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Sol, terracita, caña… y de tapa: corrupción

18/04/2018 - 

VALÈNCIA. Uno de los problemas de que escritores e intelectuales hagan artículos de opinión -destaca Sánchez-Cuenca en su ensayo La desfachatez intelectual- es que opinan sobre temas de los que apenas se han documentado. El estilo, el ingenio y la originalidad de sus hipótesis o puntos de vista son colocados por encima del rigor intelectual, haciendo que se resienta el periodismo. Pone como ejemplos de esta práctica a Savater, Pérez Reverte, Azúa o Muñoz Molina.

Yo llevo algún tiempo queriendo hacer un artículo que será tildado rápidamente de desfachatez intelectual, pero al final, con la llegada de la primavera y la vuelta a las terracitas (si es que alguna vez las hemos abandonado) no he podido resistirme. Tómese como lo que es: un ejercicio literario de hipótesis poco rigurosas que pretenden relacionar el sol con ciertos rasgos del carácter español. Porque, tal y como yo lo veo, el sol tiene mucha relación con la corrupción, el enchufismo y el amiguismo que nos caracterizan.

Foto: EFE

También, ya que siempre hay dos caras, con nuestro carácter abierto y familiar.

Hay muchos estudios que demuestran que la falta de luz va aparejada a tristeza, apatía, disminución del apetito sexual, desgana, depresión e incluso, a la larga, se considera una causa importante de suicidio. El sol, por otro lado, alegra y activa. Solo tenemos que observar la diferencia entre los países del norte y el sur de Europa para darnos cuenta de que el clima –también hay estudios que relacionan esta diferencia con la religión: católica o protestante- es importantísimo en nuestro carácter.

Dice Harari en su conocido ensayo Sapiens que una de las mayores utilidades del lenguaje es el chismorreo. Desde que el hombre tiene la capacidad de comunicarse, los chismes han copado la gran mayoría de las conversaciones. Pensemos en todo lo que hablamos a lo largo del día… ¿cuánto de lo que decimos es realmente importante y cuánto es absolutamente banal y podría describirse como comadreo, cotilleo o hablar por hablar? Para Harari, el chismorreo es importante porque cohesiona al grupo. Nada une más a dos personas que hablar mal de una tercera, criticar a los políticos a la hora del café o hacer bromas sobre un amigo común. Una sociedad que chismorrea mucho está más cohesionada.

Los españoles somos afables y muy dados a la cháchara. Como buenos mediterráneos, las cafeterías son lugares de encuentro donde el café es solo una excusa. También irse de cañas o salir a picar algo son algo más de lo que parece. Bares, restaurantes o cafeterías, no importa. La comida y la bebida son el centro de nuestra vida social, el mejor catalizador de conversaciones sea fuera o en la propia casa. Reunirse con la familia alrededor de una paella, de un cocido o de una fabada es toda una institución en nuestro país.

En cierto modo, es el sol el que facilita este carácter abierto y sociable. Al contrario que en países del norte, cuya rutina suele transcurrir de puertas para adentro debido al clima y la oscuridad, nosotros pasamos una gran parte de nuestra vida, desde bien niños, en parques, descampados, terracitas o simplemente paseando. Todo esto genera un tejido social muy importante. Los españoles tenemos muchos amigos y muchísimos conocidos, además de relaciones familiares estrechas, hecho este último que ha sido considerado como una de las causas de que la crisis económica no nos haya afectado tanto: las familias han estado ahí para cooperar y ayudarse los unos a los otros

Los españoles somos una gran tribu unida por las terracitas, los postres variados, las cervecitas y los chupitos de orujo de hierbas. Lo cual es genial y envidiable, pero que genera daños colaterales: el enchufismo, por ejemplo. ¿Cómo no colocar a tu sobrino en la empresa, con lo que lo quieres tras tantas paellas, aunque no sepa ni hacer la O con un canuto?

También la corrupción. Si tu amigo lo necesita, con los años que hace que os conocéis y salváis el mundo frente a dos gin tonics, cómo no amañar ese contrato y dárselo a su empresa… ¡Él lo haría por ti, claro que sí! Como me dijo una vez un señor de mi pueblo, refiriéndose a un alcalde honesto:

—Ese no vale para alcalde, es tonto… ¡pudo meter a su hija de psicóloga en el Ayuntamiento y no lo hizo!

Pues eso. Si ir a tomar café con los amigos forma parte de nuestra idiosincrasia, colocarlos está igual de arraigado en nuestra forma de ser. Recuerdo otra señora que, cuando su hijo se quedó en paro, le dijo:

—Ahora muévete.

El hijo pensó que se refería a que buscara trabajo y preparó su currículo e hizo un listado de empresas. La madre, en cuanto vio el malentendido lo sacó de su error:

—Muévete por los bares, sal de copas, llama a amigos que hace tiempo que no ves… ¿O te crees que alguien te va a dar trabajo por tu cara bonita?

Foto: EFE

Supongo que la cara bonita era el currículo…

Según el estudio ISSP de 2001 (y no tiene pinta de haber cambiado mucho la cosa, si acaso habrá empeorado debido a la crisis) el 29% de los jóvenes españoles consigue su trabajo a través de un familiar y el 38% a través de un amigo. Solo el 33% lo consigue solo por sus méritos (el 54% en el resto de Europa) ¿No es esto escandaloso? Vivimos en un país donde las conexiones personales son más importantes que los méritos.

Las consecuencias de esta ausencia de meritocracia, para quien crea que ni pasa nada, que qué mas da, van más allá. Por ejemplo, que los mejores puestos no los consigan los más aptos, sino los amigos o familiares más queridos (o pelotas) no dice mucho a favor de la competitividad de nuestras empresas. No es de extrañar que el 80% de estas no sobreviva a la tercera generación. Los nietos de los grandes emprendedores tienen muchas papeletas de ser niños mimados y consentidos. O tal vez no, pero meter a la suerte en esta ecuación ya es bastante poco profesional.

También podemos pensar en la Administración Pública vendida a las empresas. A nadie le extrañará si digo que algunos políticos hacen contratos y leyes a medida para ganarse un buen regalo o un buen enchufe como asesores en, no sé, una empresa energética… por decir algo.

Recuerdo cuando en Islandia, en 2015, salió gran parte de la población de su capital, Reikiavik, para protestar frente al Parlamento porque su presidente había salido en los “papeles de Panamá”. El clamor popular fue tan mayoritario que dimitió el presidente y el ministro de Finanzas, también implicado. Pensemos que en Islandia -con el frío que hace y esas noches larguísimas- hay que tener una buena razón para salir a la calle. En España tenemos escándalos parecidos casi cada día que salpican a prácticamente todo el gobierno, incluido el presidente. No hace falta que recuerde los últimos. Pero en España tenemos el sol. Mientras los islandeses están en su casa solos haciéndose mala sangre sobre lo ocurrido e incubando la protesta, nosotros elevamos la voz en una terracita frente a una cerveza con nuestro colega, nuestro primo o el camarero.

—¡Vaya panda de corruptos! ¿Me pones otra caña?


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