Culturplaza analiza los largometrajes de la Sección Oficial de Cinema Jove 2021
VALÈNCIA. La obra de Franz Kafka se ha adaptado al cine en innumerables ocasiones o ha servido de inspiración a un buen puñado de autores como punto de partida para explorar sus más íntimas obsesiones.
Orson Welles puso en imágenes El proceso, Michael Haneke, El castillo, Raúl Ruiz, La colonia penal, David Cronenberg reinterpretó La metamorfosis en La mosca y Steven Soderbergh intentó introducirse en la mente del escritor en Kafka, la verdad oculta, protagonizada por Jeremy Irons.
Ahora el debutante danés Jonas Kærup Hjort asume en su ópera prima, Den Næstsidste (The Penultimate) la difícil tarea de hacer una película cien por cien kafkiana, en la que late el espíritu del autor por todos sus costados y que casi parece erigirse como una especie de tesis fílmica sobre su obra.
The Penultimate se abre con un largo plano que nos muestra un paraje desolado entre neblinas por el que camina un hombre junto a un burro que dejará atado a un árbol. Una enorme fortaleza amurallada aparece de la nada y llama su la puerta. Será la última vez que veamos el exterior. A partir de ese momento, ese hombre (Joen Højerslev), que es inspector de aguas y cuya misión es supervisar los contadores de los residentes, quedará atrapado en ese universo cerrado, repleto de habitaciones minúscula y de seres que forman un ecosistema alienado en el que se podrá de manifiesto todas las miserias humanas.
Junto con ‘el inspector de aguas’ nos adentraremos en un viaje bizarro en el que se pierde por completo la noción del tiempo y en el que el elemento de angustia existencial se encuentra presente en todo momento.
Como no podría ser de otra manera si nos encontramos en el territorio kafkiano, el trayecto será tanto físico como mental. Un laberinto repleto de callejones sin salida, de puertas que no se abren y otras que conducen a la repetición sin fin en un bucle infinito de desesperación.
La puesta en escena está inspirada en el concepto de “teatro pobre” que acuñó Jerzy Grotowski, de manera que cada escenario de ese búnker infranqueable se encuentra absolutamente despojado de cualquier elemento, convirtiéndose los actores en las piezas esenciales de este dispositivo. Pero, por supuesto, la principal fuente de inspiración es el Teatro del Absurdo, del no-sentido, que sirve para plasmar las situaciones más inverosímiles que nos llevan por todos los estados de extrañeza imaginables.
A lo largo del recorrido encontraremos ancianos que se quieren suicidar, mujeres que canalizan su rabia hacia los hombres, otras que creen que hay monstruos por las paredes, un coro de voces que se funde y se confunde y que pide ser escuchado, dos gemelos idénticos que siguen los pasos del protagonista y un niño que hacen preguntas existenciales: “¿Es posible cambiar la naturaleza del ser humano?”, “¿Crees que la humanidad se mueve en la dirección correcta?”, “¿El sufrimiento es inherente a la condición humana?”
The Penultimate es una fábula oscura sobre el hombre oprimido por la sociedad que se rebela ante sus imposiciones y que lo único que anhela es conseguir la libertad. El director lleva al espectador por el sin sentido, la locura, el hieratismo y la sensación de ahogo. Es un recorrido bastante críptico y su simbolismo se sitúa por encima de la narración, aunque encontramos abundantes momentos de humor negro que consiguen aliviar la densidad atmosférica. La tragedia y la comedia de la vida para poner de manifiesto lo triste de la existencia. Lástima que la propuesta, a pesar de sus virtudes y radicalidad expresiva, sea demasiado monocorde y, por qué no decirlo también, un poco pretenciosa.