El autor escénico Vicente Arlandis aborda la historia de su padre a través de una obra de teatro y una novela no-creativa: un hombre acusado de robo con homicidio por un falso testigo que pasó 13 años en la tarde y cuya situación derivó en el desahucio familiar
VALÈNCIA. El performer y creador alicantino Vicente Arlandis presenta el proyecto Sumario 3/94, en el que una pieza escénica y una novela reescriben un material muy sensible: la historia de un hombre que fue condenado a 29 años de prisión por robo con homicidio. Un hombre, ahora personaje, Vicente Arlandis Ruiz, trabajador del sector juguetero en Ibi que ha cumplido 13 años de condena y que ahora se enfrenta a la labor de su hijo por reordenar y mostrar su historia sin equidistancia y a través del arte.
El reto de Arlandis hijo es alejar lo vivido de la literatura judicial y de la frustración obtenida tras 'elevar' su caso a los medios de comunicación. El autor tenía 17 años cuando sucedió: "es una anécdota; justamente entraba en casa con las notas del COU aprobado cuando la policía iniciaba el registro en busca de pruebas". La familia, con escasos recursos, interpretó que todo debía tratarse de un error y confió su destino a los abogados de oficio. Sin embargo, un año y medio después la Audiencia Provincial confirmaba la sentencia que cambió sus vidas.
Ahora Arlandis ultima el estreno de su adaptación teatral para el Festival TNT de Terrasa en septiembre. La obra que ha desarrollado junto a sus padres en las residencias de la Casa Encendida de Madrid y el Graner (Mercat de les Flors, Barcelona) también pasará en los próximos meses por el festival BAD de Bilbao, el Teatre el Musical de València y la población alicantina de donde parte la historia de su familia: Ibi. En paralelo y junto al doctor en filología Miguel Ángel Martínez, prepara una novela no-creativa en la que reordena y resume los seis tomos del sumario del caso "sin añadir una coma". Una segunda línea de creación para la que acaba de lanzar un crowdfunding, y que incluirá textos de Jaron Rowan, Kenneth Goldsmith , María Salgado y Raquel Taranilla.
El autor pretende aprovechar la frialdad generada por el tiempo para abordar el caso a través de sus protagonistas, pero poniendo como herramienta para la interpretación un bagaje escénico internacional. Arlandis es licenciado por la Escuela Superior de Arte Dramático de Valencia y máster en Producción Artística en la Facultad de Bellas Artes de la Universitat Politècnica de València y en Apass (Performance en Advanced Performance Trainning) en Bruselas. Ha trabajado con Lisbeth Gruweth, Jan Fabre o Hipólito Patón y no ha abandonado su actividad artística con la performance y la creación coreográfica como líneas habituales de creación.
Uno de los aspectos más interesantes de las futuras producciones artísticas es comprender cómo encajó su familia, con muy pocos recursos y una agónica situación de presidio para el padre, la decisión de iniciar una carrera artística mientras se sucedían estos hechos: "no fue sencillo", avanza Arlandis a Valencia Plaza. "Mi línea hasta ese momento iba encaminada a estudiar arte dramático, así que me lié la manta a la cabeza y decidí iniciar los estudios artísticos y en paralelo tratar de seguir solucionando la cuestión de mi padre. Mi padre no entendía muy bien qué hacía. Esperaba que estudiase Derecho y no encontraba sentido a que siguiera con mi camino artístico. Es algo que en la obra tiene mucha miga".
El autor ha contado tanto con su padre como con su madre para abordar todo el proceso. De hecho, su madre, que ya aparece en algún vídeo promocional de la obra escénica, es miembro del reparto. En la pieza se abordan la suma de errores "en la instrucción, policiales, en la defensa, etcétera, etcétera. Nos confiamos y pensábamos que la tardanza tenía que ver con los tiempos de la justicia, pero mi padre ya estaba preventivo. Todo lo que hicimos en ese tiempo fue acudir a los medios. Esa fue nuestra primera reacción y fue un error. Pasamos por Parle vosté, calle voste, por Esta noche cruzamos el Misisipi... solo fuimos carne de cañón".
Para Arlandis el problema en los medios fue que "no hacían ningún relato. Apenas teníamos tiempo para contar lo que había pasado y lo único que les podía interesar es la situación en la que se encontraba una familia de clase humilde en la que un miembro era acusado de algo muy grave sin tener antecedentes ni haber estado nunca en la cárcel". Un ingrediente desencadenante es que en el verano de 1995 todavía estaba caliente el impacto y efecto en los medios del Caso Alcàsser. La atención sin juicio de los medios se apagó "y la gente interpretó, incluso antes de la sentencia, que si no se solucionaba es que algo había. Nos sentimos solos".
Para el creador escénico toda esta puesta en escena (y editorial) tiene mucho que ver con la imposibilidad práctica de reabrir el caso: "la justicia aquí no es como la americana. Los casos caducan y nosotros hemos asumido que ese tren ya pasó hace mucho tiempo". En conversaciones con sus padres, el autor asegura que lo que pretende "es hacer justicia poética frente a la falta de justicia y el fallo del sistema. Mi padre empezó a trabajar a los 14 años y no dejó de hacerlo hasta que fue encarcelado con 48. Tras salir de la cárcel, ya no ha podido volver a trabajar. Con estas obras pretendo estar con él y con mi madre. Por eso hemos estado juntos en la Casa Encendida y en el Centre Coreogràfic". Un reto mayúsculo si se tiene en cuenta que en su carrera los trabajos han mantenido una alta carga conceptual: "claro que me da vértigo, pero sabía que algún día debía llevarlo a escena".
No obstante, a Vicente Arlandis Ruiz "le cuesta entender todo esto. Él preferiría que hiciera un Salvados, algo audiovisual. Nunca ha leído y no ha tenido una cultura de ver teatro o exposiciones, como yo he desarrollado profesionalmente. Este es otro de los aspectos más importantes que trato en la obra y del que habla el texto de Jaron Rowan: nosotros pertenecemos a una generación de artistas que vienen de unos padres cuya clase social es la que es, pero nuestra forma de ver el mundo no tiene nada que ver. Mi padre tuvo que trabajar mucho para que yo pudiera tener esto, pero nuestra comunicación, en solo una generación, es complicada. Siendo de la misma clase social, el salto es bestial. Me interesa ver qué ha pasado y de dónde venimos".
Arlandis cree que la situación " a día de hoy sería otra. Para empezar, a partir del 15-M se crearon asociaciones de abogados gratuitas. Además de la sentencia de cárcel, nos impusieron una multa de cinco millones de pesetas que obviamente no pudimos pagar y que nos llevo al deshaucio, algo que vivimos con mucha intimidad. Ahora sería diferente". Quizá, también sería diferente porque los protocolos policiales serían otros.
"La única prueba que implica a mi padre es el testimonio de un señor que, semanas después del asesinato, escucha una conversación en un bar en la que está junto a otras dos personas contando, supuestamente, lo que han hecho. Los datos que da en su declaración sobre la mujer, la casa desordenada, las puertas que estaban abiertas, esa información solo la pueden tener el asesino o la policía". La cuestión es, ¿quién era ese testigo? "Era un falso testigo. Todo se deriva de una mala praxis policial ante el suceso. Este señor tenía relación con la Guardia Civil y estaba cumpliendo una condena de la que le quedaba algo pendiente. Da este testimonio y se le indulta. Era un confidente de la policía y a veces la policía tiene esa herramienta para recurrir... un testigo falso y se cierra el caso".
Para decodificarlo, el autor escénico utilizará dos caminos en paralelo: uno teatral y otro editorial. Es su fórmula de expiación, pero sobre todo de tener la libertad de transmitir su propio relato y de hacerlo junto a su padre y su madre en un proyecto con lecturas muy interesantes tanto desde el lado artístico como desde el personal. Arlandis admite que la obra tendrá una carga textual y audiovisual potente, dos de los materiales que ha ido compilando durante este tiempo. Sin embargo, se reserva una tercera pata como "apropiación de la sentencia. Creo que habrá una traducción a un lenguaje mucho más poético".
En la novela no-creativa serán importantes los textos, como el de Rowan ya citado, pero también el de Kenneth Goldsmith: "habla sobre la importancia del texto en la actualidad, porque nos pasamos el día escribiendo mensajes y ya ha dejado de ser interesante el hecho de escribir; ahora lo importante es cómo procesamos todo lo que ya está escrito. Es algo que en el mundo del arte, desde Marcel Duchamp, se reflexiona desde hace mucho tiempo". También habrá un texto de María Salgado, que hará una contextualización de ese mis objeto del texto y su reformulación desde un punto de vista más próximo a la situación social en España. Por último, Raquel Taranilla se encarga de otro texto que tiene como objeto abordar la narrativa judicial, a partir de la lectura del sumario y de los errores en el lenguaje en el caso concreto del 3/94.