SILLÓN OREJERO

Sara, francotiradora soviética; un cómic sobre la mujer en la II Guerra Mundial

El cómic de Garth Ennis (Predicador) y Steve Epting (Capitán América) sobre una francotiradora soviética en la II Guerra Mundial, intenta recrear el esfuerzo de las mujeres soldado que lucharon contras los nazis con la esperanza de alcanzar una sociedad nueva en la que imperase la igualdad. Lo que ocurrió después, como documentó Svetlana Alexievich en una de sus obras, fue más prosaico

11/03/2019 - 

VALÈNCIA. No me alucina el cómic Sara de Garth Ennis (guión) y Steve Epting (dibujo) aparecido en la nueva editorial TKO Studios. Después de haber leído toda la vida las historias de Sven Hassel es difícil que algo situado en el frente oriental de la II Guerra Mundial pueda llegar a sorprender en su vertiente de Hazañas Bélicas. Por cierto, que Sven Hassel fue pasado al cómic hace un par de años por Jordy Diago en La Esfera de los libros y la novela elegida fue Los Panzers de la muerte, que también fue llevada al cine en su día con escaso éxito.

Habría que aportar algo nuevo y realmente interesante para que uno vibre como lograron fliparnos aquellas novelas. Los cómics sobre el cerco de Leningrado y sus particularidades, por ejemplo, son una buena muestra. La historia del sitio ha permanecido un tanto inédita en la cultura popular y eso que las historias de supervivencia de los pobres ciudadanos atrapados y la de los soldados que les defendían, que se enfrentaron entre otros a la División Azul española, son ideales para revivirlas en ficción o en documental.

Sin embargo, Sara no aporta grandes novedades. La vida de una francotiradora apestada incluso entre los suyos por su eficacia tiene un gancho desde el punto de vista de los superhéroes, pero menor desde el histórico.

El proyecto es de una nueva editorial, TKO Studios, que ha seleccionado lo mejor del mercado para sus primeros lanzamientos. Steve Epting ha dibujado a Los Vengadores y el Capitán América desde principios de los 90, y el guionista Garth Ennis es el autor del clásico Predicador y ha escrito historias para Marvel y DC en sus mejores títulos, como Hellblazer, Thor, El castigador o El motorista fantasma.

De entrada, hay que reconocer que el dibujo es espectacular y que solo por las sangrientas escenas de combates en la nieve ya merece la pena abrir este tebeo. En la narración nos encontramos, no obstante, la introspección de una francotiradora que es implacable y la relación con sus camaradas femeninas dedicadas a los mismos menesteres en tiempo de guerra.

En los primeros números leemos sobre la lógica del francotirador, sus técnicas, tácticas y soledad. Nada nuevo, pero interesante y que se amolda muy bien al público que consume los títulos propios del currículum de los autores. Poco material digno de reflexión se cuela en el guión. Si acaso, cuando las soldados hablan de que después de la guerra hombres y mujeres serán iguales.

Esas palabras no están puestas al azar. Siempre se ha extendido sobre la mujer soldado comunista la misma idea. ¿Realizaba en el frente tareas encasquetadas a su sexo? ¿Fue liberada después de ganar la guerra como le prometieron? La realidad es que sí que obtuvieron sobre el papel derechos impensables hasta entonces en sus países, pero los roles se mantuvieron idénticos en la mayoría de los casos. Es decir, la mujer podía trabajar para ser autónoma, pero luego también hacía las tareas domésticas y se encargaba del cuidado de los niños. En este punto, la revolución comunista se quedó a medias.

Es muy recomendable para quien se acerque a este cómic y le pique la curiosidad el libro que escribió Svetlana Alexievich, La guerra no tiene rostro de mujer. Ahí recogía testimonios de auténticas francotiradoras y reflejaba una realidad, existía una especie de omertá impuesta entre ellas. No se quería que contasen su versión de lo que ocurrió, los pequeños detalles, precisamente esos que buscaba la autora.

Merece la pena citar, por ejemplo, el testimonio de Sofía Krigel, francotiradora cabo mayor. Esta mujer hablaba de que se convirtió en "esposa de campaña" del primer comandante de su batallón. No le quería, pero era mejor dormir con un hombre, decía, que temer a todos los del batallón. "¿Qué otra opción tenía?".

"En la batalla, bajo el fuego te llamaban: “¡Hermana! ¡Hermanita!”, pero acabado el combate te acorralaban... De noche no había manera de salir de la covacha... ¿También se lo han dicho las demás o no se han atrevido a confesarlo? Les da vergüenza, creo... Se lo callaron. ¡Son orgullosas! Pero allí hubo de todo porque nadie quería morir. Cuando eres joven, te da pena morir... Y también para los hombres era difícil estar cuatro años sin mujeres... En nuestro ejército no había burdeles, tampoco facilitaban fármacos. A lo mejor, en otras partes estaban pendientes de esas cosas. Pero en nuestro caso, para nada. Cuatro años... Los superiores se podían permitir alguna cosa, pero el soldado raso no. La disciplina. Pero de eso no se habla... No está bien visto... No..."

Ahí tendríamos un enfoque prosaico de estas heroínas por partida doble, por enfrentarse a los nazis con desprecio de su propia vida y por sufrir como mujeres el caos de la guerra, que se traduce en situaciones escalofriantes como la descrita por el anterior testimonio.

Sara, en cambio, es una historia para fliparse con los tiros que mete su protagonista al conocer la noticia de que los alemanes han arrasado su pueblo y asesinado a toda su familia y conocidos. Ese aspecto es en el que más indaga la obra, dando a entender que las soldados para llegar a serlo tienen que asumir que están en una guerra de aniquilación y no pueden permitirse ningún tipo de piedad con el enemigo.

Las aristas del relato aparecen para mostrar algo más obvio, las purgas de Stalin. La mujer, entre batalla y batalla, comenta que si el ejército no hubiera sido fagocitado por los procesos estalinistas, el enemigo no habría llegado tan lejos. Del mismo modo, las órdenes de no retroceder nunca se presentan como un sacrificio inútil al que los oficiales soviéticos se prestan con resignación porque sería peor que les fusilasen los suyos después.

 Lo mismo pasa con los reclutas que se envían al frente a ser sacrificados. Detalles ya de sobra conocidos y explotados, sobre los que no se aporta novedad ninguna, o incluso peor, los últimos coletazos de la historia oscura de los rusos, antes del desenlace final, son disparatados. Estamos, pues, ante un tebeo ordinario con un dibujo extraordinario, aunque hay que reconocer que nazis y soviéticos en la nieve son fotogénicos per se.

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