VALÈNCIA. Esta semana fui invitado por mis amigos de Spai Rambleta, Mariola Cubells y Vicent Molins a probar, en el seno de esa gran iniciativa llamada Cocineros con futuro, patrocinada por Cervezas Alhambra, las creaciones de un chef que van a dar que hablar. Miguel Ángel Mayor el cocinero del restaurante Sucede, en el fantástico Hotel Caro, elabora un extenso menú que ha confeccionado empleando productos de las civilizaciones cuyos restos han aparecido en el subsuelo del histórico edificio: Romana, Musulmana y Medieval/Cristiana. Por tanto, no se sirve de materias posteriores al Descubrimiento de América. Ello lo lleva a cabo rescatando productos y elaboraciones que habían caído en desuso y actualizándolos con las nuevas técnicas aprendidas en los mejores restaurantes-el Bulli o Mugaritz, entre otros. Para ello, nuestro chef, se ha visto, incluso, en la necesidad de asesorarse por historiadores, recreando una lectura personal de la gastronomía mediterránea, tan ancestral y fascinante, como también desconocida, al haber sido abandonada, en parte, con la llegada de nuevas técnicas y productos. Y es que percibo cada vez más, que, sin renunciar al futuro, estamos girando nuestra mirada curiosa y protectora a un pasado, que, por un momento de cierta enajenación, creímos que no era ya nuestro asunto, y que no nos pertenecía.
Recuerdo una foto que vi en Internet: en ella aparecía una cinta de casette y un bolígrafo. Debajo decía algo así como que si no sabías la relación entre ambas cosas es que eras muy joven. Los años, siglos pasan y muchos objetos dejan de tener la utilidad para la que fueron creados y olvidar para que servían es una pérdida. En algunos casos, por una “extraña” razón que va más allá de la mera practicidad no nos deshacemos de ellos, e incluso los protegemos. Es más, muchos de estos, si tienen encanto y una serie de características alcanzan la consideración de coleccionables. La lógica utilitarista nos llevaría a desprendernos de todas aquellas gramolas antiguas puesto que escuchar antiguos discos de pizarra con los medios de reproducción actuales no tiene sentido alguno. Lo mismo haríamos con los quinqués, las primeras radios, las cámaras de fuelle o teléfonos que funcionaban accionando una manivela. Sin embargo, el encanto que envuelve aquellos aparatos, los materiales empleados, a quienes pertenecieron o la cuidada ejecución en su construcción, está por encima del sonido a huevo frito que desprenden aquellas enormes bocinas de los primeros aparatos reproductores. Si se produjera la continua renovación de todo lo creado conforme fuera cayendo en desuso, como cuando tiramos a la basura la comida caducada, desconoceríamos muchas cosas de nuestro pasado, del pasado de nuestros ancestros. De cómo se las apañaban en la vida doméstica o en las diferentes profesiones. Los anticuarios y los coleccionistas, o simplemente aquellos que les mueve un deseo de preservar algún objeto heredado o se sienten atraídos por la estética de otros tiempos, son agentes fundamentales en esta cadena de rescate, recuperación y puesta en valor.
En la esquina de la Calle Purísima con Corregería existe una antigua casa del siglo XVIII, sus balcones todavía lucen los azulejos originales, milagrosamente no han sido objeto del pillaje. Lo que más llama la atención es el potente chaflán que en sillares perfectamente labrados se hunde hacia el interior del edificio. Su utilidad era la de permitir el giro de los carruajes que debían venir desde la Calle Calatrava y giraban hacia Correjería. La poca maniobrabilidad de estos se compensaba mediante estos achaflanamientos-permítaseme el palabro- de la esquina. Propios del barroco, por el lugar donde se sitúan podemos saber con facilidad la dirección que solían tener las calles, aunque por entonces dudo de que tuvieran una sola dirección. Todavía puede observarse cierto número de estos elementos repartidos por la ciudad, pero mimetizados con un paisaje urbano demasiado contaminado visualmente de elementos impropios como señales o carteles anunciadores, en muchas ocasiones nos pasan desapercibidos.
También suelen pasar inadvertidos los elementos de protección que, en piedra tallada, al modo de mojones, adosados a ambos lados del dintel, que se situaban en la parte baja de los grandes portalones de las casas señoriales. Algunos han sido eliminados por no cumplir la utilidad para los que fueron concebidos que no era otra que proteger las puertas de los ejes de los carruajes que diariamente entraban y salían de las cocheras situadas en la entrada principal de la casa. Cuando vemos esos elementos podemos deducir que en esas fincas se guardaba un carruaje de caballos. Los últimos se colocaron en el siglo XIX y fueron realizados en hierro forjado, decayendo su uso con la llegada del automóvil.
Ya que hablamos de puertas, todas las puertas de València tenían su aldaba (preciosa palabra de origen musulmán), de las más diversas formas y tamaños. Muchas de estas fueron robadas en una época en que su precio subió considerablemente en el mercado del coleccionismo. En otros casos, una vez desaparecidas no eran repuestas por los propietarios del inmueble, puesto que, al ser las casas divididas por pisos, perdieron la utilidad y fueron sustituidos por los telefonillos electrónicos. Todavía existen algunas propiedades que conservan las aldabas, aunque muchas son reproducciones del siglo XIX o posteriores, ya que colocar una de alta época es asegurarse en más o menos tiempo la sustracción de esta.
Ya que hablamos de puertas, todas las puertas de València tenían su aldaba (preciosa palabra de origen musulmán), de las más diversas formas y tamaños. Muchas de estas fueron robadas en una época en que su precio subió considerablemente en el mercado del coleccionismo. En otros casos, una vez desaparecidas no eran repuestas por los propietarios del inmueble, puesto que, al ser las casas divididas por pisos, perdieron la utilidad y fueron sustituidos por los telefonillos electrónicos. Todavía existen algunas propiedades que conservan las aldabas, aunque muchas son reproducciones del siglo XIX o posteriores, ya que colocar una de alta época es asegurarse en más o menos tiempo la sustracción de esta.
Un buen número de placas de asegurada de incendios todavía lucen encastradas en las fachadas de edificios del centro. Nunca fueron concebidas como algo ornamental y ni mucho menos para ser coleccionadas, sin embargo, nadie se plantea su eliminación puesto que dan encanto y autenticidad a las fachadas. En el siglo XIX eran muy abundantes los incendios puesto que las viviendas estaban ocupadas por muchos elementos inflamables, a lo que hay que añadir que para calentar las viviendas se empleaban braseros o estufas a leña, por lo que los seguros específicos para caso de incendio estaban a la orden del día.
Después de 250 años funcionando ininterrumpidamente, estos pequeños espacios comerciales situados en los bajos de la imponente fachada de los Santos Juanes fueron paulatinamente siendo abandonados a partir de la década de los sesenta (en el año 57 sufrieron con especial virulencia la riada). Una lamentable estampa que por el abandono, a su suerte, y la degradación, incomprensible, de les covetes lleva denunciándose desde hace décadas por entidades, medios y personas y asociaciones sensibles a la protección del patrimonio, y más cuando se trata de un Bien de Interés Cultural desde 1945, junto con la iglesia que les da nombre. Debe ser que el minúsculo tamaño de estas hace que el asunto se considere, por quienes velan por el patrimonio municipal, una bagatela cuya recuperación no interesa especialmente, a pesar de que se encuentren uno de los lugares más visitados de la ciudad.
¿No queremos un turismo al que enseñemos la ciudad el patrimonio que nos hace distintos y que no tenemos que inventarnos? ¿Qué hay más auténtico, con más tipicidad e historia popular que esas pequeñas cuevas? Creo que va siendo hora de que se inicie, ahora de verdad, la labor de recuperación de estas, dándoles, de nuevo, uso, acorde con la función comercial para la que fueron concebidas. Por proponer, propongo frente a estas un pequeño mercadillo de antigüedades y libro antiguo frente a estas una mañana a la semana, como el que se realiza todos los jueves frente a la Catedral de Barcelona. De ahí a recuperación de estos encantadores espacios valencianísimos media un pequeño paso.
Los Arcos de Alpuente es considerado Yacimiento Arqueológico y declarado Bien de Interés Cultural (BIC), en la categoría de Monumento