'La invasión de los bárbaros' reivindica el poder del arte contra la barbarie
VALÈNCIA. De entre todos los cuadros evacuados del Museo del Prado durante la Guerra Civil, el dramaturgo Chema Cardeña ha elegido uno de Ulpiano Checa llamado La invasión de los bárbaros como excusa argumental para su nuevo montaje, titulado como este lienzo perdido en la contienda.
“Esta obra sintetiza el espíritu de todo mi espectáculo: representa la caída del Imperio Romano y la entrada de las tropas de Odoacro a la capital. En el cuadro se ve perfectamente la Roma impoluta, y la entrada de estos bárbaros salvajes, completamente enardecidos y dispuestos a destruir la cultura clásica”, explica el director de la compañía Arden Producciones, que representa la pieza del 6 de febrero al 1 de marzo en la Sala Russafa.
La trama transcurre en dos momentos de nuestra historia: el interrogatorio de un teniente franquista a una conservadora de la pinacoteca en 1939, y la entrevista de una periodista a un alcalde conservador de un pueblo de València en 2009.
Estas situaciones separadas temporalmente por siete décadas se entrecruzan e intersectan a lo largo de la representación para despertar la reflexión del espectador sobre los paralelismos entre los dos periodos.
Hay momentos en los que las historias incluso comparten diálogos. “Es muy curioso cómo te das cuenta que las mismas frases de 1939 se repiten con idéntica vehemencia e intensidad en 2009. Es una manera de plasmar la involución en las dos épocas”, se justifica el autor y director, que además comparte el protagonismo de la obra con Juan Carlos Garés, Iria Márquez y Rosa López.
Para situar al espectador en cada periodo histórico, Cardeña emplea separatas musicales. Javier Marcos se ha encargado de escoger y versionar canciones de los años de la Guerra Civil, como Si me quieres escribir, Ay, Carmela y Bella Ciao. Su interpretación de los temas es delicada e íntima, y sirve para marcar el inicio de las escenas ambientadas en el año 1939.
La invasión de los bárbaros es la primera incursión de la formación en la Guerra Civil, aunque Cardeña considera que lleva abordando la memoria histórica de manera implícita durante toda su trayectoria: “Todas mis obras han tratado el hoy desde el pasado, en propuestas como La estancia, La puta enamorada, El idiota en Versalles y Clandestinos. Así que casi siempre he estado hablando de la historia, pero no con afán arqueológico, sino que me sirvo de un tiempo pretérito para analizar el presente”.
Su decisión de encarar la contienda de forma explícita la ha precipitado la incorporación de la ultraderecha a la arena política española.
“Me cuesta hablar de mi país, porque es muy complicado y me cuesta ser objetivo, pero los creadores tenemos la obligación ética de mostrar al ciudadano lo que está ocurriendo y hacerle pensar”, argumenta el dramaturgo.
Las artes escénicas asumieron un deber moral para con su público durante el estallido de la Guerra Civil. Fue entonces cuando se acuñó el llamado teatro de urgencia, con autores como Rafael Alberti, Miguel Hernández, Max Aub y Raúl J. Sender. Cardeña actualiza ahora aquel talante de lucha por la legitimidad democrática: “Es tiempo de diálogo y pensamiento, de tomarse las cosas con calma y de ser lo más objetivo posible, pero sobre todo, es un momento de compromiso”.
Las mujeres de la obra son las que asumen los papeles ligados a la lucha por la igualdad y por la justicia. No es casual. El autor de La invasión de los bárbaros ha querido resaltar el papel femenino tanto durante la Guerra Civil como en nuestros días.
“Las mujeres del siglo XX iniciaron una gesta por sus derechos, sus libertades y la equiparación de género que, desgraciadamente, no ha culminado. Ellos fueron tan víctimas como los hombres: muchas fueron fusiladas y otras sufrieron la ausencia de sus padres o maridos. Las mujeres mantuvieron viva la llama de la memoria y siguen siendo las que reivindican esa lucha, porque son nietas o sobrinas de aquellos desaparecidos y han sido adalides de la búsqueda de los cuerpos y de devolverles su dignidad. De ahí que se merezcan ser la voz cantante de la función”.
El escritor José Calvo Poyato ha publicado recientemente un ensayo titulado El milagro del Prado (Editorial Arzalia) donde cuestiona el traslado de las pinturas de la pinacoteca nacional y lo considera una decisión política. Para justificar su opinión se apoya en las normas internacionales sobre patrimonio artístico, que aconsejan mantener las obras en sótanos, y en el hecho de que todavía no hubiera caído ninguna bomba sobre el museo cuando se resolvió mudar sus fondos a València.
“No sé si era más conveniente sacar los cuadros o no, pero me pareció muy tierno y entrañable que aquellos hombres, entre los cuales se encontraba el gran cartelista valenciano Josep Renau, decidieran traerlos a la capital de la República. Yo me quedo con la frase que dijo Azaña: “El Prado es más importante que la República y la monarquía juntas”. Me parece una declaración de intenciones muy hermosa y muy poco habitual entre los políticos de este país”.