A pesar de haber sido ampliada su protección, sigue sin proyecto de uso. La principal petición: que se convierta en subsede del Museo Nacional de Cerámica
VALENCIA. La Harinera del Grao o el monasterio de San Vicente de la Roqueta han sido los agraciados de este año. El gordo de los presupuestos municipales dotó con generosas partidas a ambos inmuebles para ejecutar su rehabilitación. Sin embargo, el mapeo del patrimonio industrial de Valencia sigue teniendo una hermana, no fea, pero sí con poca suerte: La Ceramo. El Ayuntamiento de Valencia ha ampliado su nivel de protección y ha trasladado la edificabilidad de los 600 metros propiedad de una entidad bancaria a otra parcela del mismo distrito. Sin embargo, la protección jurídica se queda en eso, pues continúa sin un proyecto de futuro.
A la espera de encontrar financiación, propia o externa, para ejecutar unas obras que pongan fin a su olvido, La Ceramo sigue sumando una larga lista de deseos con un mismo objetivo: que vuelva la vida tras 24 años en coma. Aunque el Ministerio de Cultura descartó su adquisición, desde el Museo Nacional de Cerámica González Martí siguen confiando en que se convierta en su subsede, máxime cuando el proyecto ha sido apoyado por el concejal Coordinador del Área de Desarrollo Urbano y Vivienda, Vicent Sarriá.
Este proyecto no sería único, pues no son pocos los museos, especialmente de cerámica, que separan su exposición de piezas y la parte práctica, como los museos franceses de Sèvres y el Adrien Dubouché. "De esta forma completaríamos el circuito museográfico, no sólo en el contexto de uso y ubicación, sumando el proceso producto tradicional", indica Jaume Coll, director del González Martí.
De hecho, propone la posibilidad de contar con un programa de artistas residentes, similar al que lleva a cabo el Victoria & Albert Museum. "Hay espacio suficiente como para exponer la colección de elementos industriales, realizar talleres y acoger demás actividades en las grandes salas que antaño se usaban como almacén. Es un recurso para dinamizar el barrio". Centenaria fábrica, levantada en 1855 por Josep Ros y Furió, fue la encargada de decorar algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad, como la estación del Norte o el Mercado Central.
Su historia en tanto que fábrica y su relación vinculante con la estética del cap i casal la han convertido en la primera opción para la deseable ampliación del museo pues, aunque la dirección del González Martí ha barajado otros edificios de la ciudad, considera "absurdo" renunciar a La Ceramo. Eso sí, "siempre y cuando esté la posibilidad". Su lista de deseos, apoyada por muchos -incluidos políticos- sigue a la espera de verse materializada.
Por su parte, César Guardeño, presidente de la asociación Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural, opina que el gobierno municipal "debería valorar darle un uso dotacional para el barrio de Benicalap, contando para ello con los vecinos y asociaciones de la zona que son conocedores de primera mano de las necesidades, deficiencias y falta de inversiones qué hay en su barrio".
Su abandono, tanto en tiempo de bonanza como de crisis, evidencia un "desinterés" que ha resultado en problemas de primera magnitud. Los mas recientes, este mismo año. El gobierno popular hubo de acometer en sus últimas semanas al frente del gobierno obras de urgencia para asegurar la cubierta, tras el derrumbe de parte de esta. Pocos meses después, el pasado noviembre, un buen numero de tejas que decoran los cupulines que presiden la portada se desprendieron tras un día de lluvias.
"Sigue sin haber un interés real sobre la recuperación de estos bienes y la necesaria inversión e inyección económica en los mismos. Siempre se valora por encima de todo lo mucho que va a costar económicamente pero no el beneficio que puede suponer su recuperación y puesta en valor", opina el presidente de Círculo por la Defensa del Patrimonio.
Aunque el modelo de inversión en Bombas Gens, adquirida por la Fundación Per Amor a l'Art, es uno de los grandes y recientes ejemplos de colaboración privada, Guardeño entiende que "no debe ser excusa para que las administraciones públicas gestoras de estos bienes se laven las manos esperando a que aparezca un inversor privado que se haga cargo, abandonando los edificios y mirando hacia otro lado durante lustros permitiendo su ruina y degradación".
La arquitecta Diana Sánchez, presidenta la Asociación de Defensa del Patrimonio Industrial Valencia (Apiva), pide al Ayuntamiento que, sea cual sea su uso final, la decisión se tome a través de un proceso participativo "para conocer las necesidades reales" de los vecinos. "A veces se proponen usos a la ligera, sin haber pensado en los habitantes de la zona. Se trata de un conjunto singular de gran interés histórico y arquitectónico que debería servir como un núcleo dinamizador del barrio", afirma.
Sánchez lamenta la histórica "falta de interés, intención y presupuesto" que ha dejado relegada a la fábrica de los presupuestos municipales de los últimos años. Frente a esto, la posibilidad de ser adquirida o, incluso, de una colaboración con una empresa privada que resultara en una gestión mixta. Eso sí, privado, público o de autogestión vecinal, con condiciones. "Siempre teniendo en cuenta los derechos y los deberes de los que lo gestionen. En la actualidad no podemos apoyarnos solo en la gestión pública, pues no siempre funciona".