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memorias de anticuario

Una lista musical para la arquitectura de València

1/03/2020 - 

VALÈNCIA. Me confieso melómano, supongo que como muchos de ustedes. Esto produce un efecto que consiste en que uno no puede desprenderse de la música en las más diversas circunstancias. De hecho uno percibe el arte de forma inconsciente también en términos musicales, y la música le remite al arte plástico. Ambos se reclaman: los colores, las formas emiten música y la música es arquitectura, color y formas. Cuando se observa una pintura, el inconsciente le arrastra a un tipo de sonidos ordenados que emparente con aquella obra. Por supuesto que también la arquitectura de València tiene implícita una evocación musical aunque sea sólo por la cronología e historia de esta, pero también por características intrínsecas como el ritmo, el color y los volúmenes de sus elementos decorativos. El arte tiene esa capacidad “sinestésica” de reconducirnos a sonidos que nos ayuda a interiorizarlo mejor. 

Muralla árabe. Capella de Ministers, Al-Hadiqat Al-Adai'a, El jardín perdido. Un disco, el del conjunto valenciano dirigido por Carles Magraner, que en esta ocasión se centra en música y poesía andalusí en la Valencia de los siglos XII y XIII (la muralla islámica de la ciudad comenzó a construirse en el siglo XI). Obras, entre otros, de poetas de la taifa de València como Ibn Jafáya al que se le apodó “el jardinero” por las referencias a los jardines que rodeaban la ciuda, o de Ibn ZaqqÁt entre otros. Sirva esta humilde reseña para recordar la asignatura pendiente que es la recuperación de este espacio patrimonial de la ciudad.

Muralla islámica de València

Seu de València. Juan Bautista José Cabanilles, Obras para órgano, John Butt.  Es inevitable traer aquí a quien fuera organista de la catedral. Sería, no obstante, injusto no hacer mención a sus orígenes que no son otros que la localidad de la Ribera, Algemesí, donde también desempeñó su labor en la la Iglesia de San Jaime. Sucedió en la Seu valenciana Andrés Peris, llamado “el ciego de València”. Podemos imaginar a nuestro músico sentado en el órgano diseñado en 1510 por Fernando Yáñez de la Almedina, discípulo de Leonardo de Vinci, autor junto con Fernando de Llanos de las sensacionales tablas de las puertas del retablo mayor y tallado por Luis Muñoz a partir de esos diseños. 

El Patriarca, Tomas Luis de Victoria, Officium Defunctorum Philippe Herreweghe/Collegium Vocale de Gante. El testamento musical de Victoria es esta obra maestra, a seis voces es una obra extraordinaria que albergo la esperanza de poder escuchar algún día rodeado de los frescos del genovés Bartolomé Matarrana que decoran íntegramente los muros de esta iglesia. Los “oficios”  obra de quien puede considerarse uno de los más grandes músicos del Renacimiento, no sólo español, está considerada por los especialistas en este repertorio como una cumbre en este periodo y su publicación en Madrid en 1605, coincide con las obras del Colegio del Corpus Christi que se prolongaron entre 1586 y 1615.

Iglesia de la Congregación e Iglesia de San Miguel y San Sebastián. Misa en Sí Menor de J.S. Bach. Gustav Leonhardt, La petite bande. Construidas entre 1725 y 1739 son dos iglesias, la segunda levantada extramuros, emparentadas cronológicamente y con algunas similitudes formales como la esbelta cúpula que las remata y el cromatismo de sus fachadas. Durante esos momentos, entre 1724 y 1749, ese genio universal que fue Juan Sebastian Bach residía en la corte de Leipzig y componía su impresionante Misa en si menor, BWV 232. Una obra imperecedera, que sin embargo vive un tanto a la sombra de sus dos Pasiones (San Mateo y San Juan), pero que está, sin duda, a la altura de ambas.

Fachada del antiguo cine Caro

Palacio del Marqués de Dos Aguas. Mozart, Cosi fan Tutte (Erich Kleiber con la Filarmónica de Viena-1959)  y Las Bodas de fígaro (Versión de Karl Böhm con la orquesta Philarmonía-1962) y añadiremos también Una Cosa Rara, ópera del Valenciano Vicente Martín i Soler con libreto de Lorenzo da Ponte/Jordi Savall-Le concert des nations. No es difícil imaginar los salones  palaciegos rococó de este edificio, al que los valencianos nos hemos acostumbrado, pero que asombra a quienes nos visitan, como el perfecto decorado de alguna de estas estas óperas bufas, de enredos y maltentendidos del genio de Salzburgo y de su rival en éxitos, el compositor valenciano (que compartió libretista) y que hizo fortuna en Viena y Rusia. 

Teatro Principal. L. V. Beethoven, Fidelio (Otto Klemperer, Orquesta Philarmonia).  Adquirido el solar en 1770 se inician las obras en 1808, a penas tres años después del estreno de la única ópera de Beethoven, Fidelio, obra en dos actos que, recordemos, fue la que inauguró la primera temporada del Palau de les Arts en unas representaciones memorables. La inauguración del teatro Principal se retrasó más de lo debido como consecuencia de la Guerra de la Independencia entre otras cuestiones, debiendo los valencianos que esperar hasta 1832, cuando el genio alemán nos había dejado cinco años atrás. 

Jardines de la Glorieta. Frédéric Chopin, Nocturnos/Daniel Barenboim. Construidos por suscripción popular precisamente en ese año de 1832 en que finalizan las obras en el teatro debió tener un especial encanto en aquellas primeras décadas del siglo XIX. Chopin y alguno de sus 21 nocturnos sería la música ideal para un recorrido en el que las sombras se imponen sobre las luces. Un recorrido hoy día un tanto deslucido por el tráfico rodado que la circunda este romántico parterre.

Plaza de Toros. Georges Bizet, Carmen/Claudio Abbado, Teresa Berganza, Sinfónica de Londres. Inaugurada en 1859, fue proyectada por Sebastián Monleón, primer arquitecto de la València moderna, puesto que se prodigó en la ciudad con obras emblemáticas que han llegado a nuestros días como la fachada del Teatro Principal, los Jardines de Monforte, el Asilo de San Juan Bautista frente al IVAM, y obras en el Cementerio General o el Jardín Botánico. Además proyectó lo que vendría a ser el ensanche de la ciudad. El coso del la calle Játiva lo diseñó tomando como modelo el Coliseo romano o la Arena de Nimes. Una magnifica obra realizada en ladrillo con 384 arcos. El urbanismo salvaje y sin sensibilidad la ha encajonado en parte de su estructura privándonos de una visión exenta, mucho más completa. La de Bizet se trata de una gran ópera de repertorio, no exenta de todos los clichés de la España romántica, en la que, como se sabe, uno de los dos personajes masculinos que se disputa el amor de la protagonista es un torero. Su estreno se produjo hace 145 años, en 1875, pocos años después de la inauguración del coliseo valenciano, en la ópera cómica de París. 

Plaza de toros de València

Edificio Ferrer. Gustav Mahler adagietto de la Quinta sinfonía y Das Lied Von der Erde (La canción de la tierra). Leonard Bernstein/ Filarmónica de Viena. Situado en la confluencia de la calle Cirilo Amorós con Pizarro, fue proyectado por el arquitecto Vicente Ferrer en el año 1807 y construido en 1808, con claras influencias de la Sezesion Vienesa y de su máximo exponente Otto Wagner que pasó por Madrid en 1904. Los elementos decorativos que lo caracterizan van más allá de su fachada y se extienden por los interiores de este importante edificio del ensanche. Podría completarse esta visita al modernismo vienés de entresiglos con la fachada, que milagrosamente todavía quedan en pie, del antiguo cine Caro en pleno barrio del Carmen posiblemente el elemento arquitectónico más directamente emparentado con este movimiento. 

Jardines de Monforte. Isaac Albéniz, Iberia/Alicia de Larrocha. Los evocadores jardines cercanos a la Alameda que fueran también pintados por el gran pintor catalán Santiago Rusiñol, nos remiten musicalmente al piano de la suite Iberia fue compuesta por el genial músico gerundés Isaac Albeniz entre 1905 y 1909, año en el que le sobrevino la muerte. Se trata posiblemente de la más importante obra de la literatura pianística española. Una obra de una gran dificultad no sólo técnica sino por la capacidad expresiva que requiere para evocar cada uno de los paisajes que describe. Olivier Messiaen dijo de ella, “es la maravilla del piano, ocupa quizá el más alto puesto entre las más brillantes muestras del instrumento rey por excelencia”. 

IVAM. Sin obviar las excelencias del edificio magnífico, inaugurado en 1989 y proyectado por los arquitectos Emilio Giménez y Carles Salvadores, sin embargo cuando se trata de un museo, lo que debe prevalecer en nuestra memoria es su actividad expositiva, por tanto en este caso la música que me inspira estaría condicionada por el arte: para la exposición de Jean Dubuffet se me ocurre la música de Satie, para una exposición con obras de las vanguardias históricas, por supuesto Stravinsky y, por ejemplo, sus tres piezas para clarinete; para el expresionismo alemán de entreguerras-Grosz, Beckmann-, el Wozzek de Alban Berg y para el expresionismo abstracto el misterio de las notations de Pierre Boulez. Y paro porque la lista, obviamente, sería infinita.

El Saler. Sergiu Celibidache/Filarmónica de Munich. Acabamos en este paraíso natural frente al mar Mediterráneo, al que en tantas ocasiones se han acercado nuestros mejores artistas. Un  espacio que hace de València un lugar privilegiado. Qué mejor para evocarlo que esta obra maestra de Debussy, una de esas piezas en tres movimientos que me llevaría a una isla desierta. Un espacio patrimonial que, a pesar de su aspecto salvaje, se encuentra a pocos quilómetros del centro de la ciudad y por tanto expuesto no sólo al cambio climático, sino, sobre todo a la acción directa del hombre. Paradójicamente es el Saler, de los que hemos mencionado, el que corre un mayor riesgo de desaparición, al menos tal como lo hemos conocido.

Se me quedan en el tintero tantos lugares y músicas que podrían hacer de esta lectura dominical un texto desmesurado, así que, a la vista de ello tengo excusa para proseguir en una futura ocasión. 

Playa del Saler  

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