Cuatro clases de abonos en una temporada que tendrá a Ramón Tebar como director de la Orquesta de València, con un alto número de pianistas y pocas orquestas de fuera
VALÈNCIA. La presentación de la temporada 2017-18 en el Palau de la Música, de la que ya informó Valencia Plaza, puso sobre el tablero los datos, pero también el proyecto y los interrogantes que suscita. Las líneas de actuación quedaron claras en la rueda de prensa, excepción hecha del nombre del director, aunque podía adivinarse: joven pero con experiencia, que se implique con la orquesta, que reestructure los puestos en la misma, que no sea de los que tocan y se van, etc. No se mencionó el tema de que fuera valenciano, pero todo el mundo conocía las preferencias. Ramón Tebar tenía, pues, muchos números en esa quiniela, que se han confirmado este jueves con su nombramiento. Pero se echó en falta que no se mencionaran como requerimientos las cualidades musicales que, con seguridad, tiene, así como la imperiosa necesidad de identificar los puntos más débiles de la orquesta para ponerse rápidamente a mejorarlos. Seguro que ello es más importante que el lugar o el año de nacimiento. También hubiera sido mejor afianzar antes el nombramiento, para que los compromisos del nuevo director no le impidieran la temporada próxima, como va a suceder, trabajar más con la orquesta. De hecho sólo va a dirigirla en dos ocasiones: poco podrá hacer con eso, aunque sí participar en la programación de la siguiente.
En cuanto el presupuesto del Palau, el que va a la Orquesta de Valencia (formación residente del mismo) resulta ligeramente superior que el destinado a solistas y orquestas internacionales: 857.000 € en el primer caso y 800.800 en el segundo. Respecto a este último, se hace evidente el poco margen para traer a grandes orquestas foráneas, aunque han conseguido arañarse algunas: Bamberger Symphoniker, Festival Strings Lucerne, Philharmonia Zürich, Orquesta del Teatro Mariinski, (que actuará junto a la de Valencia, ambas dirigidas por Gergiev), Maggio Musicale Fiorentino, Orquesta del Mozarteum de Salzburg, y Orquesta de París. Se escucharán asimismo agrupaciones de otro tipo, por el número de atriles o por su dedicación a la música antigua: Ensemble Artaserse, Festival Strings Lucerne, Gabrieli Consort & Players, Europa Galante, Les Dissonances y el Ensemble Mattheus.
Así pues, la Orquesta de Valencia vuelve a situarse en el eje básico de la programación. La crisis lo ha propiciado, pero se trata también de una opción defendida por el actual director, Vicent Ros, tras su nombramiento, ya que las partidas presupuestarias podrían organizarse de otra manera y, sin subir el total, tener fondos para contratar otras orquestas que el público demanda. Una partida semejante (842.200 euros) se reserva para las sesiones con niños, las actividades pedagógicas con grupos de alumnos de diversas edades, los conciertos sociales en cárceles y hospitales, los Casual Concerts y el Festival de jazz. Dado que suponen un coste alto, cabría establecer, con respecto a todas las sesiones educativas, un control de su efectividad. Quizá la coordinación con profesores de música de las distintas etapas podrían servir para valorar su incidencia real, y para programarlas en consonancia con lo que niños y jóvenes están aprendiendo en el aula. De lo contrario, pueden convertirse en una actividad aislada que no suponga para los alumnos más aporte que el de una excursión cualquiera. Respecto a los Casual Concerts, también se debería calibrar la repercusión que tienen en la creación de nuevos públicos. No estaría mal verificar de alguna manera si esos jóvenes, supuestamente atraídos por la informalidad de tales convocatorias, retornan alguna vez al Palau. Muy posiblemente, la mejor forma de ganar público, y de todas las edades, es el clásico método de bajar los precios. Algo se ha hecho al respecto, con esa rebaja del 3 al 11% que anunció Glòria Tello. La bajada del IVA en los conciertos puede propiciarlo, pero dado el escasísimo poder adquisitivo de una juventud condenada al paro, sería interesante el establecimiento de un ciclo de cámara, de coste menor para las arcas públicas, y cuyas entradas podrían ponerse a un nivel asequible. En la rueda de prensa se le planteó el tema al director, Vicent Ros, y remitió al que se estaba gestando con alumnos de los Conservatorios de Grado Medio y Superior, iniciativa que tiene interés pero por otras razones. El Palau necesita ya un ciclo de cámara con intérpretes profesionales y algún nombre importante, como ya lo tuvo en su día. Se demostró entonces que acudía un público diferente, más joven en general, quizá por el precio, quizá por el tipo de música. O por ambas cosas.
El encargo de obras a compositores valencianos es otra de las líneas de actuación para la siguiente temporada. César Cano, Voro García y Emilio Calandín han sido los afortunados, aunque, en realidad, la de César Cano es un encargo de la Academia de Bellas Artes de San Carlos. También destaca la presencia de instrumentistas, cantantes y directores valencianos, así como la recuperación de obras de compositores ya difuntos (huelga decir que también valencianos), como José Serrano o Matilde Salvador. La atención a los músicos de aquí no debería hacer que se descuide, sin embargo, la programación del gran repertorio del siglo XX, buena parte del cual, bien difundido en los auditorios europeos, sigue siendo virgen en esta ciudad. La temporada siguiente llega, como mucho, a Mahler, Richard Strauss, Shostakóvich, Stravinski, Prokófiev y Rachmáninov. Con una pequeña incursión a Alban Berg, del que escucharemos las Tres piezas para orquesta, op. 6, y otra a Antón Webern (Im Sommerwind). Mahler que, ante el fracaso de alguna de sus obras dijo “Mi tiempo está por llegar”, no manifestaría hoy lo mismo, pues se programa profusamente y, además, a la gente le encanta. Richard Strauss nunca falta en los atriles. La música orquestal de Shostakóvich se escucha bastante, no tanto la vocal o la de cámara. De Stravinski y Prokófiev se visitan casi siempre las mismas partituras, aunque esta vez oiremos El beso del hada y Scherzo a la rusa del primero, además de la siempre bienvenida –porque jamás nos cansamos de ella- Consagración de la primavera. Sin embargo, podríamos preguntarnos: ¿para cuándo Berio? ¿para cuándo Nono? ¿Oiremos a Ives alguna vez? ¿Existe Bartók más allá del Concierto para orquesta y el Castillo del duque Barbazul? Todos ellos están muertos y enterrados, se oyen con muchísima frecuencia en otros países, y son sólo una pequeña muestra de lo que el siglo XX produjo. Es cierto que a mucha gente no les gusta. Pero tampoco gustaba Mahler y hoy se agotan las entradas.
Sí que ha entrado en la próxima temporada la música del XVIII. Si incluimos a Beethoven (en el tránsito del XVIII al XIX), hay diecinueve sesiones en las que se afronta, ocho de ellas por la Orquesta de Valencia. Manuel Muñoz, Subdirector de Música del Palau, incidió en el hecho de la poca música barroca y clasicista que había tocado últimamente la agrupación valenciana. Lo cierto es que Mozart y Haydn (Beethoven también, pero no exactamente en el mismo sentido) contribuirían, con mucho, a mejorar los flancos más endebles de la Orquesta de Valencia, es decir, los relativos al ajuste preciso y la sonoridad transparente que exigen estas obras. Existe, sin embargo, una natural resistencia a interpretar la música del barroco y del clasicismo por parte de los músicos y directores españoles. En primer lugar, porque hoy en día ese repertorio suelen reservárselo los grupos especializados, más pequeños y que utilizan instrumentos de época. Y en segundo porque las orquestas convencionales no suelen cosechar con él buenas críticas o aplausos encendidos. Todos los intérpretes saben, sin embargo, que un músico no puede huir de Mozart ni de Bach si quiere seguir siendo músico. Son escuela ineludible para el sonido limpio y claro, para el ajuste perfecto y –last but not least- para una expresividad que nazca del núcleo duro y no de los trucos fáciles.
Otra de las novedades es el cambio en la venta de entradas y el aumento en tipos de abono. Podrán comprarse con antelación las entradas sueltas de cualquier trimestre, no sólo del que empieza o está en curso. Se mantienen los abonos trimestrales y de toda la temporada, pero se ofrecen otros tres, lo cual permite una adaptación mayor a los gustos y agenda de los aficionados. Es este un buen camino, en el que todavía podría profundizarse más.
El regreso de Zubin Mehta, que abandonó el Palau de les Arts por su desacuerdo con la política de la anterior consellera de Cultura, Mª José Català, y que no ha vuelto a pisar Valencia desde ese momento, ha sido una grata sorpresa para los aficionados, siempre agradecidos por la inmensa labor realizada por el maestro con la orquesta de Les Arts. Vendrá al Palau de la Música con la orquesta del Maggio Musicale Fiorentino el 10 de abril. Otras batutas destacadas, son, entre otras, las Valery Gergiev, Pinchas Steinberg, Domingo Himdoyan, García Calvo, Fabio Biondi, Joan Enric Lluna, Paul McCreesh, Fabio Biondi, Fabio Luisi, Vladimir Ashkenazy, Daniel Harding, Pablo González o Jean-Christoph Spinosi. Yaron Traub, titular de la Orquesta de Valencia hasta la pasada primavera, la dirigirá como invitado en cinco ocasiones, tres más que el recién nombrado titular, Ramón Tebar.
Este año hay festín de pianistas. A los que frecuentan el auditorio con asiduidad (Sókolov, Lang-Lang, Pires, etc), siempre bien recibidos, se unen nombres tan relevantes como los de Martha Argerich, que viene en dúo con Gabriele Baldocci, Hélène Grimaud, Nelson Freire, hermanas Labèque, Fazil Say e Ivo Pogorelich. Y muchos más. Elisabeth Leonskaja, por su parte, protagonizará, junto al Cuarteto Borodin, una sesión que sí tiene un corte camerístico.
Se escucharán también, naturalmente, solistas de otros instrumentos y voces: Measha Brueggergosman, Viktoria Mullova, Philippe Jaroussky, José Luis Ruiz del puerto, Yuri Bashmet, Matthias Goerne, J. R. Lluna, Sergey Khachatryan, Nikolaj Znaider, Leticia Moreno, Nancy Fabiola Herrera, Olga Peretyatko, Ofelia Sala, David Grimal, Julia Gallego, Matthias Goerne, Maria Dolores Vivó, Luisa Domingo, Raquel Lojendio, José Antonio López, Iván Balaguer, Santiago Cantó... imposible mencionar a todos los participantes en una temporada con 44 conciertos. Temporada que se prevé atractiva, aun con el déficit de las grandes formaciones sinfónicas, que no puede obviarse porque este Palau lo lleva en su ADN desde el primer año de funcionamiento.