VALÈNCIA. Se fue, pero para volver. Rafael Company volvió a ocupar el puesto de director del MuVIM (Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat) más de una década después de renunciar a ella, pero el museo no era el mismo. Los bandazos en su programación, su polémica salida en 2004 y la dimisión de su sucesor, Román de la Calle, tras la censura por parte de la Diputación de València a la muestra Fragments d’un any –promovida por la Unió de Periodistes Valencians y que exponía fotografías del ‘caso Gürtel’- habían hecho mella en el contenedor cultural. Pero todo cambió con La modernidad republicana, la apuesta “a vida o muerte” con la que Company quiso dar un giro a la trama, una exposición que supuso el (nuevo) punto de partida para el museo tomando como referencia precisamente su etapa inicial. El MuVIM ha vuelto, aunque nunca se fue.
-¿Cuáles son las diferencias su primera etapa y esta?
- Mi etapa primera fue fundacional, llegué en el 96 y el museo se inauguró en julio de 2001, dimitiendo yo en junio de 2004 y lo hice después de una serie de conflictos que aparecieron en prensa, yo no me callé. En comparación con eso, esto no tiene nada que ver. Sí tiene más que ver con el impulso de esa etapa fundacional, sentimos que estamos reasumiendo el museo en función de una serie de criterios y modificando algunas pautas. No distinguiría una etapa en mi primera dirección, sino dos: una en ascenso al punto de poder poner el museo en marcha y otra conflictiva. Cuando se resolvió fue cuando dimití, no antes. Yo pacté con el diputado Vicent Ferrer mi dimisión, con él no hubiera habido ningún tipo de conflicto, pero estaba cansado y saturado. Queda ya muy lejano. Han pasado décadas, has modificado pautas de conducta... yo soy heraclitiano, nunca te bañas en el mismo río. Yo soy un funcionario de la casa con unas funciones determinadas en el museo y que aspira a, cuando esto se acabe, volver a ocupar esas funciones.
-Dice que no se baña en el mismo río, ¿cómo son las nuevas aguas del MuVIM?
-Creo que lo que define al nuevo MuVIM es que el público ha vuelto a él. Cuando tomamos posesión afirmamos que había vuelto entendido como museo de las ideas. El público ha vuelto reconociéndolo como lo que fue, se ha reconciliado con él. En ese concepto de museo de las ideas estuve yo y estuvo el equipo que dirigió Román de la Calle. En esas dos etapas el museo se definía así y por lo tanto es obvio que volver a apostar por esas vías ha conducido a que los públicos que siempre tuvo hayan vuelto. En un año y medio se ha conseguido este objetivo fundamental.
-Si vuelve el público es porque en algún momento se fue, ¿cuáles eran los problemas que había que atacar para lograr esto?
-Tienes que ofrecer una programación que sea coherente con lo que dices que eres. No digo que la anterior no lo fuera, pero es que esa no lo era con lo que el museo había sido. Somos un museo diferente, no hay más que ver la manera en la que tratamos la Modernidad Republicana, no solo hubo una respuesta masiva en términos cuantitativos, también una adhesión en términos cualitativos. Fue una exposición de temática delicada con una respuesta absolutamente fantástica por parte de gente de ideologías diferentes. Esa manera de proceder es valorada por el público. Una gestión de un centro como este jamás puede hacer tabula rasa, no se puede recuperar el proyecto original en estado prístino, todo se ha ido acumulando, aunque somos conscientes de estar imprimiendo algo que a la gente recuerda más al MuVIM que conoció.
-¿Qué lugar ocupa el MuVIM en 2017 en el contexto del resto de contenedores culturales?
-El planteamiento de la competencia entre museos es erróneo, un ejercicio brillante de cada uno de ellos potencia a los demás. El objetivo es que la gente salga de casa. Lo que tienen que hacer los museos es eso, conseguir que salga la gente para hacer su tour y visitar varios contenedores culturales en su periplo. Yo no tengo ninguna lucha cainita con nadie, sería demencial.
-¿Cómo es el diálogo con el resto de contenedores?¿Cabe potenciar las acciones en común?
-Nos adherimos a la experiencia de la Filmoteca y la Universitat con el cine de verano. Esa es una muestra de que se puede. Nosotros somos un museo de patrimonio intangible, con los museos de patrimonio tangible más descollantes de València, el IVAM y Belles Arts, mantenemos tan buenas relaciones que algunas se sus obras se exhiben aquí. Además, en ocasión del Año Pinazo la ciudad ha tirado el resto, hemos programado todos como una mascletà: temporizados y coordinados temáticamente. El MuVIM ha expuesto Fragments en locales del Consori de Museus, en estos momentos Fotogràfica funciona gracias a la interlocución de la Diputación con otras instancias, con el Centre del Carme.
-Precisamente ahora Fragments se expone en el Centre del Carme.
-En el futuro, probablemente Fragments vuelva al MuVIM. Estamos mirando esa posibilidad.
-Hablaba de modificaciones para mejorar el museo, ¿cuáles se han llevado a cabo?
-Lo primero que se ha tenido que modificar ha sido la orientación, no a las personas, ellos siempre han sido eficientes, lo que yo puedo dudar es sobre la orientación que se le daba desde arriba a determinadas políticas museísticas. El corazón de la modificación es teórico. Es cierto que este cambio es más perceptible, también porque hemos querido. Era fundamental reconciliarnos con un determinado tipo de público que. para ser claros y concisos, se fueron cuando pasó toda la movida de las fotos. Hubo gente que respondió como tenía que responder.
-¿Empezaron a ver con hostilidad al museo?
-Cuando todo aquello ocurrió la respuesta fue una decepción grande. La respuesta que se da cuando hay una decepción es el desistimiento. Es cierto que las heridas van cicatrizando, pero si la política expositiva se aleja perceptiblemente de aquello que la gente deseaba, pues no volverán. Vendrán otros públicos, pero no fidelizarán. Si los temas que expones ante la opinión pública son atractivos para segmentos muy determinados de esa opinión, te vas a encontrar que tendrás público diferente en cada exposición. Ahí radica el meollo de lo que ocurrió.
-La posible vuelta de Fragments también ayudaría a cicatrizar esa herida.
-Claro. La herida, como tal, estaba cicatrizada porque han pasado años. Hubo una decepción producto de todo lo que ocurrió, después tú perceptiblemente vas a cambiar la política expositiva. Pues aunque ya no escueza la herida, es evidente que mucha gente decidió que esas exposiciones no eran las suyas y actuó en consecuencia. Para más inri, quienes decidieron que eran las suyas en realidad se trataba de públicos bastante estancos. Había públicos diversos que no repetían.
-Dijo poco después de ser nombrado director, en 2015, que quería convertir el museo en el centro de la cultura contemporánea, ¿cuál es el referente?
-Nosotros hemos tenido siempre en mente el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), que en comparación con nosotros en un mastodonte. Nuestras reflexiones no son estrictamente de carácter artístico, incluso cuando hacemos exposiciones de arte buscamos que la gente que no es tan afecta a la Historia del Arte pueda encontrar un punto añadido. No aspiro a ser el centro de cultura contemporánea, sino un centro de cultura contemporánea que sea útil.
-¿Está el MuVIM 'mimado' económicamente por la Diputación?
-En un determinado momento este museo tuvo el triple de presupuesto que tiene ahora. Con esto y un aumento de personal podríamos poner chorreras de oro por exhibiciones de Caravaggio. No es el caso. Ha sucedido este proceso popularmente conocido como crisis y que también se conoce como estafa que ha llevado a una drástica reducción de recursos públicos. Eran unos tiempos distintos. Lo cierto es que la Diputación nos cuida, también cuando necesitamos inversiones extraordinarias, de hecho estamos en vistas de intervenciones fuertes del local. Nosotros estamos en otra tesitura económica y sabes adaptarte a ella. Por supuesto, mentiría si no dijera que me encantaría que determinadas partidas se pudieran incrementar para ir con menos apreturas en algunos campos
-¿Cuál es la necesidad?
-Nuestra reivindicación está centrada en cuestiones de personal. A la vista de todo lo que ha ocurrido, con las tasas de reposición tan bajas. Ahí sí radica una batalla, pero la tiene que dar la Diputación de València.
-La exposición de la La modernidad republicana fue un gran éxito, el punto de inicio de la nueva etapa...
-Que fuera el punto de inicio fue conscientemente buscado porque, como en buena parte de la etapa anterior se había renunciado sistemáticamente a temas que tuvieran un aspecto hipotéticamente polémico, queríamos demostrar que se podía tratar ese tipo de temas de una determinada forma. Aunque algunas de las exposiciones de la etapa anterior tenían una utilidad social innegable, recuerdo a Paco Roca o Stop Motion, parecía que el MuVIM pasaba de puntillas por temas que, desde luego, a mi me interesan y creo que por las cifras también a mucha gente. Era una apuesta casi a vida o muerte para cambiar la percepción del público sobre el museo, se habló claramente del carácter reivindicativo de la exposición pero también de que se huía del panfleto y del sectarismo. El MuVIM quería volver por la puerta grande. Olvidemos cuando alguien dice que un museo no puede permitirse el lujo de programar una exposición sobre no sé qué. Miente. Los museos nos podemos permitir el lujo de programar exposiciones sobre cualquier tema que exista sobre la faz de la tierra y en el universo entero.
-¿Siente el MuVIM ahora la presión de generar cada año una apuesta de tales dimensiones?
-A vida o muerte solo podía ser aquella exposición que nos proyectaba públicamente como una instancia que volvía por sus fueros. El compromiso nuestro es que, cada año, tiene que haber una que sea particular, con mucha investigación de fondo, de una complejidad temática subida. No es tanto presión, sino compromiso. Próximamente pondremos en marcha un ciclo expositivo mucho más complejo que La modernidad republicana.
-Uno de los mayores quebraderos de cabeza de su nueva etapa ha sido los problemas técnicos y cierre de la sala permanente.
-Ha sido uno de los procesos más duros que hemos atravesado, afortunadamente ha acabado muy bien. Era una batalla que tenías que ganar contra la técnica, desde muchos puntos de vista fue imprevisible. La Diputación fue maravillosa al darnos toda la cobertura. Fue un verano muy estresante, hubo que limpiar sus espacios, que se habían llegado a convertir en almacenes. El concurso no lo habíamos convocado nosotros, debíamos hacer realidad algo que... me callaré. Nosotros no formamos parte de ese proceso inicial pero teníamos que llevarlo a buen puerto, cuando surgen las dificultades nos pusimos un imperativo: no podíamos suponer una hecatombe económica a la Diputación, ni íbamos a ser prisioneros de ningún apriorismo político. Íbamos a abrir cuando se estuviera en condiciones. La propia hipótesis de que aquello no llegara a buen puerto era muy desazonante, porque este museo con la exposición permanente cerrada era obvio que había tenido una merma de públicos y había perdido buena parte de su carácter. Nosotros, y creo que puedo sacar pecho por la primera etapa, convertimos un aparcamiento polvoriento en un museo y lo llenamos con una exposición permanente que sigue despertando el interés de mucha gente.
-¿Caben nuevas modificaciones en la sala?
-En esta legislatura evidentemente no. Hemos contado con la complicidad del nuevo equipo de la Diputación que ha mantenido el compromiso anterior y se ha gastado un pastón. En todo caso, el proceso sobre la permanente deberá ser mucho más pausado, en estos momentos tenemos una permanente perfectamente actualizada. Como miembro directivo del MuVIM yo no puedo dirigirme a una administración pública que tiene que atender tantas cosas que son necesidades sociales perentorias para decir que quiero hacer unos matices.