VALÈNCIA. Mediodía de un martes. Entre la feria infantil y el Expohotel, ahora cerrado a la espera de que sus nuevos dueños, el grupo suizo Pictet Alternative Advisors, lo ponga en marcha tras la clausura ocasionada por la pandemia, un cetrero pasea. Del brazo lleva un ave rapaz. Golpea las farolas y barandillas de la zona exterior de Nuevo Centro. Presumiblemente, el animal trata de ahuyentar las palomas que defecan en lo que fue la Pirámide Musical.
Hace ya siete años, Carles Aimeur, en el artículo Lo que se fue con Rita: 10 espacios desaparecidos los últimos 24 años, decía: “Colas kilométricas para firmar discos, conciertos en la explanada, la Pirámide Musical de El Corte Inglés nació de casualidad. Fue creada como un espacio para el bricolaje y la jardinería y como tal abrió en diciembre de 1982. En enero de 1988 pasó a depender de El Corte Inglés y se reconvirtió en la tienda de discos especializada de la cadena en Nuevo Centro. Los cantantes de moda acudían allí a presentar sus discos. Alejandro Sanz, Héroes del Silencio, Tino Casal... Hasta Malú. Tenían prácticamente todas las referencias musicales del mainstream. (...) El pasado mes de febrero la cadena anunciaba que lo reconvertía en una tienda Sfera. El capitalismo no entiende de sentimentalismos. Este verano cerrará como tienda musical y desde El Corte Inglés anuncian que abrirá como Sfera a finales de año”.
Nuevo Centro se inauguró el 18 de noviembre de 1982. Era el segundo centro comercial que se abría en España, el primero urbano. El primero de la ciudad de València. Pretendía ser, desde su situación en el extrarradio de la ciudad, una zona comercial que desplazara, o complementara, al casco urbano. En lugar de tener un hipermercado como músculo comercial, albergó un El Corte Inglés, detalle que evidenciaba las pretensiones del centro comercial.
Beatriz Sarlo, en el artículo El centro comercial, escribe “Ir al centro no es lo mismo que ir al shopping-center, aunque el significante ‘centro’ se repita en las dos expresiones. En primer lugar, por el paisaje: el shopping-center, no importa cual sea su tipología arquitectónica, es un simulacro de ciudad de servicios en miniatura, donde todos los extremos de lo urbano han sido liquidados: la intemperie, que los pasajes y las arcadas del siglo XIX solo irrumpían sin anular: los ruidos, que respondían a una programación unificada; el claroscuro, que es producto de la colisión de luces diferentes, opuestas, que disputan, se refuerzan o, simplemente se ignoran unas a otras; la gran escala producida por los edificios de varios pisos, las dobles y triples elevaciones de los cines y teatros, las superficies vidriadas tres, cuatro, cinco veces más grandes que el más amplio de los negocios; los monumentos conocidos, que por su permanencia, su belleza o fealdad, eran los signos mas poderosos del texto urbano; la proliferación de escritos de dimensiones gigantescas, arriba de los edificios, recorriendo decenas de metros en sus fachadas, sobre las marquesinas, en grandes letras pegadas sobre los vidrios de decenas de puertas vaivén, en chapas relucientes, escudos, carteles pintados sobre el dintel de portales, pancartas, afiches, letreros espontáneos, anuncios impresos, señalizaciones de tránsito. Estos rasgos, producidos a veces por el azar y otras por el diseño, son (o fueron) la marca de una identidad urbana”.
Juan Lladró fue el presidente de Plugin, S.A. la firma creada expresamente para el proyecto Nuevo Centro. La llamada “la gran obra valenciana” fue un emblema del progreso ochentero. En sus años mozos fue el tercer centro comercial más grande de Europa y el segundo de España.
Al empresario James W. Rouse se le atribuye haber acuñado el término centro comercial’ en la década de 1950 y posteriormente, el desarrollo de los modelos de centros comerciales en los que comer era una actividad igual de importante que comprar. La hibridación entre espacio de compra y de uso y disfrute de la hostelería encarna el concepto español de centro comercial. Aunque hay informaciones contradictorias, se estima que el Paramus Park Mall en Paramus, Nueva Jersey, fue el primer centro comercial con patio de comidas en funcionar exitosamente. Rouse veía en estas concentraciones de locales hosteleros una bucólica idea de espacio de picnic grupal. Jim Rouse echaba mano de la noción de comunidad, unida al deseo de novedad y de probar, con amigos o familia, nuevos sabores.
Rouse vio en los centros comerciales unos lugares de reunión donde la gente podía socializar, no solo como un destino de compras o alimentación. En los años ochenta surgieron en los patios de comidas una buena cantidad de restaurantes que acercaban al público americano los platos típicos de las comunidades de inmigrantes étnicos, pasados por el tamiz integrador y de fusión que se da cuando dos o más gastronomías se unen. Las pizzerías, las cadenas de comida asiática y los restaurantes griegos de gyro fueron ganando presencia en los paladares de los visitantes de los centros comerciales.
Cuando los centros comerciales con su correspondiente patio de comidas llegaron a España, proporcionaron al público una idea de modernidad con sus opciones de restauración alejadas del corte tradicional que se ofrecía en los cascos urbanos. Ahora bien, esta oferta era un abrazo a los sabores globalizados. Como dice Sarlo “Hoy, el shopping opone a este paisaje del ‘centro’ su propuesta de cápsula espacial acondicionada por la estética del mercado. En un punto, todos los shopping-centers son iguales: en Minneapolis, en Miami Beach en Chevy Chase, en New Port, en Rodeo Drive, en Santa Fe y Coronel Díaz, ciudad de Buenos Aires. Si uno descendiera de Júpiter, sólo el papel moneda y la lengua de vendedores, compradores y mirones, le permitirían saber dónde está. La constancia de las marcas internacionales y de las mercancías se suman a la uniformidad de un espacio son cualidades: un vuelo interplanetario a Cacharel, Stephanel, Fiorucci, Kenzo, Guess y McDonald's, en una nave fletada bajo la insignia de los colores unidos de las etiquetas del mundo”.
El centro comercial El Saler abrió sus puertas en 1995. Su ubicación, situada en la entrada sur de la ciudad, atiende a las dinámicas interurbanas que se dan en València. València no es solo el cap i casal, es su área metropolitana. La localización de los centros comerciales lanza cuestiones de difícil respuesta: ¿cómo es el transporte desde y hacia ellos? ¿Rompen los centros comerciales las dinámicas de transporte sostenible por el volumen de personas en tránsito que provocan? ¿Tiene sentido este modelo comercial?
Amalia Vahí Serrano y Claudia Hurtado Rodríguez en Centros comerciales y dinámica urbana en el contexto metropolitano español. Estudio de casos, escriben que “Junto a la identificación de la realidad supraurbana formal y funcionalmente unitaria que denominamos metropolitana, urge profundizar en los comportamientos de diferentes protagonistas que contribuyen a la complejidad de estos ámbitos. Entre los grandes centros de actividad que potencian y dinamizan la movilidad en la escala metropolitana, los grandes equipamientos comerciales cobran un fuerte protagonismo sobre la ciudad metropolitana española del siglo XXI”.
Para Vahí y Hurtado, si se quiere reflexionar sobre el modelo de ciudad sostenible, hay que contemplar estos espacios de aglomeración, prestando especial atención a la movilidad. “La satisfacción vendrá dada por la capacidad de respuesta a la mejora de las condiciones de los desplazamientos en relación tiempo y distancia, y alternativas de modalidad del transporte. Si bien la orientación sobre las políticas de movilidad metropolitana viene marcando desde hace años en España una serie de medidas para alcanzar mínimamente dichas garantías, las tensiones sostenidas por dichas políticas proceden de las contradicciones con las que se topan en materia de planeamiento urbanístico y la debilidad que aún arrastra el concepto de intermodalidad en buena parte de nuestro país por motivos diversos como la insuficiencia inversora en transporte público y la limitada concienciación social respecto a la oferta existente. La intensificación de la movilidad motorizada y uso del vehículo privado han participado, y aún perduran, en la conformación del fenómeno metropolitano, aun cuando el planeamiento urbanístico sigue contenido en los límites municipales, obviando cuestiones de alcance supralocal”.