VALÈNCIA. Las Fallas del futuro no existen, y podríamos decir que las del pasado tampoco. La imposibilidad de conocer el futuro es evidente, pero sobre nuestro pasado y el conocimiento de él sí que somos capaces de intervenir para evitar que caiga en el olvido. Las Fallas y su historia son un conjunto de estratos, de capas que año tras año se van acumulando. La particularidad de que ardan hace que dichos estratos desaparezcan, quedando muchas veces tan solo la muestra de algunos ninots que se salvan del fuego, pero que dejan una información sesgada y en el que impera el ‘gusto’ mayoritario. No hay lugar para la disidencia.
El resto de la información permanece en una documentación gráfica normalmente de baja calidad y en nuestras memorias que no son más que un disco duro repleto de puntos de vista y vivencias personales.
A partir de esta información el rodillo del gusto mayoritario aparece como una autocensura por parte de la mayoría de creadores en fallas, siguiendo unos cánones que muchas veces no alcanzan ni una década de vigencia. Una mirada al pasado nos permite ver y vislumbrar ‘otras fallas’ en las que el hilo conductor no es una cuestión estética sino en el que imperan dos factores determinantes en las Fallas: la crítica y el fuego.
Crítica y fuego son, precisamente, los dos factores que ese gusto imperante ha abandonado en aras de la “belleza”, del canon. Crítica y fuego parece que molesten a la fiesta. La crítica se ha banalizado, edulcorado, los políticos corren a hacerse la foto con su ninot en vez de salir huyendo ante una crítica que debería doler y hacer sentir vergüenza. El fuego no importa, tan solo el tamaño y si para eso hay que usar materiales que permitan mayor volumen aunque nos alejemos del origen no importa.
Pero hasta donde alcanza nuestra memoria sobre lo que son o no son las Fallas. Todos tenemos en mente las fallas que conocimos cuando éramos niños, y esa es la imagen más potente fijada en nuestro subconsciente. Cualquier cambio o intento de investigar es tratado por muchos falleros como un ataque a lo que ellos asocian a sus primeros recuerdos, su origen. Pero no tienen en cuenta que el origen es muy anterior, que la verdadera tradición de las fallas es poner en cuestión la propia esencia de las Fallas. Que las fallas son pura crítica y, por tanto, autocrítica y si perdemos eso habremos perdido nuestro pasado e hipotecado nuestro futuro.
Las Fallas del futuro no existen, las fallas del futuro ya han existido, están en nuestro pasado, el que tenemos que recuperar junto a los verdaderos valores de la fiesta, para que realmente las fallas tengan futuro.
Las Fallas necesitan su pasado.
Las Fallas necesitan encontrar su futuro.
Las Fallas tienen nostalgia de futuro.