VALÈNCIA. Hay un lugar mágico en el mundo en el que nadie se atreve a entrar sin permiso. Un espacio en el que la palabra “ocupado” se convierte en una seña para que cualquier persona se marche por donde ha venido. Este lugar se convierte en testigo de los momentos más íntimos y vulnerables del ser humano y no entiende de clases: está en ayuntamientos, teatros, supermercados y en todos los hogares.
Lejos del glamour de esta definición hablamos del retrete… el baño, ese espacio que siempre es privado y que se suele custodiar con un pestillo, y a veces bajo llave. Durante la pandemia, para muchos, se convirtió en el único lugar en el que poder tener un rato a solas en silencio, sin interrupciones y en el que poder hablar con uno mismo.
Decía la escritora británica Virginia Woolf que para que una mujer pudiera escribir -crear ficción, para ser más exactos- necesitaría “dinero y una habitación propia”, dos recursos con los que podría permitirse la calma mental desde la que poder generar una historia. Aunque claro… No todas las personas tienen una habitación propia -y menos en la crisis de vivienda actual- por lo que podríamos decir que un buen aliado podría ser un baño con pestillo, una manera de generar un lugar privado en cualquier lugar. Este fragmento de Virginia Woolf funciona como premisa de Un bany propi, la ópera prima de la cineasta valenciana Lucía Casañ que será la encargada de inaugurar la 39º edición de La Mostra que se celebrará del 24 de octubre al 3 de noviembre en el Palau de la Música.
En esta película, Casañ reflexiona sobre el poder, la intimidad y la vocación a través de Antonia (interpretada por Nuria González), una ama de casa de 65 años que huye de la monotonía de su vida escondiéndose en los baños para escribir. En ellos imagina su futura vida, mantiene registro de las historias que suceden dentro y también consigue entablar amistades.
Como el baño de su propia casa le sabe a poca cosa, se esconde en los de los cines ABC Park de València y los de Radio City para ser testigo de nuevas aventuras, en un film que “reivindica el espacio como elemento esencial para definirnos y desde el que poder ser”. Bajo esta filosofía Casañ actualiza la historia de Virginia Woolf y habla sobre la autonomía que da el dinero y el espacio privado: “Ella era una gran defensora de que no sirven de nada los derechos si uno no tiene la autoría para poder ejercerlos. Para mi lo más actual es reflexionar sobre conquistar los espacios públicos”.
A través de Antonia consigue reflexionar sobre la magia y el universo que le rodea, dando pie a generar un espacio onírico en el que ella escapa de lo “costumbrista” a través de su imaginación. Prueba de ello es que en un retrete encuentra un divertido pez de colores, que se convierte en uno de sus “mejores amigos” dentro de la película y que le conecta con lo que pasa fuera.
“Cuando empecé a diseñar esta historia lo hice con la idea de que Antonia tuviera un diálogo con el mundo onírico, mientras los demás le juzgarían solo por lo realista. Quería que el público fuera capaz de viajar con Antonia por su imaginación y a través de sus cuentos”, destaca la directora, quien emplea la voz en off para que el espectador sea capaz de conocer los pensamientos de Antonia en primera persona.
Con todo esto, genera un film en el que nada es lo que parece, y donde el espacio se convierte en un maravilloso protagonista. Abriendo y cerrando puertas de las distintas habitaciones de la casa Casañ convierte el baño en un espacio en el que todo se aprende de nuevo: “Se convierte en un escenario nuevo, en un lugar de reflexión en el que todo tiene cabida. A Antonia todo lo importante de su vida le llega por el baño y le ayuda a escapar de su realidad”, apunta la directora.
Ella misma reflexiona sobre el momento de "soledad" en el que creó esta historia, confinada en plena pandemia y obligándose a hacerse un espacio en una casa que no era la suya, sino la de su pareja: Borja V. Salom, el director de fotografía. “En una casa tienes que hacerte tu propio espacio y transformar lo que te rodea”, destaca, mientras recuerda cómo le marcó Una habitación propia en el momento que le llegó a sus manos y cómo puede contar con el poder de traer esa historia al momento actual. A través de la película, Casañ logra que el espectador sienta a Antonia como su propia vecina, permitiendo un acercamiento a ella que abre las puertas de su refugio para quien quiera asomarse.