Levantada a capas durante siglos, sus calles te adentran a un pasado en el que judíos, cristianos y musulmanes convivieron durante siglos. La Ciudad de las Tres Culturas nos espera con sus mejores galas
VALÈNCIA. La Ciudad de las Tres Culturas aguarda al final del puente de San Martín. Camino despacio, intentando retroceder los siglos que me separan de ese tiempo en el que convivieron musulmanes, judíos y cristianos. Con el sonido del río Tajo bajo mis pies, en cada paso levanto una de las capas que se han ido superponiendo a lo largo de los siglos para adentrarme de lleno en el corazón de Toledo. No quiero conquistar la ciudad —ninguna civilización lo ha logrado— pero sí enamorarme de ella como antes lo hicieron Bécquer o El Greco.
Subo en dirección al centro histórico y me adentro por las empedradas y empinadas callejuelas del Barrio Judío. Con el mapa en la mano camino por donde antes pasaban los hombres con más poder intelectual y económico de la ciudad y del reino, quienes, por cierto, no estaban obligados a vivir en la judería. No hay que olvidar que en los siglos XII y XIII, la comunidad judía de Toledo es la más rica del reino de Castilla y convive durante siglos con musulmanes y cristianos —de ahí que Toledo se conozca como la Ciudad de las Tres Culturas—.
Una ciudad que encandiló tanto a los Reyes Católicos que decidieron pasar aquí su eternidad. Para ello, mandaron construir uno de los templos góticos más bellos de España: el monasterio de San Juan de los Reyes. Sin embargo, cuando reconquistaron Granada cambiaron de idea y prefirieron ser enterrados allí. Su iglesia y su claustro merecen una visita (la entrada son tres euros) pero habla susurrando para no romper el silencio del lugar. Al salir fíjate en las cadenas que cuelgan en su fachada, con las que ataban a los cristianos cautivos en Granada, enviadas aquí como agradecimiento por su liberación.
Continúo por ese laberinto de callejuelas serpenteantes y me topo con la sinagoga de Santa María la Blanca, la más antigua de la ciudad, y un poco más adelante con la sinagoga del Tránsito —hoy sede del Museo Sefardí—. Llama la atención por su majestuosidad pero también porque es la única sinagoga construida en el reino de Castilla en el siglo XIV (estaba prohibido construirlas). Con la expulsión de los judíos en 1492, la sinagoga se transformó en iglesia cristiana, aunque se respetaron las inscripciones hebraicas de sus paredes. La entrada son tres euros, excepto sábado por la tarde y domingo que es gratis.
En tu paso mira al suelo porque te encontrarás azulejos con tres formas diferentes: el de la Red de Juderías de España (recuerda la forma de la península ibérica), la menorá (el candelabro judío de siete brazos) y la palabra ‘vida’ en hebreo. Hay unos quinientos, así que seguro que puedes ver alguno. En ese peregrinar llegué hasta Santo Tomé, uno de los ejes principales de la judería, y donde la presencia de Doménico Theotokópoulus, más conocido como El Greco, se intensifica.
Dicen que El Greco se enamoró de Toledo aquel día de primavera de 1577 cuando, procedente de Madrid, contempló por primera vez la ciudad. No se sabe mucho de aquella época pero supo retratar el alma de la urbe con cuadros como Vista y plano de Toledo o Vista de Toledo pero, especialmente, con El entierro del Conde de Orgaz.
Para ver la obra in situ hay que ir a la iglesia de Santo Tomé y hacer cola porque, ya aviso, es bastante larga. Me sorprendió que el cuadro estuviera prácticamente en la entrada pero no decepciona en absoluto. Todo lo contrario porque su entorno de semioscuridad, centrando la iluminación en el cuadro, acentúa el aura especial que ya de por sí tiene la obra.
A un paso está la Catedral Primada de España, título honorífico que indica que se trata de la catedral más importante del país y la obra magna del estilo gótico en España. Motivos no le faltan: su riqueza ornamental, sus incontables tesoros; obras de El Greco, Goya o Velázquez; la custodia de Arfe; el claustro... La visita básica son diez euros pero si quieres subir a la Campana Gorda y al Museo de los Tapices son 12,50 euros. Desde este año puedes acceder de manera gratuita de 8:00 a 9:30 de lunes a viernes.
La imagen de la Catedral que más me gusta es desde la plaza, al lado del Ayuntamiento, porque la contemplas en todo su esplendor. Y sí, es donde te preguntas ¿por qué no tiene una segunda torre? Según algunos cronistas la construcción costó más de lo previsto y la segunda torre quedó para una mejor ocasión. Para otros nunca llegó a plantearse por el poco espacio que hay. Particularmente, me llamó más la atención el gran cuerno sujeto por una cadena que cuelga de las bóvedas de la Catedral (está a la izquierda de la puerta del Reloj). Y lo hizo por su leyenda: corresponde a uno de los bueyes que trasportaban las primeras piedras para levantar el templo y que murió allí mismo por el esfuerzo realizado.
Si retrocedes sobre tus pasos llegas a la iglesia de los Jesuitas, cuyas vistas son espectaculares. Eso sí, si no sufres de vértigo porque para subir y disfrutar de una panorámica de 360 grados debes subir las empinadas y estrechas escaleras de una de sus torres. Luego hay que hacerse el ánimo para bajarlas...
Ya te aviso que Toledo tiene muchas más cosas pero este paseo por la Ciudad de las Tres Culturas termina con la visita a la mezquita del Cristo de la Luz. En ella tuvo lugar la primera misa cristiana tras la reconquista y, según la tradición, se encontró tras una pared falsa un Cristo de época visigoda junto a un candil que había estado encendido durante tres siglos —de ahí el nombre—. No lo dudes y entra (son tres euros) porque es una de las mejores muestras de arte árabe de la península.
Como he dicho antes, vengo a enamorarme de esta ciudad como antes lo hiceron El Greco y Gustavo Adolfo Bécquer por lo que no podemos marchar sin recordar al poeta sevillano, que vino a Toledo en 1856 para buscar inspiración. De hecho, las lúgubres y silenciosas callejuelas y las piedras con siglos de historia llevaron a Bécquer a escribir varias leyendas. Puedes imaginar por qué en el cobertizo de Santo Domingo se inspiró. Mi consejo es que leas alguna de sus leyendas antes de venir a Toledo o tomándote una cerveza Domus porque te ubicarán en aquel tiempo que tan bien guarda la ciudad. Y como dijo en Tres fechas: «En nombre de los poetas y de los artistas, en nombre de los que sueñan y de los que estudian, se prohíbe a la civilización que toque a uno solo de estos ladrillos con su mano demoledora y prosaica».
* Este artículo se publico originalmente en el número 68 (junio 2020) de la revista Plaza