VALENCIA. En 1885 se puso en marcha una maquinaría que ha pasado a formar parte de la historia de Valencia. La Ceramo nació para vestir a Valencia de cerámica. De la estación del Norte al Mercado Central pasando por el propio Ayuntamiento de Valencia. Las piezas que salieron de sus hornos han marcado la estética de una ciudad que entró en el siglo XX a golpe de reflejo metálico, una fábrica de tejas y mayólicas hoy cerrada a cal y canto, cubierta por ramas y con los desperfectos propios del puro abandono.
La Ceramo es parte de la familia del cap i casal, aunque lo es sobre todo para José Luis Fernández Bosch. Fue su curiosidad lo que le llevó a tirar del hilo de su árbol genealógico topándose en un punto con el nombre de José Ros Furió, a quien en su día se le comandó la construcción de la fábrica, no sólo famosa por su contenido, sino característica por su continente. Es su portada de estilo neomudéjar el logotipo más desaprovechado de Benicalap,
De la necesidad de Fernández Bosch de saber sobre aquel mágico nace La Ceramo: historia de una tradición, un documental de Búho Producciones y guion de Verónica González Medina que escarba en el rico legado de la compañía sin olvidarse, como no podía ser de otra manera, de su estado actual: una ruina con la que asociaciones de vecinos, culturales y particulares quieren acabar.
Tradición árabe en piezas valencianas
“La arquitectura ecléctica de Valencia, no se entiende sin La Ceramo”, explica en el filme Jaume Coll, director del Museo Nacional de Cerámica González Martí, que ha colaborado en la realización de la cinta, del mismo modo en que el Museu de Ceràmica de Manises. También han participado en su realización el artesano Arturo Mora o Pilar Ros, penúltima propietaria de La Ceramo y descendiente de sus fundadores.
La magia de La Ceramo nace de la recuperación de le técnica de reflejo metálico, de origen árabe, un encuentro de culturas que por su carácter único no deja ser muestra de la historia de la Comunitat. Aunque los impulsores de la compañía fueron el ebanista José Ros y el empresario catalán Julián Urgell, la revisión llega para desvelar la existencia de "un tercer personaje en discordia que pertenece también a la historia y fue parte de su fundación". Su identidad es todavía un misterio. Aunque sólo por el momento, pues se espera que se estrene el próximo mes de febrero.
Estilísticamente, la fábrica, construida para albergar la actividad de una empresa con ya tres décadas de vida, es ecléctica y se puede adscribir a la corriente historicista de la época, decorada a la manera oriental e incluyendo piezas ornamentales elaboradas en la propia fábrica. Sus instalaciones siguen el modelo de casa-factoría de la primera industrialización valenciana, donde se distinguen dos zonas: la residencial o doméstica, donde se localizaban las viviendas de los propietarios, y la zona de producción.
La inconfundible portada, en arco de medio punto, se decora con mocárabes, yeserías nazaríes, columnillas con motivos neoegipcios y dos torrecillas de traza gótica. En su composición se integra una placa con los nombres de la fábrica, la actividad y su propietario. Sobre ésta, simplificado, el escudo de la ciudad y otra placa con inscripción en árabe.
Este documental es, precisamente, el broche de oro a años de preguntas sin respuesta de su impulsor, Fernández Bosch. Tras años de investigación, de coleccionar piezas y de recopilar documentos y datos sobre la historia de la fábrica, La Ceramo: historia de una tradición es su forma de poner en orden lo conocido, un cuaderno de bitácora que servirá para que más de un siglo de historia no quede reducido a escombros.