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Puño: "València y Madrid son las escenas más potentes en ilustración y fanzine"

23/05/2018 - 

VALÈNCIA. “Vivir de dibujar”. De esta forma explica David Peña, conocido como Puño, qué es el éxito, una definición en la que no entra la batalla por los likes y en la que también huye de elevar la profesión a lo divino. Hablamos de lo terrenal. El creador ha pisado esta semana València con motivo de la masterclass ‘Laboratorio de ilustración narrativa secuencial’, que impartió en la escuela Barreira en el contexto del Máster de Ilustración Profesional. Gracias a La niña invisible se ha hecho recientemente con el Premio SM El Barco de Vapor, en la categoría infantil, una proyecto que forma parte de un giro de timón en su trayectoria que se ha ido cocinando a fuego lento. Es como escritor que dice estar cumpliendo un papel que casi sirve para acercarse al Puño de finales de los 80, aquel que encontraba refugio en cada uno de los libros que devoraba. Esta es la parte, pero no el todo de un autor que desde 1994 ha trabajado en publicidad o prensa e ilustrado obras infantiles y de adultos. Madrileño de nacimiento, ha encontrado su casa –tras unos años Holanda- en Colombia, aunque opera como ilustrador y docente en todo el mundo. Cuenta que no es él quien dibuja, sino el resto el que ha dejado de hacerlo. Pero, ¿por qué?

-Son los demás los que van bajando la intensidad cuando llegan a los 10 años, más o menos. Ahí empieza el declive, cuando dejas de ver el papel en blanco como un lugar donde puede ocurrir cualquier cosa para verlo como un sitio donde uno va a intervenir y después va a ser juzgado. Ese miedo a ser evaluado por los demás es lo que nos hace dejar de dibujar. Yo he sido muy punk siempre, me ha dado igual lo que opinarán los demás [ríe] Nunca he sido un dibujante brillante pero eso no me ha parado. No se trata de ser valiente, sino de no tener miedo.

"Nunca he sido un dibujante brillante pero eso no me ha parado"

-¿Sigue sin tenerlo?
-Cuando trabajo para otros sí. No miedo a ser evaluado sino a no entenderte. Mi profesión es difícil en este país, no todo el mundo entiende los límites del respeto, hasta donde se puede meter uno con correcciones o demandas. Lamentablemente soy muy viejo, hace 24 años que me dedico a esto, y llevo mucho tiempo con este 'pánico', con la pesadumbre de si el cliente va a preferir que el proyecto salga bien o que salga como él quiere.

-Entonces, ¿están hoy los clientes más o menos educados?
-Ha ido a peor. Antes la profesión era considerada artística, era muy difícil que alguien se metiera en el trabajo de alguien que había estado dos meses haciendo un cartel a acuarela, no se sentían con autoridad. En los 90 pasó a ser una profesión industrial, con lo que mucha gente pensó que podía meterse en tu trabajo. Pasaron a verte más como un 'operario' de Photoshop. Tampoco el contexto de la imagen es el mismo. Ahora estamos saturados y todo mundo puede opinar sobre ellas.

-¿Qué claves da a los jóvenes creadores para enfrentarse a la realidad de la profesión?
-Que esto no es solo dibujar. Ser un comunicador visual es también ser un emprendedor. Uno tiene que pensar que es su propia empresa. Yo no soy el mejor ilustrador de España pero sí uno de a los que mejor les va. Mi consejo para alguien que empieza es que tenga mano izquierda y que no sea testarudo. Cuando uno dibuja para cumplir los objetivos de otra persona tiene que tener en cuenta que lo primordial es el producto. Por eso es necesario que uno tenga su carrera profesional y artística separada.

-¿En qué medida es importante generar una balanza entre las dos cosas?
-Ese es el gran dilema. Yo le preguntaba a Max que cómo era posible que con la cantidad de encargos que hace pudiera haber sacado un álbum, cuando a mí no me da la vida. Me decía: yo trabajo ocho horas para el libro de texto y una para mi cómic. Es difícil pero necesario, si no te puedes volver loco. Después de estar seis años sin hacer un proyecto personal quería matar a todo el mundo [ríe]

Foto: ESTRELLA JOVER.

-¿Qué proyecto rompió esa racha?
-Una exposición que hice recortando papeles, una cosa muy absurda. Tuvo mucho éxito, vendí muchas piezas, itineró por otras ciudades, me destacaron en medios de comunicación internacionales. Fue un momento muy bueno. Estar en la palestra también hizo que mucha gente se apropiara de recursos que utilizaba y que pensaba que eran solo míos.

-¿Se puede ser hoy en día original? 
-La originalidad no existe como tal, lo que existe es una manera original de unir dos ideas que hasta entonces no se habían unido. Es muy difícil generar algo nuevo después de decenas de miles de años de cultura visual. Creo que en mi ámbito profesional y artístico no se valora la originalidad. Quizá sí por los propios ilustradores, pero el cliente y público valora que se parezca a algo que ya conoce. Pasa también en otras disciplinas. Es muy raro ver cómo alguien se apropia vilmente del trabajo de otro ilustrador y todo el mundo le aplaude, a nadie le parece raro ese saqueo.

"No conozco a casi nadie que tengo muchos seguidores y gane dinero, son dos cosas diferentes"

-¿Cómo ha vivido la transición hasta la batalla digital?
-Es difícil, un 'like' no me da de comer. Es mejor tener diez seguidores que compren tu trabajo que 3.000 que quieren ver un feed bonito. No conozco a casi nadie que tengo muchos seguidores y gane dinero, son dos cosas diferentes.

-A mucha gente le puede sorprender esa afirmación, ¿cree que el público sí entiende hoy más la profesión?
-Creo que el público se ha abierto más a la ilustración, antes no ocurría tanto. Es un producto que se consume y disfruta. El error está en llamar ilustración a todo. Es como hablar de 'escribir'. Hay periodistas, poetas o personas que escriben en la puerta de un baño. Hay que diferenciar y no se está haciendo. Hay quien dibuja láminas, hace exposiciones, ilustra catálogos, etc. Yo no me siento identificado con lo que hace la mayoría de ilustradores, que vienen de un ámbito pictórico. A mí siempre me ha gustado el dibujo publicitario. Mi mayor referente era Hello Kitty, quería que mi dibujos estuviera en los estuches.

Foto: ESTRELLA JOVER.

-Dijo que el mercado del arte “ha hecho mucho daño” al sector.
-Mucha gente no entiende que la ilustración es una herramienta de comunicación visual. El arte no lo es. La ilustración es una cosa funcional. Los criterios por lo que se valora una obra de arte son completamente diferentes. Un dibujo, ¿qué más dará cómo quede en el salón? No es su función.

-¿Cuál es el origen de Trog, la protagonista de La niña invisible?
-Estaba escribiendo un libro sobre otra cosa y pregunté a mi editora cómo podía ganar este concurso [Premio SM El Barco de Vapor]. Ella me dijo: escribe sobre lo que a ti te interese. Me interesa la Prehistoria, el dibujo -que es principalmente de lo que trata el libro- y la lucha de las mujeres, porque soy el único hombre en mi familia y he sufrido muy de cerca toda la presión que viven. Menos Recién pintado, todas las protagonistas de mis libros son chicas, es para ellas para quien escribo. Hay muy pocos personajes femeninos protagonistas y, además, suelen ser cada vez más planos porque parece que tienen que representar a todas las chicas del mundo. Trog se rebela contra esas normas patriarcales de su tribu y consigue cambiar su destino.

-Su publicación coincide con un momento muy concreto para el movimiento feminista, ¿coincidencia o inspiración?
-Actualmente vivo en Colombia, así que vivo de lejos este momento social. Allí todo sigue bastante igual y el feminismo no se ve como algo muy bueno. Por el contrario, antes vivía en Holanda, una sociedad bastante avanzada. Quizá sea un momento muy español… Llevo desde 2004 escribiendo sobre chicas, me cuesta mucho dirigirme a los chicos. Quizá [La niña invisible] ha gustado y ha ganado el premio porque es un momento apropiado para las historias en las que las mujeres se rebelan. Espero que sea así porque hace falta.

Foto: ESTRELLA JOVER.

-¿Qué papel juega la autoedición en el contexto profesional?
-Es muy importante en un mundo en el que uno depende del yugo del mercado o de las absurdas normas de las multinacionales para alcanzar el mercado asiático, lo que hace que la gente no experimente. De adolescente he hecho fanzines muy brutos, porque necesitaba experimentar con los límites de la moral. La autoedición es un pequeño oasis que permite experimentar sin límites. Ahora todo está bajo el punto de mira.

"La autoedición es un pequeño oasis que permite experimentar sin límites"

-¿Cómo se ve desde fuera -sea Madrid, Holanda o Colombia- la escena valenciana?
-Siempre ha sido muy importante, la primera que llamó mi atención, con Miguel Calatayud a la cabeza. Se ha mantenido muy activa. Creo que hay menos escena en Barcelona, porque la que hay no es tanto autóctona como de gente que viene de otras provincias. València y Madrid son las más potentes en ilustración y fanzine.

-¿Cuál es el siguiente paso para Puño? 
-Seguir escribiendo. El premio ha sido una oportunidad de cambiar de disciplina, algo que estaba intentando hacer pero que cuesta mucho. Ahora toca escribir, escribir y escribir.

-¿También para publico infantil?
-No me llama nada escribir para adultos. Los niños necesitan una mano, ver que no están solos. Los libros fueron una salvación cuando era pequeño, mi vida era genial cuando abría un libro. Alguien tiene que hacer nuevos libros para quienes vengan. En esas estoy.

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