalante problematiza todo esto en una de sus grandes apuestas de la temporada, Adolescència infinita, su nueva producción a cargo de la compañía valenciana Pont Flotant, que se alzó hace apenas unos meses con el Premio Max a Mejor autoría teatral por su anterior obra, Eclipse total. Ribes Espai Cultural acoge del 27 de noviembre al 1 de diciembre un texto que explora la adolescencia desde el presente pero también desde la propia adultez, que mira una etapa vital anterior mezclando humor, ironía y, contra todo relato, ternura.
Marylène Albentosa, directora artística del Escalante, cree que “con Adolescència infinita damos un salto desde el final de la temporada anterior (Princeses, cavallers i dracs. El dia que deixàrem de ser xiquets), profundizando en la adolescencia desde la perspectiva de los adultos”.
Como es marca de la casa en la compañía, la creación de Adolescència infinita no ha sido un proceso convencional. Jesús Muñoz, co-director y co-escritor de la obra, explicó que el enfoque de Pont Flotant parte de la investigación y la colaboración interdisciplinar: “Nuestra manera de hacer teatro no empieza con un texto ya escrito ni con un espacio escénico ya decidido , sino con una necesidad. Queríamos abordar la adolescencia no solo como exadolescentes, sino también como futuros padres de adolescentes. Primero hay una etapa de documentación, en la que recurrimos a otras disciplinas como la psicología y la sociología; después realizamos reuniones con adolescentes y con familias. Este diálogo constante va generando las escenas que finalmente conforman la dramaturgia”.
Así, la obra acaban siendo una serie de fragmentos que buscan provocar reflexión en el público: “No queremos defender un punto de vista concreto, sino invitar al espectador a identificarse o aprender desde diferentes perspectivas”, añadía Muñoz. En este sentido, Joan Collado, también co-director y co-escritor, aportaba que: “Los personajes realizan un viaje interno. Cambian su forma de pensar al confrontar su punto de vista con el del otro. La obra no juzga; es un espejo para que el público cuestione su propia relación con la adolescencia”.
¿Cómo se relacionan los adultos con los adolescentes? ¿Qué recordamos de nuestra propia juventud? Según Jesús Muñoz, la obra busca desmitificar esta etapa vital: “La adolescencia es un momento crucial, lleno de cambios, que muchas veces se aparta del espacio público, cultural e incluso familiar porque incomoda. Con Adolescència infinita, queremos reflexionar sobre cómo los adultos nos vinculamos con esta etapa y, al mismo tiempo, invitar al público a revisitar su propia adolescencia”.
Lo hacen a través de tres adultos: uno que anhela su adolescencia (Muñoz), otra que la rechaza frontalmente (Yolanda García, que ha pasado de regidora a actriz), y otro que aún vive en ella a pesar de ir cumpliendo años. Su acercamiento a la juventud actual (Javi Vega, que también ha compuesto la banda sonora), pero también los recuerdos de cómo fueron aquellos locos años determinan la mirada que genera un marco representativo para toda la sociedad.
Si bien otra de las marcas de la casa de la compañía es la participación de los colectivos sobre los que reflexionan sus obras, el Pont Flotant ha decidido "no apropiarse" de los adolescentes, representándolos a través de marionetas, animadas por los actores adultos, pero que cuentan con voces reales de adolescente en off. Yolanda García, actriz y regidora de la obra, añadió: “Cada una de las marionetas está basada en una persona real. Y hemos cuidado hasta el más mínimo detalle para que transmitan la autenticidad de sus historias”. “Detrás de cada marioneta está el trabajo del actor y el diseño sonoro y las luces crean la ilusión de que están vivos. Queremos que el espectador vea en ellos a su hermana, su hijo o incluso a sí mismo hace unos años”.
La música y el diseño sonoro también desempeña un papel esencial en la obra. Además de las marionetas, un set con sintentizadores y una guitarra dejan claro que las canciones forman parte del presente y del pasado de la memoria emocional de los personajes. Adolfo García, responsable del espacio sonoro, explicó en la presentación que “la música y el diseño escénico transforman el espacio, llevando al espectador a diferentes ambientes, como a una discoteca. Hemos buscado una textura sonora que combina referencias de los años 80 y 90 con elementos contemporáneos”.
Según Muñoz, todos estos elementos generan una hiperbolización artística que, en realidad, ayuda al público a relajarse y conectar: “Mostramos el artificio en todo momento. Las marionetas, la música en directo… Todo está ahí para que el espectador no sienta que tiene que ‘creérselo’, sino que pueda dejarse llevar con más facilidad”.