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EL ALICANTINO INTERVENDRÁ LA CAPITAL CENTROAMERICANA PARA CREAR UN DISTRITO CULTURAL 

València, Durham, Las Vegas: tras los pasos de Marest antes de ir Panamá, la próxima parada

26/10/2021 - 

ALICANTE. Cuesta ya seguir en un mapamundi los pasos del artista Antonyo Marest. El diseñador y muralista no deja de recibir encargos, cada cual más singular que el anterior. La próxima aventura llevará al Banksy alicantino hasta la ciudad de Panamá, en el barrio de Bella Vista, donde las autoridades locales se han propuesto crear un distrito cultural con el arte urbano como protagonista. El proyecto surgió tras un requerimiento de unos coleccionistas y constructores panameños. “Será el primer gran mural que se hace en el centro de la ciudad y se hará en colaboración con instituciones públicas y con el sector privado”, afirma el comisario de arte Fran Picazo, miembro del Consejo Internacional de Museos (ICOM) y su persona de confianza, quien gestiona los proyectos del artista.

Los ecos de su intervención en la sede de Spotify con Miami Sunrise Tower llegaron a Panamá, donde descubrieron el talento de Marest, pero el empresario alicantino Alejandro Espuch —fundador de Woodok Studio, fabricante y proveedor de materiales de construcción, afincado en la ciudad centroamericana—, ayudó después a estrechar lazos y concretar proyectos. El resultado será un paso más en su consolidación como artista internacional. “Cada vez se tiene más presente a Marest cuando alguien se plantea dar forma a algo relacionado con el arte, la cultura, el turismo y la sociedad, cuando se quiere crear algo que pretende ser un empuje o un reclamo mediante un icono que represente a una sociedad”, asegura Picazo.

En esta ocasión, el objetivo es crear un punto cero del desarrollo cultural de Panamá. Una primera actuación que genere nuevas acciones y sinergias progresivamente. “Después de esta crisis que estamos viviendo, surge un renacer, con unas ganas de exteriorizar emociones, que va muy en sintonía con la filosofía de Antonyo, quien maneja un lenguaje mediterráneo que es internacional, muy reconocible en su carácter y, por tanto, también en su obra”, describe. Esa mezcla mediterránea, con su particular visión art decó con la que integra los elementos identitarios del lugar en el que aterriza, apunta a ser la clave de su éxito.

El entorno en el que intervendrá está en el centro de la ciudad, pero es una zona recién urbanizada y pensada para el ocio donde desarrollar eventos culturales como conciertos, teatro o ferias gastronómicas. Una nueva área de convivencia reestructurada en un ambiente histórico que a su vez está rodeado de rascacielos. Palacetes coloniales, grandes torres y arquitectura industrial se entremezclan. “Con el primer boceto para el muro de calle en el que se actuará quedaron muy sorprendidos y se unieron después muchos agentes locales”, afirma Picazo. Un diseño que se hará público en noviembre, pero del que se puede avanzar que tomará como referente la selva panameña para crear otra ‘selva urbana’ con unos elementos que quedarán enmarcados en líneas amarillas y negras.

De València a Las Vegas…

Antonyo Marest llegará a Panamá después de haber pasado por València primera parada del proyecto Make Europe Bloom, organizado por la Unión de Federalistas Europeos (UEF) y financiado por el Parlamento Europeo, con el que pintará hasta cinco murales en distintas ciudades de todo el continente, empezando por València, donde se ha encargado de pintar la fachada del Museo Fallero, próximo a la Ciudad de las Artes y las Ciencias. 

Tras la intervención, este verano, se trasladó a Las Vegas seleccionado por la marca Bacardí, quien lo definió como “un artista con un talento único a la hora de transmitir al público una energía positiva y unas ganas de vivir que hacen que todos los espacios que son intervenidos bajo su estilo se conviertan en espacios de vida”. El encargo consistía en pintar un motel de los años sesenta en el que cada año organizan el festival Life is Beautiful. “Para nosotros, devolverlo a la vida con un lenguaje contemporáneo y actual ha supuesto un reto”, confiesa Picazo. Una fachada de más de doscientos metros cuadrados que daban paso a un patio interior en el que también coordinó todo el diseño, iluminación y sonido. “Allí se celebran conciertos, performances y sesiones de música que buscan, en la suma de sus elementos, conformar el lugar ideal para que cada uno consiga despojarse de las apariencias, sin máscaras ni disfraces, siendo uno mismo”, describe. Su intervención ocupó incluso el escenario.

…pasando por Durham

La obra de Marest es de todo menos discreta. No pasa desapercibida y, en consecuencia, cada vez despierta más curiosidad en más lugares del mundo. Por eso su paso por Estados Unidos derivó en otro encargo. Un edificio perteneciente a la Universidad de Duke, en Durham, una de las más prestigiosas de Carolina del Norte. “Lo que hizo fue mágico, transformando un edificio en un mundo de color que cambió la imagen de campus para siempre”, afirma. 

Con un primer vistazo, lo primero que decidió fue cambiar el monótono gris y negro que dominaba la arquitectura. Bajo una teoría que siempre le acompaña en su obra y que denomina all colors are beautiful, desarrolló un lenguaje que muestra un tratamiento respetuoso de los colores. Una composición con la que quería transmitir compromiso social con la igualdad, los derechos humanos, la diversidad y multiculturalidad, así como el respeto por el medioambiente y cómo todos estos factores confluyen en la construcción de un futuro mejor. “De una forma positiva, debemos construir una sociedad que camine de la mano hacía una perfecta harmonía entre seres humanos y ecosistemas naturales y digitales”, explica. Una obra que tituló Villa Ayerim, en honor a su hermana.

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