Pop, funk, punk, metal, heavy, swing, música latina… son muchos los géneros ignorados por el sistema académico público español. Los tutoriales en Internet y las escuelas de música moderna suplen el interés creciente de niños, adultos e incluso ancianos por cargarse al hombro un bajo o una guitarra eléctrica. Los expertos aseguran que nunca es tarde para empezar
VALÈNCIA. La sublimación de València como “capital mundial de la música” es uno de los escasos argumentos aglutinadores a izquierda y derecha del arco parlamentario. No hay responsable político que no enarbole con orgullo la existencia de más de 1.600 bandas en la región o la cantidad de intérpretes valencianos en las orquestas de música clásica. El problema es que, demasiado a menudo, este análisis chovinista del sector musical valenciano es parcial y algo miope. Rara vez se habla del hervidero de grupos de música moderna (rock, pop, metal, punk, swing, etc) que nacen, crecen y mueren al margen de las instituciones. Es decir, de los conservatorios, las sociedades musicales, los auditorios -y las subvenciones-. Por ejemplo, solo en la zona de l’Horta Nord existen cerca de 400 locales de ensayo, cada uno de los cuales se comparten una media de dos o tres bandas independientes. No existe censo oficial, pero es razonable deducir que en la zona metropolitana de València se mantienen en activo cerca de un millar de grupos. Buenos, malos y regulares. Con éxito o sin él. Da lo mismo, ellos también deberían computar.
Un claro indicador del interés de los valencianos por la música moderna popular es la proliferación de escuelas de música especializadas en la práctica de instrumentos como la guitarra y el bajo eléctrico, la batería e incluso el ukelele y el cajón flamenco. Son los centros a los que acuden aquellos que quieren aprender a tocar géneros que, aunque tengan más de medio siglo de vida, están excluidos de la formación académica en los conservatorios. Es decir, prácticamente todos menos la música clásica, la académica contemporánea y el jazz.
Hace tan solo veinte años, en España apenas había más vías de formación que la autodidacta o las clases particulares en casa. Hoy en día, las posibilidades se han multiplicado gracias a los tutoriales gratuitos en internet y las escuelas de música moderna. En València operan actualmente más de una docena, muchas de ellas dotadas de un profesorado de altísimo nivel. Curiosamente, la instalación de Berklee en València hace ocho años no solo no ha perjudicado la actividad de estas escuelas, sino que se ha establecido con ellas una especie de simbiosis natural, ya que el prestigioso centro norteamericano es una excelente cantera de profesores, pero también de alumnos que quieren complementar o perfeccionar sus estudios de posgrado en Berklee en otros centros de la ciudad. Cultur Plaza se ha puesto en contacto con los responsables de algunos de ellos para conocer las peculiaridades de sus sistemas de enseñanza. La mayoría coinciden en dos ideas: que se puede empezar a tocar un instrumento a cualquier edad y que los tutoriales en internet no son una competencia desleal, sino una herramienta muy útil para complementar lo que se estudia en clase y mantener la motivación.
Ricardo Curto llegó a València de chiripa. Al terminar sus estudios en Berklee Boston, su siguiente destino era Nueva York. “Pero me hablaron de un máster increíble que se había empezado a impartir en la sede de Berklee en Valencia. Me dijeron que esa ciudad era la puerta de entrada europea a las músicas del Mediterráneo”. Cinco años después, es director artístico de la escuela Yamaha de València, que con 22 profesores y una media de entre 300 y 400 alumnos, es la más importante de la cadena en España. “En Madrid tenemos dos, y ninguna de ellas tiene tantos estudiantes”. Aquí, la mayoría de los alumnos reciben una hora semanal de clase en grupos pequeños, por la que pagan 69 euros al mes.
Yamaha es la cadena de escuelas privadas de música moderna más grande del mundo, con 6.000 centros en cinco continentes. Siguen el Sistema de Educación Musical Yamaha, creado en 1954 en Japón, cuyos fundamentos nos explica el propio Curto: “Seguimos un orden establecido: lo primero y lo más importante escucha; después cantar lo que has escuchado; a continuación tocarlo; después leer lo que ya sabes, tocar y por último crear algo nuevo”. Es un método en el que no se divide teoría y práctica y no hay clases de solfeo aparte. Conforme el alumno va adquiriendo más nivel, la lectura de partituras va ganando más importancia.
Aunque se imparten lecciones sobre multitud de instrumentos, el “rey” sigue siendo el piano. “Sea lo que sea que aprendas al final, siempre deberías saber tocar el piano, que es donde se aprende la armonía y las bases del lenguaje musical. Es un instrumento donde todo está ordenado y se ve claramente, por eso es obligatorio para todos los niños que vienen aquí a empezar desde cero”.
Desde la perspectiva que le otorga su experiencia internacional, a Ricardo Curto le sorprende la desafección que existe todavía en los conservatorios españoles por el lenguaje musical moderno. “Solo desde hace poco se imparte jazz, pero es que siguen enseñando a Dexter Gordon y John Coltrane, ¡con todo lo que ha evolucionado el género después!. Mi opinión personal es que allí no se forma a los alumnos para competir en el mundo real, que es el de la industria. Por eso prácticamente todos acaban opositando para ser profesores de los mismos conservatorios”.
Lario, que dio sus primeros pasos como profesor en la primera escuela de música moderna de València –la extinta Duetto- asegura que “más de la mitad de los guitarristas profesionales que se han formado en València han sido alumnos míos”. A todos les da siempre el mismo consejo:
“Uno tiene que tocar sin pensar en la galería. Hay que evitar a toda costa tocar algo porque esté de moda o porque es lo que los demás esperan que haga”.
En opinión del músico valenciano, el crecimiento exponencial de escuelas de música moderna tiene sus días contados por la simple razón de que “lo que triunfa ahora es el trap y la disco móvil”. “El rock, el blues, etc. han llegado muy tarde a las escuelas. Creo que dentro de 50 años será un género muy minoritario como el jazz manush (jazz gitano)”.
Cualquier persona que esté familiarizada con el mundo de la percusión moderna conocerá de sobra los nombres de Rafa Picó (Copi), Jeff Jerolamon, y Yoel Páez. Como profesores y como músicos en activo, son el dream team al que acuden también profesionales de alto nivel para perfeccionar su técnica. Copi, fundador de esta escuela hace 16 años, reconoce sin embargo que para él resulta incluso más satisfactorio conseguir que un niño encuentre su vocación entre baquetas, platos, cajas y bombos. “Tenemos una tasa de abandono muy baja, pero cuando detectamos un descenso de la motivación en los jóvenes suele ser por dos razones. La primera es que el instrumento no les acabe de gustar y sigan con las clases solo porque sus padres les han metido en la escuela. La segunda es que ahora los chavales tienen una carga de trabajo enorme entre deberes, deporte, música, etcétera. Sencillamente, no pueden abarcar todo. También ocurre que los padres a veces tardan demasiado en comprar a su hijo una batería, y si no pueden practicar en casa después del primer año de clases, empiezan a perder el interés”.
En ABPDrums todas las clases son particulares y los precios de nivel de iniciación para personas de más de doce años rondan los 20 euros la hora.
Un alumno de 11 años de ABPDrums tocando una versión de Rage Against the Machine
Lacambra asume que una parte importante de su labor como profesor es de índole psicológica. “Tenemos que calibrar en cada clase el punto de motivación en el que se encuentra el alumno."
Cuando pierde interés suele deberse a que lleva mucho tiempo repitiendo ejercicios o practicando ritmos que le sirven para tocar mejor, pero que les hace olvidar la razón por la que se quiso apuntar a las clases en primer lugar. Cuando estudias una obra nueva, a veces dejas de escuchar música y solo ves errores y dolor de dedos. Sin ciclos normales, pero ahí es cuando los profesores tenemos que aplicar nuestros trucos”.
Con 20 años de experiencia a sus espaldas, la Academia Musical Europa es una de las pioneras en impartir música moderna en València.
El claustro de profesores de Rock School Valencia cuenta también con nombres conocidos de la escena musical independiente española como Davish G. Álvarez, guitarrista de la banda de trash metal Angelus Apátrida; Charlie Rodríguez, de Gran Quivira y The Saltitos; Adrián Perales del grupo de metal melódico valenciano [IN MUTE] o Víctor Perales, cuya carrera abarca multitud de colaboraciones desde Obrint Pas a Pep Gimeno “Botifarra”.
Una de las particularidades de esta escuela es que expende sus propias titulaciones a través de “un órgano examinador independiente en Reino Unido”, que son válidas para la red de centros de esta cadena en 40 países.
Imagina’t Música está dirigida por Frank Crespo, guitarrista titulado por el Musicians Institute de Los Angeles (California) y profesor con mas de 20 años de experiencia en el mundo de la guitarra. En su día fue también alumno de Jorge Lario.
Esta escuela también apuesta por los grupos reducidos –en su caso de 4 a 5 personas-, con un precio medio de 10 euros la hora semanal. Una de las particularidades de esta escuela son las clases de musicoterapia, donde se aprende a superar dolencias físicas y emocionales mediante el aprendizaje de determinados instrumentos y elementos musicales como el ritmo, la melodía y la armonía.