Ricard Borràs estrena en el teatro Micalet de Valencia la adaptación al catalán de la picarona obra de Jean-Claude Carrière “Les mots et la chose"
VALENCIA. Partiendo de las ideas de Lacan, el filósofo y psicoanalista esloveno Slavoj Žižek ha argumentado en muchas ocasiones por qué la pornografía es un género “profundamente conservador”. Para él, al atravesar esa frontera en la que todo es explícito, pagas el precio de despegarte del goce de la fantasía. Así, el porno funciona como una especie de censura perversa, que además pasa desapercibida para la mayoría de los mortales. Algo similar ocurre con las palabras relacionadas con el sexo; conforme hemos ido ganando libertad para hablar sin tapujos, ha ido mermando el noble arte de decirse marranadas con inventiva y circunloquios.
El tema puede parecer superfluo pero no lo es en absoluto. Jean-Claude Carrièrre, escritor y guionista de muchas de las películas de Luis Buñuel (“Belle de jour”, “El discreto encanto de la burguesía”, “Ese oscuro objeto de deseo”) dedicó muchos años a recopilar los tesoros de la lengua francesa en el campo sexual, sepultados bajo más de un siglo de “pudor y mojigatería”. Lo hizo en un libro publicado inicialmente en 1983 y reeditado en 1991 con el título definitivo de “Les mots et la chose”. Ahora, 25 años después, ese proyecto ha cobrado una nueva vida gracias a la adaptación teatral y literaria que ha realizado el escritor y actor mallorquín Ricard Borràs. Su versión catalana, “Els mots i la cosa”, se estrenará el próximo lunes en el teatro Micalet de Valencia, con la participación de la actriz Elena Barbero y la dirección de Pep Antón Gómez.
El germen de este libro surgió un día durante una charla en Nueva York, en la que Buñuel propuso a su hijo Rafael y a Carrière un reto: cada uno de ellos confeccionaría una lista de sinónimos o eufemismos de la palabra “polla” en su idioma materno. Ganó el francés por goleada, ya que su lengua en este terreno “es inagotable”, gracias a la literatura libertina del siglo XVIII y a la obra de autores como Choderlos de Laclos (“Las amistades peligrosas”) y el Marqués de Sade (“Los 120 días de Sodoma”, “Justine”), entre muchos otros. Unos días más tarde, Carriére coincidió con una vieja amiga actriz que trabajaba como dobladora de películas para adultos. “Lo peor de su trabajo, decía, no era hiperventilar a causa de los continuos y prolongados gemidos, jadeos y respiraciones entrecortadas. Lo peor era tener que repetir una y otra vez, hasta la saciedad, las mismas palabras ordinarias y las mismas groserías. Era como sumergirse a diario en una especie de mantra infernal”.
El escritor francés se percató de que uniendo ambos episodios tenía ya la estructura de un nuevo proyecto literario. “Les mots et la chose” no es más que la transcripción de una supuesta relación epistolar entre una actriz porno en busca de nuevos horizontes lingüísticos para sublimar su profesión, y un viejo filólogo que satisface a su interlocutora con todo tipo de vocablos, expresiones y metáforas, a cuál más tronchante e ingeniosa.
El libro se convirtió en un pequeño clásico moderno, que sin embargo nadie se atrevía a trasladar a otro idioma. Los coloquialismos y los juegos de palabras son un campo de minas incluso para el mejor de los traductores (y sino recordad el caso de Hodor en la serie “Juego de Tronos”). Pero hubo un español que se lió la manta a la cabeza.
Ricard Borràs (conocido por su participación en películas como “GAL” y series de televisión como “El Comisario”) descubrió la obra en el año 2007, en un teatro de París donde el propio Carrière interpretaba la adaptación teatral de “Les mots et la chose”. “La obra me hizo reír, me emocionó e incluso me invitó a pensar -comenta Borràs-. En el fondo habla de lo que significa la lengua, que es la que crea el pensamiento, y a su vez la que crea nuestra sociedad”.
Carriére “pensó que estaba loco” y que no conseguiría trasladar el libro al castellano ni al catalán, pero le dio permiso para intentarlo buscando equivalencias en otras épocas. El problema estribaba en que el siglo XVIII se vivió de forma muy diferente en Francia y en España. La literatura libertina pudo abrirse camino en un país en plena transformación revolucionaria, mientras que, en España, la Inquisición controlaba muy de cerca todo aquello que se editaba.
“Sin embargo, encontré citas escritas a mano para sortear la censura de la Inquisición. Citas de Góngora, Tomás de Iriarte o de Samaniego. Es como lo que pasó en Rusia durante estalinismo con novelas manuscritas como “El maestro y Margarita”, de Bulgákov, que no se editaron hasta los años sesenta. Al final, la represión se contrarresta con imaginación”, apunta Borràs.
Para la adaptación de “Las palabras y la cosa” (Blackie Books, 2016), Borràs acudió al respetado filólogo Alberto Blecua, quien le aconsejó mirar sobre todo al Siglo de Oro español. Para su versión catalana se dejó aconsejar por el medievalista Antoni Maria Espadaler, quien dirigió su atención hacia novelas como “Tirant lo Blanch”, de Joanot Martorell, y a los trovadores y poetas provenzales.
Y así, rebuscando, resulta que el repertorio de sinónimos de “hacer el amor” en castellano es inabarcable: “Chingar, mojar, meter, empujar, hilar, enhebrar, usar la máquina de coser, echar el clavo, soplar, clavar, machacar, taladrar, trajinar, deshollinar, remachar, cepillar, enclavijar, mellar, encañutar, ahoyar, sembrar, enlodar, revolcar, dar pienso, regar el perejil, cabalgar, aparear, montar, cubrir, sacar el hollín, fornicar, copular, hacer uso de la carne, caer en la tentación, pecado carnal, glosarium eroticum, meterla en caliente, ponerla al abrigo de los mosquitos, meter al niño Jesús en el pesebre…”. Como también lo es en catalán, valenciano y mallorquin: “Enfilar, manxar, clavar, empalmar, boixar, agenciar, eblar, ribotejar, enclavillar, oscar, enterrossar, batre, arromangar-se, enforcar, apariar, muntar, cobrir, treure el sutge, fer ús de la carn, jugar a “tocar i parar”, al “si t’agarre t’espatarre”, “als cavallets”, a “serra-mamerra…”.
“Para la versión catalana quise hacer un homenaje a las tres formas del catalán. He procurado juntar palabras antiguas, la mayoría en desuso, con otras absolutamente modernas –explica Borràs-. Desagraciadamente ahora pasa con las palabras lo mismo que con las especies animales: están desapareciendo. La diferencia es que sí somos consientes de que tenemos que preservar la diversidad de la naturaleza, pero no hacemos lo mismo con el lenguaje”.
A pesar de su indudable interés filológico y su dimensión cómica, “Las palabras y la cosa” no es una pieza teatral para todos los públicos. No hay introducción, nudo y desenlace. En este sentido, el autor e intérprete de la obra es claro: “Yo sabía de entrada que en este tipo de propuestas siempre hay una parte de los espectadores que lo entiende y entra en el juego, y otra que no acaba de conectar. Esto no es más ni menos que un juego imaginativo para animarnos a reinventar y enriquecer la lengua”.