VALÈNCIA. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, fue recibido el pasado 1 de diciembre por su homólogo catalán, Pere Aragonés (ERC), en una cumbre de gobiernos autonómicos que no se producía desde hace más de tres años.
¿Cuál era el objetivo del encuentro? A priori, constatar las coincidencias de ambos ejecutivos respecto al 'dumping' fiscal del que goza Madrid pero, obviamente, existían más razones estratégicas en el ámbito de la política nacional que van dirigidas a reforzar el perfil del jefe del Consell como referente estatal.
Puig viene cosiendo unos galones en el escenario de la política española que pocos pueden tejer. La histórica federación socialista andaluza se encuentra, sino en fuera de juego, en horas bajas; el otrora todopoderoso PSC se sitúa a la sombra del entramado independentista y, los siempre destacados socialistas vascos, se hallan amortiguados por PNV y Bildu: un histórico triángulo de poder socialista empobrecido ante el que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, necesita una respuesta en forma de aliado. Para muchos, cada vez más, el jefe del Consell y líder del PSPV, Ximo Puig, es la solución estratégica más idónea para el secretario general del PSOE.
Un aliado razonable durante estos meses en las cuestiones relacionadas con la pandemia; una voz moderada ante los exabruptos independentistas del pasado; un discurso conciliador ante las discrepancias territoriales y, eso sí, unas reivindicaciones históricas como la de la financiación autonómica, difíciles de rebatir.
Es por ello que Puig parece haber reunido las condiciones necesarias para convertirse en el escudero de Sánchez -su antiguo enemigo- durante esta etapa de gobierno precario del líder socialista. Otro argumento, que en el PSPV repiten hasta la saciedad, es que la Comunitat Valenciana es la más poderosa y poblada en la que gobierna -aunque sea en coalición- el partido del puño y la rosa.
El discurso de Puig en Cataluña, gusta. El también exalcalde de Morella sabe cómo dialogar más allá de Vinaròs y ha dibujado alianzas con la burguesía catalana con el beneplácito de referentes mediáticos como La Vanguardia, que ha anunciado además el refuerzo de su delegación valenciana cuando otros periódicos, como El Mundo, han decidido cerrar su edición autonómica en papel y reducir su presencia al mínimo en el mercado de la Comunitat Valenciana.
A partir de ahí, el gran problema del presidente de la Generalitat es el funambulismo, la vida en el alambre. La patronal, con el presidente de la CEV, Salvador Navarro, a la cabeza, se desmarcaba del viaje de Puig a Barcelona a coincidir con el discurso de ERC contra el 'dumping'. Una postura que, cabe recordar, el jefe del Consell ya mantenía hace más de un año cuando nadie se atrevía a señalar las ventajas fiscales que aglutinaba Madrid, la ahora por muchos en la periferia denominada "aspiradora" de recursos económicos.
¿Dónde reside el peligro? Las reivindicaciones de Puig se enmarcan dentro de la 'España de Españas' que, para algunos, resulta difícil de explicar. Un concepto que, los satisfechos con la visión centralista y radial -partidos conservadores principalmente- ven casi como insulto y, posiblemente, una posición demasiado templada de lo que formaciones periféricas e independentistas reclaman.
Para otros, especialmente en el PSPV, Puig está adoptando un papel "necesario" para el que, además, está especialmente preparado por su experiencia y trayectoria política. Una suerte de "traductor" entre Cataluña y el Gobierno de España que, a juicio de algunos socialistas valencianos, puede resultar "esencial" para Sánchez en los meses venideros.
El problema de este papel muñidor puede residir en la uniformidad de los objetivos. Por ejemplo, mientras que Puig seguía una misma senda en la reforma de la financiación autonómica con Andalucía, pese a la notable distancia que existía con otras reivindicaciones de Susana Díaz, con Cataluña, más allá de la oposición al 'dumping fiscal', no existe esa misma sintonía.
¿Se erigirá Puig como un referente nacional que sirva como líquido adhesivo a la crisis territorial? ¿Podrá el presidente valenciano contribuir al empaste de las diferencias catalanas y madrileñas? ¿Será su esfuerzo respetado aunque resulte baldío? El tiempo dirá si el salto del presidente valenciano obtiene recompensa o se convierte en munición para la oposición o incluso para el fuego amigo a la expectativa de un traspiés para desbancar al líder del PSPV. En cualquier caso, y tal como señala a este diario un alto cargo del Consell, sí parece claro que Puig, pese a que gobierna en un agitado tripartito, se encuentra en la mejor posición que ha tenido en los últimos años, no solo un secretario general de los socialistas valencianos, sino también un presidente de la Generalitat, para erigirse como una voz autorizada fuera de las fronteras de la Comunitat.
La magistrada apunta a irregularidades administrativas y al desequilibrio en la distribución del dinero, pero no aprecia ilícito penal