VALÈNCIA. “El pasado nunca deja de molestarnos”, nos persigue, nos construye y permite que exista un tema común sobre el que hablar, tal vez, en un funeral. El pasado, cuando es compartido, cuenta con tantas versiones como individuos que lo viven, y además los recuerdos tienden a jugar malas pasadas. Dentro de la novela Los alemanes el pasado, más allá de “molestar” también “se vuelve presente en cuanto lo tocas y no importa que no hayas intervenido en él, no importa lo inocente que seas o lo libre que te sientas”, añade Sergio del Molino. Todas estas frases, conjugadas por los protagonistas de su novela -los hermanos Fede y Eva- le han llevado a obtener el Premio Alfaguara de Novela con un relato que se centra en la historia, la familia y los recuerdos que se desdibujan entre dos protagonistas: Fede y Eva, quienes se encuentran en el cementerio alemán de Zaragoza en el entierro de su hermano mayor: Gabi, un personaje que cedió su vida a la música y que se lee como una persona tan ambiciosa como peculiar.
Paseando entre la culpa, el poder y el temor Sergio del Molino compone una ficción sobre la familia y rescata un episodio casi desconocido sobre la historia española. En la novela habla sobre los alemanes que se instalan en Zaragoza en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, cuando llegan a la península más de mil alemanes que venían de Camerún y que se instalan en España como país neutral. Aunque sin poder escapar de su pasado Fede y Eva Schuster logran construir su propio presente y futuro desde la historia que les acontece. En Los alemanes se escribe un relato de problemas de familia con un fuerte telón histórico que permite a del Molino que la tensión vaya in crescendo página tras página empleando la voz de varios personajes que cuentan con su propia voz gracias a su narración en primera persona del singular. El autor de esta novela se reúne con Culturplaza para desgranar una pequeña parte de esta lectura sobre la familia, el pasado y sobre cómo las letras permiten que se construya un nuevo futuro.
-¿Por qué Fede y Eva son los que cuentan su propia historia?
-Al principio había concebido dos voces, dos narraciones que contaran exactamente lo mismo pero cada una desde un punto de vista, pero vi que encajaban mejor como complementarias. Generar un enfrentamiento entre hermanos y añadir la polifonía a esa estructura me ayudó a concebir el relato de una forma musical: concebirlo como melodías que se cruzan y se contraponen.
-¿Escribes o compones?
-Diría que tengo una creencia muy musical por los índices narrativos, es por eso que siempre procuro que mis libros tengan una musicalidad marcada y que lleguen a su clímax.
-La música cobra también bastante importancia dentro de la novela, que cuenta incluso con su playlist propia
-La música es importante para los personajes porque les habla de su cultura, les sirve para afianzarse de una identidad y para romperla también, es como una especie de contraposición. También les sirve para comunicarse ya que nunca se dicen lo que sienten ni lo que piensan, la música les sirve para llevar un poco los silencios y crear un cemento de la relación entre ellos que nunca han podido construir a través de las palabras. En cuanto a la playlist creo que se podría hacer una banda sonora de todos los libros, me parece una forma bonita de ampliar la lectura porque son referencias para melómanos que resultan muy interesantes.
-En Los alemanes la música remonta a los hermanos a su pasado, y a su educación
-La música les viene de su madre, de la tradición y les remite a la esencia de ese germanismo impostado que ellos traen. Cuando remite a Schubert y a esa tradición musical alemana les sirve para amalgamarse y para distanciarse también como hace Gabi, que coge toda la tradición y la destruye, la convierte en otra cosa.
-La lectura comprende una especie de “gran discusión” en la que los recuerdos sirven como defensa para los argumentos propios, aunque cuando cada uno cuenta su historia relata los mismos momentos de forma diferente
-En realidad la novela se centra también en los conflictos de familia, es una convicción que está muy asociada a la literatura y a una subjetividad pura y dura. Creo que no hay verdades, que las verdades se van componiendo por una suma de subjetividades y de puntos de vista. Somos personas muy distintas según quién nos narre, yo soy una persona muy distinta para mi hijo y para alguien que me detesta… Esos relatos se van complementando. La literatura no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta o desde que punto de vista.
-¿Te sirve eso para comprender a tus personajes?
-Claro, yo concibo los rasgos esenciales de cada personaje y a partir de ahí me intento señor a sus prejuicios, no a los míos, a su forma, su sesgo, sus filias, sus fobias… todo eso hace que su mirada sea única y especial y se contradiga con otras miradas. Eva y Fede vienen de un pasado compartido, cada uno desde su punto de vista y por cómo lo han vivido pero… ellos son muy ellos.
-¿Cómo es tu forma de escribir?
-Yo voy trabajando todo con la marcha de la escritura, soy un escritor que necesita sentir mucho el texto, trabajarlo y pensarlo. Para mi es muy difícil cuantificar el tiempo de escritura, va desde que empecé a pensar en el relato pasando por la fase de documentación y hasta el momento de escuchar la música que forma parte de este universo.
-¿Dirías que los relatos embellecen la memoria?
-Los relatos nos cuentan cosas sobre lo que creemos conocer. Todas las familias y todos los países tienen relatos que hablan de la juventud, de lo felices que fuimos. La realidad es que nunca fuimos tan felices, el recuerdo es bastante puñetero. La historia investigada siempre derriba la mitología, pero a su vez sin mitología no podemos vivir. Creo que la literatura contemporánea está hecha en una tensión entre la mitología y el intento de encontrar esa verdad histórica. Creo que mi novela va en parte sobre el choque de la mitología y esta “supuesta” realidad.
-Una de las reflexiones de los alemanes es: “El pasado nunca deja de molestarnos”, ¿cómo consideras que nos persigue el pasado?
-El pasado lo es todo para las naciones, es de lo que estamos hechos y de lo que están hechas las sociedades. No podemos eludirlo, podemos vivir de espaldas a ello pero sería tan estúpido como ignorar tu propio cuerpo. Con el pasado pasa lo mismo que con el cambio climático, puedes ignorarlo pero te va a terminar matando. Aunque ignores el pasado te puede seguir persiguiendo.