El artista granadino llega a las Nits de Vivers este viernes con adelantos de su próximo disco 'Le cri de la rue'. Culturplaza conversa con él sobre su trayectoria, la industria, el ego en el rap y sus próximos proyectos
VALÈNCIA. Empezó escribiendo poesía cuando tan solo era un crío. De familia humilde, el granadino Adrían Pedrosa (más conocido como Prok) pasó sus primeros años en el barrio del Albaicín. Alrededor de 2014, decidió abrir un canal en Youtube junto a su hermano gemelo Ayax. Entonces comenzaron a subir a la red sus primeras canciones, sin imaginarse que años después ambos acumularían millones de reproducciones en todas las plataformas.
El rap de Prok tiene un fuerte componente social y anticapitalista. Poco a poco se dio a conocer junto a su hermano, pero en 2018 decidió lanzar su primer disco en solitario, Rojo y negro. Para entonces ya contaba con su propio sello discográfico (formado previamente junto a su hermano), Albaycín Records. En ese sentido, el artista prefiere mantenerse al margen de la industria porque se siente con libertad de hacer lo que quiera.
Culturplaza conversa un rato con Prok sobre su música, su próximo trabajo, su opinión sobre la industria y su trayectoria como artista. Ya ha lanzado cinco adelantos del que será su segundo disco en solitario. Este jueves sale el sexto y, en principio, lanzará el disco en octubre.
-En tus letras sueles tratar asuntos como la melancolía o la angustia vital. En un momento tan delicado como el actual, con la pandemia, un panorama político muy inestable, el ascenso de la ultraderecha... ¿qué es lo que te suele inspirar a la hora de escribir?
-Me inspiran los problemas que ocurren en el mundo. Que la pandemia haya hecho que retrocedamos en tantas cosas es una fuente de inspiración. Hay más pobreza, más criminalidad por pura supervivencia, más injusticias, menos oportunidades... Todo eso me inspira mucho. Este disco es más de la calle, propiamente dicho. El anterior era más estético, más romántico. Este es más callejero, tiene más crítica social.
-Tus letras siempre han tenido un fuerte componente de reivindicación social. Ahora que has llegado a un punto de éxito tan alto, ¿cómo compaginas esa posición de privilegio con la inquietud social y política de tus canciones?
-La verdad es que nunca he llegado a asimilar que soy famoso y que tengo dinero. En mi fuero interno sigo pensando que soy super pobre y que nunca seré famoso. Vivo como siempre. Paso mi tiempo en el barrio, fumo porros con mis colegas, escucho música con mis amigos... No vivo en esa película que se presupone a la gente famosa. Mi vida es igual. Como decía Camarón, antes igual tenía que robar un helado, ahora me lo compro.
-Siempre has dicho que nunca firmarás con un sello. De hecho, tu hermano y tú tenéis un sello propio. La industria musical ha llegado a un punto en el que la comercialidad y el artificio pesan más que cualquier otra cosa. Una colaboración entre dos artistas que ni llegan a verse las caras puede tener muchísima más trascendencia que un buen tema. ¿Qué balance haces de la industria musical?
-Se ha generado una industria en la que hay quien quiere firmar con un sello y quien no. De todos esos que no han firmado, unos pocos hemos conseguido llegar al top de la música, y eso nos da una libertad impresionante, porque nadie te condiciona y lo que haces tiene un éxito relativamente equivalente. Has conseguido llegar a lo más alto. Tanto Natos y Waor como Fernando Costa o yo somos la demostración de que sin firmar se puede llegar a esto.
Pese a todo, no critico a la gente que se mete en la industria. Ni mucho menos. Tengo amigos que lo han hecho. Cada uno hace su música a su manera. Si se adapta mejor a la industria, pues estupendo. Yo, con mi música, no lo veo. No sería consecuente. Mis canciones son super libres y reivindicativas. No casarían con la industria.
-Han pasado ya tres años de Rojo y negro. Me gustaría saber cómo ves aquel disco con estos años de perspectiva. ¿Crees que tu vertiente artística se ha visto transformada o estás más o menos en la misma onda?
-Sigo teniendo prácticamente la misma esencia. Hago un rap duro, puro, muy bien escrito y pensado, meticuloso, callejero. En mi nuevo disco va a haber tres temas que no son de rap duro. Incorporo nuevos ritmos. En uno de ellos me muevo en un estilo de rap que se lleva mucho en Inglaterra y que es muy distinto. Pero el rap como tal sigue siendo la piedra angular.
-Empezaste a escribir poesía, si no me equivoco, cuando tan solo tenías 10 años. Ahora acabas de entrar en la treintena. De la poesía pasaste a la música y siempre has mantenido ese componente social que te caracteriza. ¿Qué balance haces de tu trayectoria?
-Creo que mi hermano y yo siempre hemos sido muy consecuentes con nosotros mismos. La verdad es que he evolucionado mucho, y no solo de música. Como artista también he aprendido bastante de interpretación y dirección. Todos mis vídeos los dirijo yo. Y en cuanto a la música, hemos evolucionado también, pero lo que permanece es que hacemos las letras de forma muy meticulosa.
-Al hablar con raperos, en comparación con artistas de otros géneros, se aprecia un ego mucho más grande. A veces parece que el rap sea un estilo en el que la vanidad es natural a él. Es el ego trip, como se dice ahora. ¿Qué me puedes decir de esto?
-El rap ha nacido de la emergencia, de gente pinchando farolas en los suburbios de Estados Unidos. Los raperos tenían que ser hijos de la gran puta para sobrevivir en la selva, de ahí viene el ego. Si no te comes tú la tostada, se la comerá otro que tenga más ego que tú. El verdadero rap es muy de egos porque lo hace gente que tiene que salir como sea de su situación de mierda. Yo, como te digo, también lo tengo. En algunos temas soy el más duro. Además, cuando estás inspirado te apetece sacar esa vanidad, porque la sientes como algo real. Eres el más duro y te enorgulleces de ello. A todos los raperos nos pasa.
-Siempre te ha gustado la filosofía, la poesía, la literatura… Ante una situación tan difícil para los jóvenes de hoy por la precariedad, la incertidumbre, etc, ¿qué libros recomendarías?
-Esto no tiene nada que ver, pero con todo lo que ha ocurrido en los últimos tiempos me dan menos ganas de hablar de filosofía y más ganas de hablar de los problemas de la calle. Hay demasiados problemas en el día a día de la gente como para andar con reflexiones de manual de filosofía.
Y la verdad es que ahora mismo no se me ocurre un libro que pueda servir a toda esa gente. No tiene nada que ver con esto, pero un libro que me pareció super especial es La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón.
-Internet ha permitido que ahora cualquiera con un poco de idea pueda hacerse un tema que llegue a la otra parte del mundo en cuestión de segundos. Esto tiene un doble rasero: por un lado la música se horizontaliza, pero por otro se utilizan en mayor medida herramientas como el autotune, que hacen la música mucho más artificial. ¿Qué opinas de todo esto?
-Antes solo podía cantar la gente que tenía una voz increíble. Ahora, con algo de talentito y chispa puedes hacer temas chulos. Yo no uso autotune porque no va conmigo. Me gusta hacer cambios de voz desde mi tono. Pero si no puedes cantar, pero tienes actitud y quieres hacerte hueco, entiendo perfectamente que lo uses. Me parece hasta positivo.
-¿Qué siente un artista como tú, que disfruta tanto sobre el escenario, cuando conecta con su público? Y en su defecto, ¿cómo te has sentido todo este tiempo sin poder dar ningún concierto?
-Los conciertos para mí son como las espinacas de Popeye. Son mis pilas, me llenan el alma. Estos dos años he notado que me faltaba esa conexión. Es precioso estar subido a un escenario y entender lo que tu público entiende de tu música por lo que dicen sus ojos.
-En muchos de tus temas se aprecian pinceladas de otros géneros. ¿Te has planteado ahondar en algún momento en otros estilos como el trap, la salsa, la cumbia, el jazz…?
-Me gustaría hacerme una salsa sin base, caja ni bombo. Como si cantara Héctor Lavoe. En este nuevo disco ya voy probando. La constante siempre van a ser las letras hiper trabajadas. Siempre voy a tener eso totalmente presente. A partir de ahí, todo puede pasar.