VALÈNCIA. Nunca nadie logrará quitar a Falstaff la sonrisa, porque Sir John, aparte de un panzudo fanfarrón y vividor, es sobre todo un feliz e inconsciente vanidoso que se cree sus propias mentiras, y que consigue ser querido al reírse de sí mismo, y aceptar la derrota. Encaja esto con la filosofía de que todo es relativo en la vida, proclamada en su llamada final a la tolerancia con su “todo en el mundo es burla”. Burlado y feliz. Y contentos también salieron los aficionados del coliseo del Jardín del Turia, pues realmente pudieron ayer, a pesar del covid-19, presenciar un espectáculo de muchos quilates.
Falstaff es la última de las 28 óperas que firmó Verdi. La creó con casi 80 años, y dando no solo una lección de vida, sino de composición musical realmente moderna. Giuseppe Verdi es el autor que más evolucionó durante su carrera. Después de tantos dramas, tantas oberturas, y tantas arias, con Falstaff quiso despedirse de una manera distinta: con una obra desenfadada, pero llena de filosofía, y confeccionada con una estructura y formas musicales sorprendentes, de frescura extraordinaria. Sin obertura, sin arias, sin drama. El sabio de Busseto homenajeó al bel canto, y apuntó el futuro. Falstaff es el avanzado legado que dejó sobre el tapete a los futuros autores, del que Puccini, como ejemplo inmediato, tomó buena nota para su Bohème.
Con Falstaff, el autor sabía que hacía una obra extravagante, y difícil para el oído. Y lo hizo cuando pudo ser verdaderamente libre, sin contratos, sin prisas, y solo con el compromiso consigo mismo de la superación. Y quiso hacerla así para dejar una sonrisa final especial. Sabía Verdi el riesgo que corría. Su ópera fue incomprendida. Pero tras el olvido y desatención recibidos durante demasiado tiempo por muchos teatros, por fin se valora su última y difícil obra. Falstaff está de moda desde hace dos décadas, y el aficionado quiere disfrutarla.
Nada puede reprochársele a Verdi, pues para su Falstaff eligió a los mejores: su admirado Shakespeare para el fondo, y su querido Boito para la forma, quien construyó uno de los libretos más interesantes de la historia de la ópera, ya que adapta la filosofía del inglés con una gracia sorprendente, introduce una sonoridad poética deslumbrante, creando un texto de enorme calidad literaria para el mayor potencial expresivo de los personajes. Leáselo, por favor.
Faltaff es una ópera bufa moderna, trepidante, y con una partitura de gran dificultad, con endiablados vericuetos armónicos, intervalos complicados, melodías interrumpidas, continuas réplicas contrapuntísticas, y ritmos distintos sobrepuestos. Es parlanchina, gráfica, coral, fluida y descriptiva al estilo cinematográfico. Utiliza un continuo parlato, que da forma al recitativo moderno. Y por todo ello, sea quizá la música más cercana de las que conocemos de Verdi, como me decía ayer llena de razón Amparo Gil; y además, porque habla con humor de la fragilidad humana, y de la necesaria y serena aceptación de la vida.
Ayer, el coro que dirige Francesc Perales, -conjunto que al parecer alguien quiere despellejar-, se mostró seguro y certero en sus dos momentos de intervención. La orquesta de la casa sonó como nunca: llena de brillo, frescura, precisión, y contundencia, y sabiendo hacer ese Verdi diferente y difícil, juguetón y sutil, que quedó ayer plasmado en Les Arts para la historia. Enorme la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Algo que ver con ello tuvo sin duda el joven y competente director Daniele Rustioni, a quien yo no le quitaría el ojo de encima. Realizó un trabajo magnífico, lleno de gestos de claridad y limpieza. Falto de detalles de mayor chispa quizá, supo dejar hacer, y también pedir energía y brillo en los momentos adecuados. Controló todo. Ayudó al cantante, y transmitió a todos su simpatía personal, que no es poco.
Es sugerente y acertada, la idea escénica de Mario Martone, creada para la Staatsoper de Berlín, trayendo el Windsor del siglo XV a esa moderna urbe alemana a finales del XX, al apoyarse en la realidad indiscutible de la existencia por siempre de los tipos humanos que trae Shakespeare. Porque son de aquí o acullá. Siempre han estado ayer, son hoy, y vendrán mañana. Sir John, Ford, y las casadas, no solo son tipos del XV. Son también de hoy.
Sin embargo, de dudoso acierto son las exageraciones que aporta el regista de los tipos kale borroka, y del ambiente explícito sado sexista del último cuadro, ajenos por completo al texto de William Shakespeare, a la poesía modelada de Boito, y a la intención musical de Giuseppe Verdi. El desagradable antro presentado choca de plano con el final feliz de la obra envuelto en tan bella filosofía. Ya advirtió el compositor de Busseto del peligro de los registas que buscan otra cosa- no sabemos qué, o sí lo sabemos-, sugiriendo “que trabaje al servicio de la obra, y no ponga la obra al servicio de su vanidad”. En el último cuadro pone, curiosamente, el gran Boito en boca de Sir John “Los Dioses nos enseñan modestia”. Pues eso.
La dinámica teatral funcionó perfecta, no solo gracias a Martone, sino a las dotes actorales de todos los solistas, entre los que destacó la Alice Ford de Ainhoa Arteta, que mostró una implicación tremenda en su trabajo. La soprano vasca mereció pódium por su musicalidad, por su preciosa voz puesta al servicio de la obra, bien colocada, bien timbrada, por su excelsa línea de canto y construcción de frases, que la hacen ser hoy día una de las más completas tiples del circuito. Hizo un canto de los grandes, como también Juan Francisco Gatell, tenor de voz bien forjada y bello timbre para un Fenton de altura. Deleitó con su “Dal labbro il canto“, interpretado como el mejor de los históricos: pura belleza.
Nannetta, fue interpretada por Sara Blanch, soprano ligera de voz bella, que carece de notas graves y medias, y que sin embargo sorprende por la excelente factura de su canto en la parte alta. Mrs. Quickly la interpretó una Violeta Urmana con falta tanto de implicación escénica, como vocal, aportando voz velada, sin proyección ni cuerpo. La mezzo soprano Chiara Amarù lució una voz de bello timbre, y falto de cuerpo para su Meg Page. Qué ocasión perdida de ver por aquí a dos mezzos españolas, que las hay, y estupendas. Tampoco se pudo disfrutar con Jorge Rodríguez-Norton, quien hizo un Dr. Cajus deslucido, exento de proyección, y de agudos.
El Bardolfo estuvo bien defendido por Joel Williams, a falta de reforzar resonadores, y lo mismo hay que decir del Pistola de Antonio Di Matteo, barítono falto de brillo, pero de buen tronco vocal. Davide Luciano hizo un Ford de cierta altura tanto en lo escénico como en lo musical, aportando una voz de barítono lírico bien timbrada e interesante.
Si Verdi brilló ayer en Les Arts no fue solo gracias a la orquesta, a Rustioni, a Arteta y a Gatell, pues el inconmensurable Ambrogio Maestri puso su parte, brindando un enorme Sir John Falstaff. Lo mejor que hizo el barítono italiano fue marcar la línea y el camino, catapultando al resto del reparto al nivel que este teatro merece. Fue un imán efectivo.
Maestri dispone de una voz baritonal plena y contundente, de emisión perfecta, timbre aterciopelado e incisivo, y volumen sobrado. Lo tiene todo: no le falta frescura, ni vitalidad, ni potencia, ni color, ni picardía. Su voz es expresiva y cálida. Está llena de armónicos, y corre fácil por la sala tanto en los momentos parlatos como en los más melódicos. Es un espectáculo ver cómo es capaz de emitir como un cañón tanto los agudos como los graves, de recoger la voz y de ensancharla sin perder color, y de articular los falsetes que la partitura exige, con tanta facilidad como respira, aunque ayer no fuera su día en esto de la voz de cabeza.
Maestri, abordó el papel con extraordinaria naturalidad y pericia, y dejó claro que es un cantante soberbio con pleno dominio interpretativo. Su éxito reside además, en un conocimiento profundo del papel, para responder de manera sincronizada con un mínimo gesto, -a veces demasiado pequeño-, a cada motivo musical y textual, para convertir su bufo papel en lo más serio de lo que se pudo ver ayer. En lo teatral fue humano, aristocrático, melancólico, y engreído, mimetizándose con el papel de manera soberbia. Fue el perfecto mitómano que requieren los autores.
Dice el gran Ramón Gener que Falstaff es Verdi con luces de neón. Y no le falta razón, porque es trepidante, divertida, vital, perspicaz, melancólica, avanzada en lo musical, fulminante en lo filosófico, y extraordinaria en su poesía. Para crearla, Verdi contó con Shakespeare y con Boito; y quizá soñó con Maestri, para dejarnos su última y brillante sonrisa.
FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía, 2 de marzo de 2021
Ópera. FALSTAFF
Música, Giuseppe Verdi
Libreto, Arrigo Boito
Dirección musical, Daniele Rustioni
Dirección de escena, Mario Martone
Orquestra de la Comunitat Valenciana
Cor de la Generalitat Valenciana
Sir John Falstaff, Ambrogio Maestri. Ford, Davide Luciano
Alice Ford, Ainhoa Arteta. Mrs. Quickly, Violeta Urmana. Meg Page, Chiara Amarù.
Nannetta, Sara Blanch. Fenton, Juan Francisco Gatell
Bardolfo, Joel Williams. Pistola, Antonio Di Matteo. Dr. Cajus, Jorge Rodríguez-Norton