VALÈNCIA. Tres años después de su último disco, Unfollow the rules, Rufus Wainwright recala en Les Arts con un recital que le pondrá sobre el escenario con la única compañía de un piano. Es uno de sus formatos favoritos, y la arquitectura de Calatrava también acompañará: desde hace un lustro, está inmerso en la creación de óperas y musicales, así que ningún sitio como el auditorio valenciano para desplegar las canciones de toda una carrera.
- Unfollow the rules es una vuelta a muchas cosas, ¿no?
- Creo que se debe, principalmente, a mi regreso a California. He vivido en Nueva York durante 20 años, pero también lo hemos hecho en Toronto —claro, soy de Montreal y siempre he estado yendo y viniendo—, he pasado mucho tiempo en Europa… Pero mi carrera realmente empezó en California, a lo grande. Ahí es donde me ficharon y de ahí nacieron mis primeros éxitos. Ahora estamos viviendo aquí, principalmente para estar cerca de nuestra hija, Viva, que vive aquí y compartimos la custodia con su madre. Pero también me lo tomé como una gran oportunidad para volver a los comienzos de mi carrera y, de paso, a algunos de los mejores estudios de grabación y a algunos increíbles músicos que todavía están trabajando aquí. El disco es una pequeña reverencia a mis comienzos en Los Ángeles.
- Casi tres años después del lanzamiento del disco, ¿sigues ahora, con tu piano, sintiendo ese nuevo apego a la música pop?
- Muchas cosas han cambiado desde Unfollow the rules. De hecho, la gira que llevo a España no es Unfollow the rules, soy solo yo con el piano y cantaré canciones de toda mi carrera y de géneros diferentes. En todo caso, en cuanto a mi vida profesional, estoy empezando a investigar el mundo del teatro: he estado escribiendo muchos musicales y sigo escribiendo ópera. También he estado escribiendo y cantando muchas canciones folk, volviendo de verdad a mis orígenes. Yo ha sido un niño en Canadá y he estado explorando esa sensibilidad a la que pertenezco. Siempre trato de descubrir nuevas fuentes de inspiración, pero también recoger las que han existido desde hace mucho tiempo y aún no he tenido tiempo de centrarme. ¡Esto nunca para!
- ¿De qué manera la época en la que has escrito ópera ha cambiado también tu manera de escribir pop o folk?
- Cuando empezó mi afición por la ópera (más o menos a los 13 años), todo cambió por completo en mi vida. Desde mis gustos musicales hasta mis deseos y miedos espirituales. Todo se volvió mucho más dramático y mucho más romántico, mucho más intenso. La ópera, en muchos sentidos, se convirtió en mi religión: cuando voy a una buena ópera, es como ir a la iglesia para mí. Creo que ahora estoy en el proceso de tratar de devolverle a ese mundo lo que he vivido. Me siento muy afortunado de poder hacer estas obras.
- Te quería preguntar por el público. Tú has actuado desde grandes auditorios de ópera hasta salas de conciertos pequeñas. ¿En qué medida el edificio influye en el público?
- Tuve una experiencia muy interesante -bastante única, en realidad- cuando hice un álbum llamado All Days Are Nights: Songs for Lulu. Hico un tour solo, pero no dejaba que el público aplaudiera. Y yo estaba todo vestido de negro porque se hizo justo después de que mi madre muriera, así que no decía palabra durante el concierto y no tenía que haber ningún ruido mientras tocaba. Y cuando entré y salí del escenario, entendí muy bien el concepto de las salas, tenía una gran percepción de dónde estaba tocando y el entorno en el que me encontraba. Sin ninguna reacción o interacción con la multitud, sientes la sala al completo. Así que sí, hay una gran diferencia entre espacios. De hecho, creo que uno de los puntos culminantes de aquella gira fue tocar en el Liceo de Barcelona. No sé, había algo en esa habitación, tal vez porque se había quemado y luego había sido reconstruida… Los auditorios marcan la diferencia, sin ninguna duda.
- Has comentado alguna vez que la figura del productor es muy importante en tus discos. ¿Cómo trasladas después su trabajo a los directos?
- Cuando hago giras en solitario, en realidad no lo tengo mucho en cuenta. No sé, me pierdo en mi propio espíritu, digamos, y realmente el show depende únicamente de mí y mi perspectiva. Pero cuando hago giras con bandas y tengo más acompañamiento, muchas veces me gusta llamar al productor y pedirles que vengan y darme su visto bueno. Todo esto empezó a ser más importante cuando trabajé con Mark Ronson en un álbum. Sentía que quería trasladar a la gira ese rock-pop-lo-que-sea-tan-divertido que hizo con mis canciones; así que trataba, con mucho esfuerzo, impresionar a Mark Ronson con mi banda.
- Háblame de la importancia vital del pop como género, de qué manera nos interpela como humanos.
- Bueno, es difícil decirlo porque tengo una hija de 12 años, así que quien sabe mucho sobre música pop es ella. Todavía no puedo decir quién le gusta (aunque sé que escucha a Billie Elish), pero personalmente siento que a veces el mensaje los niños es malo. No me importan las alusiones sexuales o que ahora hablen de marcas como Gucci. No es que odie eso, es solo que a veces me entristece que el mensaje no hable de cómo ser una persona increíble o de cómo ser un luchador o ser… no sé, verdadero. Cuando crecí, todas las estrellas del pop trataban estas cosas: no había nadie como Prince o Cyndi Lauper o Tina Turner. Todos eran sus propios planetas. Ahora parece que los artistas están más centrados en tratar de complacer a las marcas de moda o tratando de hacer muchos hits… Me parece un poco deprimente. Pero bueno, la cosa es que yo sí estoy tratando de ser único. Creo que lo mejor es tratar de ser único.
- ¿Qué pasa cuando estás solo con el piano en el escenario?
- Bueno, eso depende. Si es una buena noche, es un viaje estupendo. Muchas veces pienso que lo interesante es cuando vuelvo a ser un niño pequeño y estaba empezando a tocar el piano. Cuando tenía seis o siete años y tocaba el piano o cantaba, hacía como que estaba tocando en el Carnegie Hall o algún otro gran teatro de ópera. Trato de volver a esa sensación infantil en la que estás emocionado por actuar y, a la vez, todo da un poco de miedo.
- Y mientras tocas, ¿te focalizas únicamente en ti o piensas en el público?
- Pienso mucho en el público. Es divertido muchas veces, si sé que un amigo mío está entre el público, o por ejemplo, cuando Pedro Almodóvar vino a ver a Hadrian este verano, me gusta imaginar cómo sería para ellos verme a mí. También muchas veces he hecho un setlist pensando que alguien concreto vendría a verme, y luego ha resultado que no estaba o llegó tarde o algo así. Pero bueno, está bien, porque incluso si no vinieran, yo pensaba que sí y eso me hizo crear un show único. Soy muy consciente de la audiencia.
El programa incluye el exigente ‘Concierto para piano’ de Ravel y su imprescindible ‘La Valse’ junto con el poema sinfónico ‘Le Chasseur maudit’ de Franck