VALÈNCIA. Javier Ruiz Caldera es uno de esos directores que parecen no amedrentarse ante ningún reto, por muy complicado que pueda parecer. Y adaptar los cómics de Superlópez no era una tarea precisamente fácil. Se trata de un proyecto de largo recorrido por el que han pasado muchos directores y todos terminaron abandonando debido a las dificultades que llevaba consigo sacarlo adelante. Levantar una película de superhéroes en España no parecía fácil hasta que el propio Ruiz Caldera consiguió convertir Anacleto, agente secreto (2015) en un auténtico espectáculo arrollador que aunaba diversión, humor y mucha acción. Es decir, la espectacularidad hollywoodiense unida a la idiosincrasia nacional en una película que funcionaba como un tiro.
Si Anacleto era nuestro particular James Bond o Superagente 83, Superlópez es el Superman hispano. Surgido de la imaginación del historietista Jan en los años setenta como respuesta paródica al personaje de DC Cómics pronto se convirtió en uno de los iconos de la editorial Bruguera y quedó para siempre incrustado en el imaginario colectivo.
Sin embargo, los responsables decidieron desde el principio no adaptar de forma explícita ningún tebeo de Superlópez, sino desarrollar una historia original que les proporcionara una mayor libertad a la hora de llevárselo a su terreno y adaptarlo a los nuevos tiempos sin estar pendientes ni supeditados a la memoria estrictamente sentimental del personaje. En ese sentido, los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José (responsables de Ocho apellidos vascos y de títulos imprescindibles de la nueva comedia española como Pagafantas) han intentado mantener intacta la esencia de los tebeos al mismo tiempo que la han adaptado a su propio sentido del humor.
El costumbrismo, por ejemplo, es uno de los elementos fundamentales de la película. Superlópez es un superhéroe de andar por casa, y por eso es imprescindible que lo veamos en su faceta de hombre normal, empeñado en ser demasiado anodino para pasar desapercibido y seguir los consejos de su padre: “En España para ser feliz hay que ser mediocre”.
El personaje se convierte así en el reflejo deformado de superhéroe canónico en su versión patosa y entrañable. Y en ese sentido Dani Rovira hace un trabajo estupendo, modulado, sin caer en ningún momento en la caricatura, cercano y sensible. Su personaje se aleja del tono del cómic pero a cambio el actor aporta su personalidad sin resultar demasiado intrusivo. Eso sí, sus mejores momentos los encuentra al lado de una camaleónica y espectacular Alexandra Jiménez que logra convertir al trasunto de Loise Lane, Luisa Lanas, en una mujer que no se deja amedrentar por nada ni por nadie.
La actriz ha trabajado en casi todas las películas de Javier Ruiz Caldera, incluido su debut en la dirección, Spanish Movie (2009), y de alguna forma han crecido juntos. Y aunque el tándem Cobeaga / San José no había colaborado hasta el momento con Caldera, se nota la sintonía generacional y su querencia por los perdedores, por aquellos personajes vulnerables que no se sienten cómodos o no todo lo integrados que deberían dentro del mundo que les rodea.
En cuanto a la acción, el director confirma su capacidad para orquestar estupendas set-pièces. La planificación de algunas de ellas resulta de lo más virtuosa (aunque no lleguen el nivel de dirección de Anacleto). Entre ellas, la que tiene lugar en el metro y en la Torre Glòries, muy tarantinesca, con la pantalla en rojo. Pero si por algo se recordará este Superlópez es por las escenas más próximas en las que se desata el elemento cómico y los personajes parecen inundados por el espíritu de la screwball comedy.
La comedia es el ingrediente fundamental que hace avanzar la acción de la película. Caldera ha practicado el spoof en Spanish Movie, la comedia de instituto en Promoción fantasma (2012), la romcom en 3 bodas de más (2013) y la comedia de espías en Anacleto, agente secreto. Y ahora le toca el turno al humor más blanco y familiar en Superlópez. En ese sentido, que nadie espere un trasfondo afilado ni chistes que sean demasiado gamberros. La película está hecha para todos los públicos y todos los ingredientes se encuentran pasados por el filtro de lo políticamente correcto.
A pesar de todo, los responsables, conscientes de sus limitaciones, parecen sacar partido a los elementos que tienen a su alcance para componer una película con chispa que está llena de momentos antológicos, como la pelea entre un puñado de Supermanes, Kittys y Spidermans disfrazados en una plaza, con un Superlópez que reivindica su autenticidad. O las escenas con los padres, tan deudoras deL original de Richard Donner y con unos estupendos Gracia Olayo y Pedro Casablanc.