Cuatro profesionales del sector comparten sus impresiones sobre el poder, la condescendencia sufrida y la necesidad de que el feminismo no se limite al 8 de marzo
VALÈNCIA. Manejar el cotarro, partir el bacalao, lograr ser escuchadas entre las hojas del cogollo creativo, alcanzar el estatus de parte activa en la toma de decisiones. O, dicho de otra manera, abandonar el rol de eternas subordinadas. A las mujeres que tratan de liderar y desarrollar sus propios proyectos en el ámbito cultural ya no les vale con ver reconocido su trabajo de vez en cuando y recibir alguna palmadita en la espalda. Ya no es tiempo de migajas, docilidad y sigilo. Ahora exigen sentarse a la mesa en igualdad de condiciones y reivindicar que su mirada es tan válida como la del vecino. Sin pedir perdón y le pese a quien le pese. ¡Ah! Y, si es posible, no morir de hambre en el intento, que de talento no se llena la nevera. Sobre estas cuestiones, y muchas otras, pivotará la charla Gestionando cultura que acogerá el Muvim el próximo 27 de febrero como parte del ciclo Big Bang Dones. Las encargadas de poner las cartas boca arriba serán la dramaturga, directora escénica, clown y guionista, Patricia Pardo; la educadora artística y mediadora, Leire San Martín; Paula Pérez, gerente junto a Manu Garrido de APIV (Associació de Professionals de la Il·lustració Valenciana); y Ada Diez, ilustradora y co-creadora de Hits With Tits y el festival Truenorayo. En esta cita, además, se proyectará En la brecha. La desigualdad de género en el trabajo contada por ti, un documental participativo en el que trabajadoras de distintos sectores comparten sus vivencias.
Habitar un entorno creativo no supone, a pesar de lo que creen algunos, disfrutar de un paraíso ajeno a las discriminaciones y las relaciones de poder que imperan en otros ámbitos mucho más prosaicos de nuestra existencia. Sí, la cultura es un espacio en el que predomina la presencia femenina, pero las inercias sexistas siguen más que presentes, se cuelan por las grietas, se atrincheran bajo las uñas y en el fondo de los cajones. Da igual lo cool que parezca el celofán que la envuelve, “la cultura es un espejo de lo que sucede en la sociedad, también de sus desigualdades. Sería una banalidad pensar que vivimos en un mundo aislado de esas opresiones diarias”, sentencia San Martín.
Así, sobre las dificultades a las que se enfrenta una mujer que desea consolidar su propia carrera en los lares culturales, señala que “existe una barrera a la hora de entablar relaciones laborales: estás sujeta al mansplaining, a críticas relacionadas con tu aspecto y siempre tienes que demostrar que de verdad sirves para tu trabajo, aunque hayas llegado esforzándote mucho”. Por supuesto, una vez logrado un cargo que implique medianamente algo de responsabilidad llega la dicotomía traicionera, un hombre será un líder imperturbable, “pero ella será considerada una mandona. Perviven muchos estereotipos de género que dificultan crear un ambiente profesional”. “En la cultura, a menudo, debes relacionarte en entornos más lúdicos que otros sectores: presentaciones, charlas… Muchas veces los contactos se hacen fuera del ámbito laboral y eso sucede más entre congéneres masculinos”, incide. Los ‘clubs de chicos’, esos espacios de franca camaradería en los que históricamente la presencia femenina chirriaba.
Patricia Pardo desarrolla su actividad en dos esferas laborales que discurren por vías algo dispares: las artes escénicas independientes y la galaxia audiovisual. Respecto a la primera, señala que “hay mucha autogestión y existen muchas compañías y colectivos liderados por mujeres. Esto hace que no se reproduzcan las jerarquías clásicas, funcionamos de otra manera.”. No ocurre lo mismo con las aguas del guion por las que se mueve: “es habitual que el productor sea un hombre y se conformen equipos con una inercia en la que se tiende a lo masculino y donde nosotras siempre tenemos que demostrar más”, apunta.
De poco sirven las buenas intenciones si la realidad te impide materializarlas. Por ello, una igualdad que influya de manera significativa en la sociedad pasa, inevitablemente, por escalar organigramas. La ilustración es un ejemplo cristalino: “se trata de un ámbito con muchísima presencia femenina, pero, mira tú por dónde, muchos puestos de prestigio los ocupan hombres”. “Es imprescindible la normalización de mujeres en puestos de poder en los que se decida hacia dónde van los espacios creativos. Eso permitirá aportar nuevas perspectivas, nuevas formas de diálogo y miradas más transversales”, apunta Diez. Claro, es difícil cambiar el mundo si no tienes margen para tomar decisiones relevantes.
Para Pardo, contar con equipos paritarios en la confección de los guiones tiene una ventaja clara: “se tiene más cuidado en no repetir patrones como que los personajes graciosos y relevantes sean siempre los masculinos mientras que los femeninos son apoyo de ellos, no son interesantes o están muy sexualizados. También en la construcción de tramas, la selección de temas, en el enfoque…. Porque, claro, nos sentimos aludidas. Los compañeros cada vez lo entienden más, pero a menudo, si no hay una coordinadora de guion o al menos una guionista concienciada, se recurre a lo mismo de siempre”. En cualquier caso, según Pardo, para echar a danzar proyectos que pongan patas arriba los estereotipos de género no basta con la mera presencia femenina, sino que “es necesario que haya una conciencia feminista para hacerse preguntas y plantearse qué se está representando. Hay que romper inercias y para ello hace falta que la persona que coordina y dirige tenga esa visión”. Si hablamos de representación cultural en toda su inmensidad, para Pérez, resulta “importantísimo” incluir distintas voces “porque hay cuestiones que desde una posición de privilegio son muy difíciles de ver. Me parece fundamental introducir otros discursos para desmontar estructuras que injustas y enriquecer el pensamiento colectivo”.
“Siempre hemos sido objeto de estudio y no sujeto creador, al menos no reconocidas como tal. No solamente se circunscribe a cuestiones de género, también de raza y clase. Hay un perfil que está autorizado para hablar y otros que no lo están”, apunta San Marín. Diez también coincide en que la clave no está únicamente en abrir las compuertas a más mujeres, sino facilitar el acceso “a todas esas personas que se salen de los cánones normativos, heteropatriarcales y blancos, a todas esas realidades a las que les cuesta mucho más entrar y formar parte de las dinámicas culturales. Al final, hay que recurrir a una cultura de guerrilla”. Flashback instantáneo al cartel que plantó en Nueva York el colectivo Guerrilla Girls en 1989: “¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Met. Museum? Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos”.
Y es que, como indica San Martín, en el arte, el museo ejerce como “el espacio en el que se va a decidir qué debe ser consumido culturalmente y qué no. En el caso de las obras creadas por mujeres, se inscriben en exposiciones temporales temáticas o de minorías. Todas esas otredades que no encajan con el rol de hombre blanco, europeo y burgués quedan relegadas”. Un esquema que “también se reproduce en la estructura institucional. En Tabakalera no es así, las cuatro personas que están en el equipo directivo son mujeres, pero no es un caso habitual. Hay muchísimas mujeres trabajando en la gestión cultural, pero ¿quién está comisariando, produciendo los contenidos que pasan a la arena pública? El pensamiento feminista tiene que atravesar la institución de cabo a rabo, no basta con implantar cuotas”. Hablar de creación y mujer, supone, indefectiblemente, hablar de precariedad. “Si la cultura en sí está precarizada, para las mujeres lo está todavía más, pues además de ocupar puestos de menor responsabilidad, suelen recaer en nosotras los cuidados, ya sea de menores, de ancianos o de personas dependientes”, señala Pérez. “¿Cuántas mujeres han tenido que abandonar la práctica artística por ser madres? ¿Por qué tenemos que plantearnos esa elección cuando los hombres no lo hacen?”, añade San Martín.
“Si no se exige paridad en la conformación de equipos, existe una falsa meritocracia en la que se da más oportunidad a compañeros que a compañeras. La inercia del colegueo y la amistad entre hombres hace que se sigan reproduciendo esas conductas”, apunta Pardo. No obstante, reconoce que los tiempos están cambiando (léase al ritmo del himno de Bob Dylan): “Hay pocas mujeres en la producción ejecutiva, pero cada vez más. Y, aunque cuesta, están contando con nosotras para liderar equipos de guionistas”, señala Pardo. Eso sí, el ansiado cambio “no debe venir solamente de los hombres – sostiene Díez-, nosotras también hemos de romper con las barreras y los estereotipos que nos han inculcado. Tenemos que creernos que somos capaces, que no tenemos que pedir disculpas y que si conseguimos un puesto de liderazgo es porque nos lo merecemos”. Vamos, cavar un hoyo bien hondo y lanzar dentro de una vez por todas al síndrome de la impostora.
Lo has conseguido. Lideras tu proyecto, gestionas tu movida. Tus manos construyen ideas, las sacan del insípido Excel y las hacen realidad ante los ojos de cualquiera que pase por delante. Y entonces, llega la batalla para ser tomada en serio, el menosprecio disfrazado de condescendencia. Preguntada al respecto, San Martín responde con un brutalmente honesto “buah, claro”. “Además, yo me dedico a la educación en el sector artístico, un ámbito completamente feminizado, a veces incluso infantilizado, y que no suele tener reconocimiento, así que he visto menosprecios de todo. Se entiende que nos dedicamos a recibir niños, no a generar contenidos, y eso es lo que tenemos que cambiar”, añade. “Es algo habitual y resulta bastante desagradable. Yo me encargo de la parte económica de la Asociación y cuando en una reunión se habla de dinero, el resto de asistentes suelen mirar a mi compañero en APIV, Manu Garrido. Entonces, me toca levantar la mando y aclarar que ese es mi tema. Es necesario hacer un poco de ‘gota malaya’ y no perder la paciencia”, apunta Paula Pérez.
Así lo explica Diez sobre su experiencia como gestora cultural: “Desde el principio he tenido bastantes malas experiencias al respecto. Creen que eres demasiado joven y te tratan como si fueras su hija, con paternalismo. Te das cuenta de la diferencia en cómo reaccionan contigo y con tus congéneres masculinos… Con la edad, vas ganando armas para luchar contra eso. Pero es cierto que, cuando estás empezando y te dicen algo fuera de lugar, instintivamente, sonríes, porque a las mujeres nos han educado para sonreír”. A pesar de todo, la gestora musical es optimista: “cada vez estamos hablando más y señalando que esos comportamientos que sufrimos no deberían pasar. Internet nos ha permitido comunicarnos entre nosotras y gana fuerza, porque si crees que solo te pasa a ti, el sentimiento de culpabilidad hace que no luches. Pero se puede. Es una cuestión de preparar a la sociedad para que cambie el chip, de modificar la educación que recibimos”.
Hits With Tits y el Truenorayo llegaron a este mundo con una premisa muy clara: lanzar eventos en los que la presencia femenina fuera la columna vertebral y no una nota de color. En ese sentido, Diez destaca las alabanzas recibidas: “desde un principio fuimos muy claras respecto a lo que queríamos hacer, es nuestra bandera, y creo que por eso nadie nos cuestiona cómo y a quiénes programamos. De hecho, nos agradecen que les descubramos cosas al público. Las instituciones cojean muchísimo en ese aspecto, no basta con ponerse un pin el 8 de marzo”. Y es que, con el Día de la Mujer saludando desde la próxima hoja del calendario (es suficiente moverse unas cuantas casillas para rozarlo con los dedos), comienza la histeria por fichar a unas cuantas mujeres que hagan cosas de mujeres y así demostrar los compromisos corporativos con los asuntos de mujeres. En esta fecha tan señalada toca ceder el protagonismo a las señoras. El resto del año, ya tal.
“Muchas creadoras comentan cómo les están llamando los ayuntamientos desesperados porque necesitan a alguien y no tienen información sobre la escena cultural femenina. Les da lo mismo quiénes sean o qué hagan, les vale cualquiera. Y, si puede ser, intentan que lo hagan gratis porque le dan poca importancia”, apunta Díez. Para cubrir el expediente basta con poner en marcha ‘algo de tías’. “Seguimos peleando para que los guiones sobre feminismo no se circunscriban a programas especiales, que no sea un tema más, sino que se trate como una mirada transversal que atraviese las distintas producciones”, apunta Pardo. Es decir, que haya feminismo en pantalla más allá del mes de marzo. Como señala la representante de APIV, “no puede ser que el 9 de marzo todo el mundo se olvide del asunto. Las cuestiones de género están presentes en todas las esferas de la vida. Cuando tomas conciencia de eso, las ves ya siempre, no puedes ponerte y quitarte las gafas”. Se trata, al fin y al cabo, de revindicar un sitio en la mesa los otros 364 días del año.