VALÈNCIA (EFE). Joaquín Sorolla, el pintor de los colores cálidos del Mediterráneo, fue un asiduo de los veranos donostiarras desde que recaló por primera vez en San Sebastián en 1989. En esta ciudad cambió su paleta y superó el "desafío" de captar también para su obra la luz del norte. Parte de esas pinturas nacidas junto al Cantábrico se podrán contemplar desde este sábado y hasta el 15 de octubre en el Museo San Telmo de la capital guipuzcoana, en una pequeña exposición que es parte del proyecto Viajar para pintar impulsado por el Museo Sorolla de Madrid y la Fundación Museo Sorolla para acercar las obras de su colección a los lugares en los que fueron creadas.
Con Viajar para pintar. Sorolla en San Sebastián, se inicia un recorrido que llevará otras de sus obras a Toledo, Valladolid, Mallorca, Sevilla y A Coruña, que asimismo dejaron en el artista valenciano, fallecido hace un siglo, "una profunda huella". De esta forma, el museo y los herederos del pintor han dado un plus a la celebración del centenario de la muerte de Sorolla, pues su intención era ir más allá del "binomio" Madrid-València, sus lugares de mayor "raigambre", donde se han sucedido iniciativas para conmemorar la efeméride, ha explicado Enrique Varela, director del museo madrileño, en la presentación de la muestra.
Le acompañaban la responsable de San Telmo, Susana Soto, y la comisaria de la exposición, Acacia Sánchez Domínguez, quien ha destacado que Sorolla "supo trasladar a su pintura toda la modernidad de una ciudad tan avanzada y tan cosmopolita como era San Sebastián" en esa época. En este caso, ocho lienzos y una treintena de "notas de color", apuntes realizados en cuadernos y tablillas, se han unido a las trece obras que San Telmo posee del pintor, algunas donadas por dos de los grandes amigos que Sorolla hizo en San Sebastián, el médico Juan Madinaveitia y el artista Rogelio Gordón, director de la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad. Se han recopilado también para esta muestra, instalada en la Sala Capitular del museo, documentos gráficos y fotográficos para ampliar la visión sobre la relación que el artista mantuvo con San Sebastián, donde veraneó de forma intermitente desde ese 1889 en que conoció la ciudad en un viaje de regreso de París hasta 1921, dos años antes de su muerte.
La comisaria ha señalado que Sorolla pintó más de 300 obras de San Sebastián y sus alrededores, como las localidades costeras de Pasaia y Zarautz. Ha explicado que eligió esta ciudad como lugar de veraneo por un doble motivo, "el pictórico y el social". "El pintor se integró bien en la sociedad donostiarra. Se conoce su activa participación en numerosas actividades y, en especial, en las tertulias diarias del Café Oriental del Boulevard en donde departía amistosamente con Darío de Regoyos", ha señalado. En San Sebastián, Sorolla realizó "un loable ejercicio de introspección al mudar los tonos de su paleta a una gama más suave y matizada, más acorde al cambiante clima del norte peninsular", como atestigua la obra seleccionada para la exposición.
Se exhibe, por ejemplo, una "cuidada" selección de su conocida serie de vistas de "El rompeolas", además de apuntes donde se intuye la playa de La Concha y paisajes del interior de San Sebastián, de los escenarios que más le cautivaron. "En San Sebastián se daban cita tanto la adinerada clientela del pintor, como su nutrido grupo de amigos en un ambiente cosmopolita, todos ellos seducidos por el nuevo concepto de ocio al aire libre que trajeron los principios higienistas en alza. En este contexto, Sorolla encontró en la ciudad el lugar más adecuado en el que pintar sus pequeñas notas de color y así ejercer como el sagaz cronista social que fue a lo largo de toda su carrera", ha resumido la comisaria.