El trío londinense presenta hoy en la sala El Loco de València su tercer álbum, The Official Body, producido por Edwyn Collins de Orange Juice
VALÈNCIA. Ya lo decía la anarquista Emma Goldman; las revoluciones que no se bailan no valen la pena. Y la de Shopping, en todas sus vertientes –anticapitalista, queer, antirracista- ha encontrado acomodo en la fórmula de power trío basada en la fuerza magnética de los bajos y las baterías. Surgidos hace seis años en los garitos de la escena underground londinense, ha sido su tercer álbum, The Official Body (Fat Cat, 2018), el que ha puesto definitivamente a la banda británica en el radar internacional. La fresca asimilación del espíritu punk-funk de grupos como ESG y Delta 5 toma forma en diez nuevos temas grabados junto a Edwyn Collins, líder de la banda de post punk escocesa de los años ochenta Orange Juice.
La guitarrista y vocalista Rachel Aggs, el bajista Billy Easter y el batería Andrew Milk ofrecerán hoy jueves en la sala El Loco su primer concierto en València. La propuesta tiene dos pilares; por una parte, estructuras rítmicas sencillas, rápidas y sostenidas, coloreadas por riffs limpios y alguna que otra línea de sintetizador. Por la otra, letras políticas a dos voces que nos traen a la memoria los divertidos tira y afloja de Fred Schneider con Kate Pierson y Cindy Wilson en The B-52’s.
Amigos de los juegos de palabras y el sarcasmo, Shopping escogieron para sí mismos un nombre que encierra una crítica fundamental: el consumismo como arma de manipulación y atontamiento social. Su primer disco –publicado en su propio sello MILK records en 2013, y reeditado después por la discográfica independiente neoyorquina Fat Cat cuando las primeras mil copias volaron- se titulaba Consumer complaints (quejas del consumidor) y guarda muchos puntos de conexión con el movimiento Occupy que surgió pocos meses antes de la grabación del LP. “Somos esclavos del sistema, así que hablamos de nuestras frustraciones acerca de ello cuando componemos nuestra música. Pero nuestra intención última no es hacer política; nuestra misión explícita es hacer a la gente bailar”, afirmaba Andrew Milk en una entrevista concedida al magazine Stereogum en 2015.
En su triple condición de mujer, negra y lesbiana, Rachel Aggs incorpora en sus letras la perspectiva queer y riot grrrl. “La canción Suddenly Gone viene de una reflexión acerca de cómo los artistas a veces nos sentimos utilizados por el sistema capitalista –se lamentaba la cantante y guitarrista recientemente en otra entrevista a la revista británica M Magazine-. Tengo la sensación de que mi identidad ha sido codificada para el mercado o se ha puesto de moda. Como si alguien hubiese decidido: Oh, este año queremos que la gente hable de las personas de color; o queremos que este año lo queer sea tendencia. Si puedes encontrar a alguien que cumpla ambas cosas, te has llevado el Gordo. Pensar que se te presta atención, pero que en el fondo no se valora tu música, supone un reto para la confianza en uno mismo. Es como si te hubiesen comprado.
La solución musical de Shopping –todo hay que decirlo- no es revolucionaria; tiene referentes muy directos en la escena new wave y post-punk de Nueva York de finales de los años setenta y principios de los años ochenta. Aquellos años, coincidentes con el inicio de la decadencia de la música disco más mainstream, abrieron el campo a una promiscuidad de géneros muy interesante en la escena underground. Entre 1978 y 1982 se llevaron a cabo divertidos ejercicios de subversión que transformaban el hedonismo inofensivo de la música de baile en un pastiche mutante en el que tenía cabida el funk, el free jazz, el hip hop y el incipiente punk. Arrancarse los corchetes es siempre un signo de salud creativa, y en este caso concreto ayudó a la formación de muchas bandas eclécticas y de personalidad muy acentuada como Talking Heads o James Chance and The Contortions –a quienes Shopping parecen homenajear en la séptima canción de su último álbum, titulada “Control Yourself”-. Es difícil encontrar demasiados denominadores comunes dentro de esta constelación de mestizajes -que además cohabitaba con las aproximaciones más experimentales de la no-wave-, pero sin duda existía un interés muy generalizado por incitar al baile. Sin tirar necesariamente de sintetizadores ni cajas de ritmos, pero recurriendo con mucha frecuencia a la percusión con cencerros.
En el espectro de influencias de Shopping están formaciones como ESG y Bush Tetras y canciones esenciales como “Dance” y “You can’t be funky”, pero también otras como Delta 5, The Au Pairs o The Slits, que eran el reflejo especular de la new wave en Inglaterra durante ese mismo periodo (1978-1982). Casualmente –o no- todas ellas son bandas con mujeres, discursos más o menos contestatarios y producciones discográficas toscas que hacían de la economía de medios una virtud. Esa filosofía también queda patente en The Official Body: si bien las estructuras son algo más complejas a nivel instrumental que en su anterior disco –Why Choose (Fat Cat, 2015)-, la grabación de Collins ha respetado la textura áspera y sin artificios que caracteriza al sonido de la banda.
Mutant Disco (Ze Records, 2003), Disco Not Disco (Strut Records, 2000), los dos volúmenes dobles de New York Noise (Soul Jazz records, 2003) o In the Beginning There Was Rhythm (Soul Jazz, 2002) son algunos de los recopilatorios que contribuyeron a exhumar este legado para el público de los llamados noughties. Y, efectivamente, muchas bandas de los dosmiles se subieron al carro del revival new wave. Radio 4, The Rapture, LCD SoundSystem, Le Tigre y Erase Errata fueron de alguna forma la avanzadilla funk-punk-disco que 15 años después encarnan bandas como Shopping. Canciones como “The Hype”, “Wild Child” y “In Other Words” son dignas herederas de una tradición que no deja de sumar buenos capítulos.