VALÈNCIA. Un abanico es un objeto útil para generar aire. No tiene contraseña, ni se le puede agotar la batería. Es sostenible, fácil de utilizar, fácil de plegar, y por tanto, portátil. Los hay de diferentes tamaños, calidades, materiales y colores. Un abanico es un objeto de diseño. Lo lleva siendo entendido como complemento de moda desde el principio de su existencia, y ahora busca tomar protagonismo a partir de la exposición Diseñar el aire, que València Capital Mundial del Diseño ha impulsado en el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí.
El diseñador Vicent Martínez, de padre y abuelo abaniquero, ha reconectado con su pasado familiar para crear un dispositivo ad hoc para la muestra. Veinte diseñadores y diseñadoras de diferentes generaciones y procedencia —si bien la gran mayoría son de València— han realizado una creación personal para el abanico. Un objeto de diseño y también de arte en el que imprimir, en un pequeño espacio, un sentido estético.
Martínez ha convocado a personas de su “círculo más cercano” (desde Ángel Blay hasta Luisa Bocchietto, desde Pepe Gimeno hasta María Arroyo; y así sucesivamente). Lo hace porque la ha querido convertir esa reconexión personal en un coro que cante loas a las posibilidades del objeto. Cada pieza, de la que se han hecho dos o tres ejemplares, tiene una imprenta particular, una historia que contar o algo que reivindicar.
Tres ejemplos: Blay, “último artesano del abanico de nácar en Europa”, recuerda en New York edificios como el Chrysler o el Empire State; en ZYLS, Arnau Reyna toman como inspiración el optical art y el trabajo de José María Yturralde y Victor Vasarely para crear un abanico como si fuera una ilusión óptica; Eli Gutiérrez transforma el diseño habitual del abanico para convertirlo en un tablero de damas en Chess.
Pero ante todo, también esta muestra sirve como activación del affair artesanía-diseño que València Capital Mundial del Diseño quiere fomentar, al igual que ya se ha establecido la relación industria-diseño. ¿Puede una muestra revitalizar un sector? La idea es que esta acción haya servido como punto de encuentro entre lo que fue la industria abaniquera, ahora contadas personas que ejercen como artesanas, y el diseño, sobre todo de moda. Con la muestra, que después de València visitará Aldaia y su museo dedicado al abanico, contará con actividades paralelas para hablar del objeto, de su historia pero también de su futuro, y las posibilidades de este a través del diseño. Quiere ser un supermatch. “Ahora falta que los artesanos quieran aprovecharlo”, espera Martínez.
La historia del abanico se remonta a civilizaciones milenarias, pero en los últimos siglos se configuró como un obejto de la burguesía con el que seducir, anclado a unos códigos de género que la contemporaneidad han hecho caducar. En el siglo XIX, los abanicos tenían un fuerte simbolismo en la seduction como complemento de moda. Eran objetos con los que performar, casi como un ritual de apareamiento animal, como las plumas de un pavo real portátiles. Estaba tan ligado a la sexualidad que, en The Fan: Fashion and Femininity Unfolded, la historiadora Valerie Steele cuenta que en el siglo XVIII la palabra servía como referencia a los genitales femeninos.
También el abanico es un objeto ligado al poder aristocrático, desde esas antiguas civilizaciones. Que te abaniquen como símbolo de sumisión casi esclava. Pero es que, además, los abanicos clásicos de los últimos siglos evocan, a través de sus patrones, ese imaginario del arte que colgaba en las grandes casas de la clase alta. Es una evocación al arte rococó y a sus códigos sociales.
La oportunidad de enlazar diseño y artesanía es la de sacar del peligro del ensimismamiento al mundo del abanico. La industria abaniquera valenciana, que tuvo mucha fuerza durante el siglo XIX en localidades como Aldaia, se ha quedado en un puñado de artistas que luchan contra el tiempo y el olvido. “Las posibilidades están en dejar de ligar el abanico al individuo que lo lleva, sino poner el acento en el objeto en sí”, explicaba Vicent Martínez en la rueda de prensa de presentación de la muestra. En Diseñar el aire, el abanico puede ser un poema de Brines, un objeto de diseño estático que cuelga de un techo, o una joya de nácar que exponer.
"Estamos ante experiencias creativas encaminadas a verificar si un planteamiento estratégico del diseño puede liberar a una categoría objetual de su estigma como vestigio, rescatarla de las asociaciones enquistadas en los roles de género tradicionales y actualizarla. El camino hacia ello pasa necesariamente por hacer posibles nuevas y diversas posibilidades de manipular el abanico que vigoricen su dimensión de signo cuyo significado no se refleje sobre la persona que lo manipula, sino que, partiendo de su propia esencia como producto de diseño, amplie su proyección hacia nuevos medios técnicos, culturales o estéticos como resulta habitual en el arte contemporáneo", resume Vicente Pla en el catálogo de la exposición.
“Como objeto de diseño, el abanico conlleva unos valores culturales y simbólicos concretos. Ahora se encuentran nuevas formas de adoptarlos más allá de los roles y la gestualidad clásica”, resumió ayer Marisa Gallén, de València Capital Mundial del Diseño. La visión contemporánea del abanico busca trascenderlo para que adquiera protagonismo propio. Una de las propuestas de Martínez es la de que el estudiantado de moda cree abanicos, no como complemento, sino como centro de sus creaciones en alguna de sus acciones. Diseño para revitalizar la artesanía, artesanía para que el diseño eche raíces. Un viaje de ida y vuelta, un supermatch.